Morir con las botas puestas. El macrismo se sabe perdido y por eso, en el último tramo de su campaña, va dejando de lado los escasos rasgos de centro para correrse a disputar fuerte el ala derecha del electorado. Con Patricia Bullrich y Pichetto como voceros, declarándose abiertamente antiderechos o impulsando medidas represivas como el «control poblacional», la identidad del adefesio marquetinero que fue Cambiemos busca migrar a un perfil más duro que le permita, por un lado, consolidar a un sector anti, evitar la fuga de votos propios a las otras opciones conservadoras y garronear, si pudiera, algún votito a los otros candidatos que transitan esos caminos. Sin embargo, ni la gira del «Sí se puede» ni las medidas extemporáneas y electoraleras, pueden darle aire a un proyecto que está acabado. Más allá de los resultados electorales, la coyuntura latinoamericana no deja de mostrar que está muy lejos de aquel tan inflado verso de las derechas todopoderosas y más cerca que nunca de la inestabilidad.
Alberto para todos y todos para Alberto. Mientras Macri no para de transformarse en un meme viviente, Alberto alinea las tropas para su futura gestión. Luego de algunas bravuconadas electorales, su actividad de las últimas semanas roza el cogobierno con Cambiemos.
Ya se reunió con el FMI, las mineras, los bancos y la UIA; alentó la «unificación» entre la CTA de Yasky y la CGT para garantizar la paz social, ahora y de cara a los que se viene. Salió a aclarar por todos lados que va a pagar la deuda, que el motor de la economía será Vaca Muerta, que hace falta «modernización» en muchos sectores del trabajo; que «la uruguaya», «la portuguesa» y no sabemos cuántas otras recetas se pueden aplicar, teniendo todas las mencionadas un denominador común: el ajuste, la desocupación y la continuidad de la sumisión a los organismos internacionales.
Alberto colabora con que Macri llegue al final de su mandato porque sabe que, entre otras cosas, no está fácil la situación que viene y no es seguro que no le termine estallando por los aires a pocos meses de asumir.
Macri de gira, Alberto de campaña, el país cuesta abajo. Si bien no con la intensidad de las primeras horas post PASO, la economía del país continua su deterioro ininterrumpido. La situación en Chubut sigue complicada y los trabajadores no dan el brazo a torcer.
Todos los indicadores sociales y económicos encendieron sus alarmas, empezando por los índices de pobreza y miseria que ya alcanzan cifras más que preocupantes. Lo mismo sucede con la industria y cualquier número que nos dispongamos a investigar.
La fuga de capitales no se detiene y el Banco Central ya está haciendo uso de fondos «intangibles» para intervenir en el mercado cambiario y que el dólar no se dispare, licuando las reservas y echándole nafta al fuego de la incertidumbre.
Tal es la situación que ni Alberto se anima a mentir tanto porque sabe que tiene en sus manos la resolución de un problema que no tiene solución sin tomar medidas radicales, medidas que, por cierto no está dispuesto a tomar.
Para luchar hoy y por lo que se viene, hay que fortalecer a la izquierda en las calles y el Congreso, votando al FIT-Unidad. Está claro entonces que gane quien gane en octubre, nos esperan meses de lucha. En ese marco, la mejor opción en las próximas elecciones es fortalecer a la izquierda, ya que somos el único sector que ha estado siempre del lado de los trabajadores, las mujeres y la juventud.
No se trata solo de un slogan de campaña, sino de una tarea de primer orden para los trabajadores y trabajadoras. Porque prácticamente no quedan dudas del rumbo del futuro gobierno, y salvo que millones estén dispuestos a seguir resignando derechos para que las corporaciones y el FMI se la sigan llevando toda. Lo que se vienen son enfrentamientos durísimos.
El enorme acto del FIT-Unidad, al que el MST aportó una de las columnas más importantes, muestra que la izquierda puede ser una referencia si es ofensiva y se postula. Tenemos que mantener el impulso para demostrarlo.