Se trata del punto más alto de tensión de la situación internacional. En nuestro país es tema de agenda por diversas razones. La escalada imperialista y de Guaidó en la semana pasada se intensificó. Del otro lado, el gobierno de Maduro exhibe toda su impotencia cobarde. El pueblo venezolano asediado por una doble amenaza: Trump de un lado, el chavismo senil del otro. Nuestra posición polémica frente a este proceso.
La injerencia de Estados Unidos en Venezuela pone negro sobre blanco la disputa por el saqueo de los recursos naturales del país. Desde la declaración de “ilegitimidad” de Maduro, y la autoproclamación del “presidente encargado” Guaidó, se está produciendo una escalada que agudiza las contradicciones de la situación. Con las provocaciones militaristas del asesor militar de la Casa Blanca, Bolton y las amenazas del vice de Trump, ese bloque político intenta acorralar a Maduro y forzar una claudicación. A priori no se puede descartar la posibilidad de un desenlace militar, aunque no parece estar colocado como lo más probable en lo inmediato. Más bien todo indicaría que la pinza sobre el gobierno venezolano consiste en incrementar el colapso económico, quebrar un sector del ejército y profundizar el aislamiento internacional a Maduro. Es obvio, por trayectoria histórica y presente, que toda la hipocresía “democratista” del injerencismo yanqui como dirección del polo anti-Maduro, tiene como estrategia recuperar la hegemonía sobre el control de la extracción petrolera, hoy extendida a toda la minería del Arco Minero del Orinoco y desplazar a los capitales chinos y rusos que han ocupado un espacio destacado en ese saqueo. Por eso, el reconocimiento, o mejor dicho el impulso a Guaidó como “presidente encargado” sin que nadie lo haya elegido, la presión ejercida a través de sus gobiernos títeres en la región como Duque de Colombia, Bolsonaro de Brasil y Macri de Argentina, la creciente asfixia económica que impone Trump, acompañado por el Reino Unido, al gobierno de Maduro con el congelamiento de cuentas y la confiscación en la práctica de la principal petrolera venezolana en Estados Unidos, define, por ahora, la hoja de ruta de Trump. Por lo tanto, planteamos una primera y categórica delimitación y rechazo a toda forma de intervención imperialista sobre Venezuela que incluye, por supuesto, una ubicación consecuente en el campo de la resistencia militar ante una eventual agresión contra ese pueblo siempre con independencia de política de la burocracia.
Los sepultureros
Todo lo dicho antes, no puede encubrir de ninguna manera, el cuadro de catástrofe que vive el pueblo venezolano desde hace casi 5 años, sin que mediara ninguna invasión ni bloqueo imperialista. Durante su primer período y sobre todo a partir del 2015, Maduro y la burocracia del gobierno y del PSUV procedieron a desmontar una a una las conquistas progresivas, tanto económicas como políticas y sociales, obtenidas en la primera década del siglo por el proceso bolivariano, manteniendo apenas algunas políticas asistenciales y clientelares. Paso a paso fue cediendo soberanía, conquistas de los trabajadores y campesinos, eliminado de facto los derechos de los pueblos originarios, abriendo camino a la entrega de los recursos petroleros con nuevas formas de contratación de PDVSA, eliminando derechos y conquistas laborales hasta dejar sin efecto los contratos colectivos.
Maduro resolvió violentando la propia Constitución Bolivariana, entregar el 12% del territorio nacional para la explotación de metales a multinacionales, empresas de privados venezolanos, mafias del oro y todo tipo de organizaciones criminales dirigidas por civiles y militares en el denominado Arco Minero del Orinoco. Siguió por diseñar zonas económicas especiales para la inversión extranjera, donde no rigen las leyes laborales ni fiscales del país, vale decir: zonas liberadas para el saqueo. Por otra parte, el pago puntual de la deuda externa a pesar de la situación de miseria creciente que vive el pueblo venezolano y la comercialización de petróleo a Estados Unidos, contrastan claramente con un discurso anti- imperialista hueco y generaron una dependencia tal que con las sanciones actuales asfixian la economía del país profundizando las penurias que vive el pueblo venezolano. La construcción de un régimen político autoritario de corte estaliniano y represivo acompañó esta contrarrevolución económica. La utilización de las detenciones sin debido proceso, la tortura, el secuestro, el asesinato, se convirtieron en formas cotidianas de persecución política. Lo mismo que la eliminación de gran parte de las garantías constitucionales. Lo decimos con la autoridad de ser parte de la corriente internacional que a través de Marea Socialista en Venezuela intervino sin ningún sectarismo, pero de forma independiente en apoyo al proceso bolivariano en su etapa inicial. Desde esa experiencia política viva lo decimos de forma contundente: el cuadro de hecatombe económica y de autoritarismo no contra la derecha, sino en primer lugar contra las corrientes críticas e independiente del proceso, son la causa del desastre actual y la mejor coartada para el injerencismo yanqui y la reactivación de la derecha en Venezuela. Y a diferencia de episodios anteriores de intervención imperialista y de asonadas golpistas de la vieja derecha que representa Guaidó, como ocurrió en 2014 y 2017, un sector del pueblo que acompañaba al chavismo ha roto con Maduro. Esto se pudo constatar en los días previos al 23 de enero cuando de manera espontánea se desataron protestas en barrios populares, bastiones tradicionales del chavismo. Y la misma participación de un sector en las concentraciones del 23 de enero en todo el país como continuidad de las más de 11.000 protestas de las que hay que registro en 2018 relacionadas con la situación económica y social. Por salarios, contratos colectivos, condiciones de trabajo, falta de presupuesto en hospitales y universidades, colapso de los servicios públicos de agua y electricidad o en el suministro de alimentos, medicamentos y gas doméstico entre otras razones. Por eso, nosotros no tenemos dudas: rechazamos toda forma de intervención imperialista, repudiamos a Guaidó a quien nadie eligió, pero la burocracia gobernante es la enterradora del proceso bolivariano y principal responsable de la situación actual. Eso no tiene nada que ver con la izquierda, el socialismo o revolución alguna y es fundamental difundir esta clarificación en la vanguardia de nuestro país.
Retórica antimperialista, encubrimiento y especulación electoral
En el arco kirchnerista hay una suerte de división de tareas. Por un lado, le toca a Larroque, Gabriela Cerruti, Boudou, la ex – embajador Alicia Castro, el papal Grabois y D’ Elia, manifestar su rechazo al “golpe imperialista” y respaldar de forma más o menos explícita a Maduro. Posición esta, que se limita a eso: retórica antiimperialista ya que, desde el punto de vista de las medidas concretas, lo máximo que protagonizaron es una testimonial “vigilia” en la embajada de Venezuela en Buenos Aires. Y por supuesto, ni una palabra de la catástrofe social provocada por el madurismo sin necesidad de ningún golpe derechista, la que dice desconocer.
Pero, lo llamativo es el silencio sepulcral de la jefa política de este espacio, la ex – presidenta Cristina Kirchner. Es evidente, que se trata de una especulación puramente electoral, ya que las principales referencias del PJ “no K” –como Massa, por ejemplo-, con las cuales CFK impulsa un armado “anti-macrista”, son fanáticos de la línea de Trump en Venezuela. Además, de coincidir todo el kirchnerismo con la orientación extractivista de Maduro y negar el autoritarismo y la existencia represión estalinista en Venezuela.
Del sectarismo al oportunismo: polémica en la izquierda
Ante el panorama que vive Venezuela un sector de la izquierda se ubica en una posición unilateralmente anti-imperialista, y con tibias críticas a Maduro –en el caso del FIT-, hasta embellecimientos como en el caso del Nuevo MAS. De las intervenciones públicas de sus principales referentes, de las declaraciones escritas y publicadas, se traduce en el caso del FIT una posición que da casi por inminente una invasión militar de la coalición encabezada por Trump y exacerba tanto ese polo de la situación, que prácticamente la oposición al madurismo se diluye en menciones formales y muy al pasar. Posiblemente, se trate, otra vez en especial en el caso del PTS, de adaptar sus posiciones a necesidades electorales y no confrontar polémicamente con la base social del kirchnerismo. Sin embargo, no responsabilizar a la burocracia del PSUV y desnudar que es responsable de esta situación de encerrona del proceso, es una forma de claudicación oportunista grave. Ya tuvimos un antecedente que marcamos con el proceso de Nicaragua, donde el FIT y en especial el PTS, prácticamente no hicieron nada para denunciar al régimen de Ortega y sostener el apoyo al pueblo movilizado, con independencia de los sectores de la derecha que se montan sobre estas acciones para sus propios fines.
El caso de PO se ubica en la misma línea: un reciente artículo que lleva la firma de Altamira, dedica la casi totalidad de su argumentación a explicar el rol de Trump, los intereses de China y Rusia, critica al kirchnerismo, pero lo que más sobresale es la ausencia de lo fundamental: el desplome total del país en manos de la burocracia sepulturera del chavismo con Maduro. Suave, muy suave Altamira también con el régimen parasitario y anti-obrero.
En el caso del Nuevo MAS, la posición es aún más nítida: presentan a Maduro como un gobierno de “relativa independencia del imperialismo” y por lo tanto, “aunque no nos guste, es el gobierno que eligió el pueblo” y se llega a plantear la exigencia de “reconocimiento del gobierno a la comunidad internacional”. Se insiste en la probable invasión imperialista y por lo tanto, casi se silencia toda mención al gobierno sepulturero del proceso en Venezuela.
Lo notorio en el caso de todas estas fuerzas y grupos, es que en el punto más alto del proceso bolivariano, de confrontación real con las fuerzas de la derecha, el golpe del 2002 o el paro sabotaje del 2003, o la movilización obrera y popular que fue la base del PSUV en su momento, en vida de Chávez, tuvieron una posición abstencionista y totalmente sectaria, criticando experiencias políticas como la de Marea Socialista de participación crítica e independiente dentro del proceso. Vale decir: cuando se desenvolvió una verdadera movilización antiimperialista y se tomaron medidas progresivas por la presión social, ultraizquierdismo y abstención; ahora en la etapa de contra-revolución económica y bonapartismo estalinista, se moderan las críticas a la burocracia al punto de bordear la claudicación oportunista. Se repite la famosa ley que caracteriza siempre a oportunistas y sectarios, como dos caras de la misma moneda.
Autodeterminación, barajar y dar de nuevo
Trump y Guaidó son la cabecera de playa no de la democratización, sino de un plan global de saqueo y apropiación de los recursos de Venezuela. Del otro lado, la burocracia enterradora con China y Rusia (que también aspiran a seguir haciendo negocio capitalista), completan el cuadro de obstáculos para el pueblo de ese país. Por eso, partiendo de rechazar al bloque injerencista, nuestra ubicación también se opone a toda forma de apoyo político a la burocracia madurista. De la mano de ese régimen el pueblo venezolano no tiene chance de derrotar a la derecha y al imperio, sino de hundirse más en la miseria y la represión. La burocracia no es independiente, es parasitaria de las riquezas venezolanas y socia de importantes sectores burgueses locales y transnacionales.
Hay que decir que el proceso presenta una limitación aguda: no se han desarrollado en el marco de un proceso independiente de movilización, organismos democráticos en los cuales apoyar un curso alternativa al de la polarización dominante. Frente a esta realidad, sin embargo, Marea Socialista, nuestra corriente hermana en Venezuela no comenta la situación sino que interviene con política propia, principista y revolucionaria. Así, levanta como táctica privilegiada la necesidad de un frente único que plantee una posición antiimperialista y antiburocrática, que impugna a Trump-Guaidó pero también al parasitismo madurista, y propone juntos a sectores críticos del proceso, una salida democrática con Referendo Consultivo para elegir todos los cargos públicos. Al interior de esa confluencia, Marea levanta además una estrategia que plantea un proceso constituyente general para reorganizar Venezuela sobre bases de ruptura anticapitalista y un gobierno de los trabajadores. Lo mismo en el movimiento obrero, donde anima junto a otros grupos y dirigentes clasistas, la Intersectorial de Trabajadores planteando una acción independiente de la clase obrera en rechazo al imperialismo y contra el régimen de la burocracia.
La clave actual de la situación es si las masas venezolanas son capaces de construir una salida autónoma, independiente en la crisis que defina democráticamente el rumbo de Venezuela. La lucha por la reconquista y defensa de libertades y derechos democráticos y políticos es para el pueblo que vive de su trabajo una lucha en defensa propia. Deteniendo la injerencia imperialista y derrotando el totalitarismo madurista se logrará el oxígeno necesario para imponer un plan de emergencia que recupere para los trabajadores y el pueblo (sin Trump, burocracia, ni China, ni Rusia), el control de todo el patrimonio hidrocarburífero y minero; tome sobre esa base medidas básicas de emergencia alimentaria, que el salario mínimo alcance la Canasta Básica, que responda a las sanciones y la escalada imperialista con expropiaciones defensivas elementales en reciprocidad al bloqueo y la confiscación de patrimonio venezolano que está haciendo Estados Unidos, que suspenda inmediatamente el pago de la deuda externa; que convoque a una amplia movilización nacional e internacional de los pueblos, en apoyo a una reorganización anti-capitalista y verdaderamente socialista de Venezuela. Ese rumbo, ese curso de rechazo a toda injerencia y de superación de la burocracia sepulturera, tiene para nosotros la estrategia de conquistar un gobierno de los trabajadores y los sectores populares y un real proceso constituyente que siente las bases de otro país, sin corporaciones, ni burócratas.
Los socialistas, los antiimperialistas genuinos en todo el mundo, tenemos la tarea de clarificar posiciones en la vanguardia que odia a Trump y la derecha, pero que no se puede confundir en relación a Maduro, y movilizarnos exigiendo de nuestros gobiernos, empezando por Macri el rechazo a la política yanqui, la defensa de la autodeterminación del pueblo venezolano y apoyar una salida independiente de la burocracia del PSUV. Ni Trump-Guaidó, ni Maduro-China-Putin.
Mariano Rosa – Carlos Carcione