La intervención de la «Operación Tormenta Decisiva» que encabezada por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Gran Bretaña y EEUU intenta derrotar a los rebeldes hutíes yemenís, y volcar el balance de la guerra civil a favor del proimperialista gobierno de al-Hadi, ha provocado la peor catástrofe humanitaria del planeta.
Yemen, uno de los países más pobres de Medio Oriente, ubicado al sur de la península arábiga, en el margen del estratégico estrecho de Bab el Mandeb que une el Mar Rojo con el Mar Arábigo, es producto de la unificación en 1990 de la República Árabe de Yemen del Norte y la República Popular de Yemen del Sur.
El gobierno de Ali Abdullah Saleh fue sacudido en el 2011 por esa inmensa ola democrática que produjo la «primavera árabe». Decenas de miles salieron a la calle a exigir la dimisión del dictador, que llevaba 33 años en el poder. Las protestas fueron reprimidas brutalmente ocasionando más de 800 muertos. No obstante, a los pocos meses Saleh tuvo que resignar su mandato a favor de su vicepresidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi. Este último, gracias a un acuerdo hecho bajo la supervisión imperialista, es ratificado en el cargo en el 2012, en unas elecciones en las que fue el único candidato.
Las reformas constitucionales realizadas por al-Hadi lo enfrentaron a la minoría hutí, un pueblo de religión chiíta, ubicado en el norte de Yemen, con lazos con Irán. El gobierno, por el contrario, enrolado en la rama sunita del islam, tenía fuertes lazos con Arabia Saudita. Se inicia un fuerte enfrentamiento armado, en el que Saleh, el mandatario desplazado se une a la rebelión hutí, aportando su control sobre gran parte del ejército(1). Paulatinamente al-Hadi va perdiendo el control de la situación y en el 2014 su gobierno es derrotado. Los hutíes, que habían apoyado el levantamiento del 2011, logran que se le sumen importantes sectores del pueblo sunitas enfrentados al gobierno, toman la capital, Saná. Al-Hadi debe huir a Adén en el sur, donde intenta formar un gobierno paralelo.
Los rebeldes hutíes avanzan hasta dominar grandes áreas del sur del país que suman a su control sobre las provincias del norte, lo que obliga a al-Hadi a exiliarse en Arabia Saudita de donde pretende dirigir su gobierno paralelo, que es el único que tiene reconocimiento internacional. A mediados del 2015 una coalición encabezada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU), que contó también con la participación de Kuwait, Bahreíen, Qatar, Marruecos, Sudán, Jordania y Egipto, y el apoyo de Inglaterra, EEUU y Francia, lanza la llamada «Operación Tormenta Decisiva». Un enorme despliegue militar destinado a liquidar en poco tiempo la rebelión hutí.
Fracasaron. La guerra civil ya lleva cinco años y en estos días parece recrudecer como lo expresa el disparo de misiles del bando hutí hacia Arabia Saudita y la reciente reunión en Londres de secretarios y ministros de relaciones exteriores de EEUU, Gran Bretaña, Arabia y EAU, en la que condenan los «ataques» de Ansarolá (movimiento hutí).
La guerra civil yemení no escapa al conflicto regional. En el 2011 Arabia Saudita no dudó en mandar mil soldados a Bahreíen para sofocar la revuelta que la primavera árabe desató en ese país vecino y salvar a la monarquía. Ahora frente al hecho de que los rebeldes hutíes controlan gran parte del territorio yemení, reacciona tanto para impedir su independencia, como para evitar que Irán, que tienen fuertes lazos con los rebeldes, pueda hacer base en el sur de la península arábiga. (2)
La intervención imperialista provoca el desastre humanitario más grande del planeta
La coalición encabezada por Arabia Saudita no pudo quebrar la resistencia hutí. Si bien logró frenar su expansión y evitó la derrota de su gobierno adicto, el resultado de su accionar es haber generado una enorme cantidad de bajas civiles producto de sus bombardeos, y una cantidad mayor de muertos por hambre y por todo tipo de pestes, que han invadido un país donde ha sido destruida la infraestructura sanitaria básica. Se crean así fuertes tendencias a la desintegración nacional, en la que existen zonas controladas por poderes locales, algunos territorios en los que se han hecho fuerte formaciones de Al Qaeda y el ISIS, o separatistas como el Movimiento del Sur que propicia la partición del país.
Las cifras de la catástrofe humanitaria son contundentes. En una proyección para fin de año, la ONU señala: «que de los 233.000 muertos estimados en Yemen, 102.000 estarán relacionados con los combates y otros 131.000 muertos se producirán debido a la desnutrición, el cólera y la escasez de medicamentos productos del bloqueo saudí. (…) En otra estadística impactante, el informe del organismo internacional advierte de que 140.000 niños yemeníes habrán sido asesinados desde el inicio de la guerra saudí en 2015.» (HISPANTV 19/04/2019). De sus 27 millones de habitantes Yemen tiene tres cuartas partes por debajo de la línea de pobreza.
El bloqueo naval y ataque de la coalición imperialista al puerto de Hodeida por el que circulan la mayoría del comercio de un país que importa el 80% de sus alimentos, ha llevado la crisis humanitaria a tal punto que los organismos internacionales sostienen que 8 millones de personas se pueden morir de hambre en poco tiempo. Lo que ha llevado a una negociación entre los huties y el «gobierno» de al-Hadi llamada «Acuerdo de Estocolmo» para el intercambio de prisioneros, reubicar las tropas desde Hodeida y «distender» la batalla de la ciudad de Taiz. A varios meses del convenio este parece a punto de naufragar cruzado por recriminaciones mutuas de violación del alto el fuego.
Fuera Arabia Saudita y la intervención imperialista de Yemen
Mohamed bin Salmán, el joven rey de Arabia Saudita, que mandó a asesinar y descuartizar al periodista opositor Jamal Khashoggi en la embajada saudí en Turquía, es el responsable junto a las potencias imperialistas y sus socios locales de esta catástrofe humanitaria, de una hambruna como no se ve en 100 años, de que el cólera haya invadido el país con centenares de miles de enfermos porque bloqueó, entre otras cosas, el ingreso de cloro, de masacres a la población civil con bombardeos indiscriminados. Nunca había sido tan incondicional y explicito el apoyo de EEUU como en la era Trump, que rápidamente olvidó el incidente del periodista descuartizado y acaba de vetar una resolución del Congreso que le pedía cortar el apoyo militar a Yemen.
Como en Siria, la contrarrevolución imperialista no ha dudado en utilizar una política de tierra arrasada cuando no ha podido doblegar la resistencia de las milicias y los pueblos. Muestra así la peor cara de la decadencia y barbarie capitalista a la que no le importa generar una catástrofe humanitaria con tal de satisfacer su sed de ganancias. Desde todos los puntos del planeta, los defensores del derecho más elemental a la autodeterminación de los pueblos, debemos exigir el retiro inmediato de la intervención imperialista en Yemen. Que sea el pueblo yemenita el que decida su destino. Algo que se podrá lograr derrotando a todos los que quieren mantener a su país prisionero de la cadena imperialista.
Los hutíes que profesan la variante zaidí del chiísmo que comparte una tercera parte de la población yemení, se hicieron fuertes en la vida política enfrentando la penetración del salafismo afín a la ultraderecha saudí. Encabezan la lucha anti imperialista. Desmienten a los que dicen que quieren imponer un imanato y se proclaman democráticos y republicanos. Buscan una república democrática burguesa. No quieren terminar con el sistema capitalista y avanzar al socialismo. Lo que plantea la necesidad de construir, en medio de la resistencia a la intervención imperial, una alternativa política socialista revolucionaria, que se proponga remover las bases capitalistas del país y reconstruir Yemen sobre bases socialistas.
Gustavo Giménez
(1) Salem es posteriormente asesinado por los propios hutíes en el año 2017, acusado de preparar una traición, para pasarse al bando saudita.
(2) Arabia Saudita e Irán compiten por el control de la región. Asociados a distintas ramas del islam, los sunitas: Kuwait, Bahreíen, Qatar, Marruecos, Sudán, Jordania, Egipto, Turquía se alinean con los saudíes. Con Irán, de la rama chiíta, se asocian el gobierno sirio, iraquí, el Hezbollah libanes, los rebeldes hutíes de Yemen.