La epidemia de Coronavirus que se inició en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei en China, puso nuevamente al desnudo la vulnerabilidad de la salud de la población mundial y una expresión dramática de la decadencia capitalista.
Volvió la zozobra, como en 2009 con la epidemia mundial de gripe A y en 2003-2004 con la de SARS en China con 774 casos mortales. A la fecha ya son 1.770 los casos mortales del virus 2019-nCoV más conocido como coronavirus (LN 17/2/20). El SARS es la sigla de Síndrome Respiratorio Agudo Severo. Comienza como una gripe, pero rápidamente evoluciona a un cuadro más grave con dificultad respiratoria que puede llegar a la insuficiencia respiratoria y eventualmente la muerte. El cuadro producido por la cepa actual del virus, la 2019-nCoV es similar. La mortalidad actual es del 3 a 4 %, más baja que otras epidemias, aunque el número de casos es mucho mayor que en 2003 y sigue creciendo rápidamente, con lo que los casos mortales superan mucho los de aquella epidemia.
La datos con los que se cuenta demuestran que la epidemia es gravísima. “Mientras el SARS afectó en todo el planeta a 8.437 personas, el denominado 2019-nCoV afecta a 37.555 seres humanos, 37.198 de los cuales se encuentran en la China continental”. (La Vanguardia – 09/02/2020).
En 2003 los muertos ocurrieron en 20 países, pero este año 1.765 muertos son de China. “La cifra de fallecidos en China llegó a 1765 con 100 nuevos decesos. Fuera del país, los muertos son 4, incluidos los tres casos de esta semana en Japón, Francia y Taiwán. En total, 9419 personas lograron recuperarse”. (LN 17/02/20).
El riesgo de una pandemia mundial está latente.
¿Por qué ocurren las epidemias en el mundo moderno?
Las epidemias eran en el siglo XIX la principal causa de mortalidad mundial. En los países asiáticos como China, India, Japón y la región Indochina las epidemias de virus y bacterias provocaban pandemias regionales que cobraban cientos de miles y millones de muertes. El tifus, la viruela, la peste bubónica, el sarampión, la influenza (gripe), la difteria, la fiebre amarilla y el paludismo y muchas otras enfermedades, azotaban poblaciones enteras y tenían efectos devastadores. En el siglo XX con el descubrimiento de las vacunas y luego los antibióticos y posteriormente los antivirales, las epidemias se redujeron considerablemente, más aún los casos mortales. Pero a fines del siglo XX y en los comienzos de siglo XXI comenzaron a reaparecer las epidemias que, aunque empiezan en una región, rápidamente se hacen mundiales debido obviamente a la circulación de personas por todo el mundo cosa que no existía en el siglo XIX. Precisamente por eso las medidas de prevención y control se hacen cada vez más necesarias e imperiosas. Sin embargo, no es eso lo que ocurre en el mundo en general. No se siguen las recomendaciones de organizaciones sostenidas por los propios gobiernos capitalistas como la OMS. En la 68ª Asamblea General de la Asociación de Médicos Mundiales en Chicago, Estados Unidos, en octubre de 2017 estableció que: “Es esencial contar con un sistema mundial de recopilación de información y vigilancia para rastrear las enfermedades infecciosas y sus consecuencias”. Está claro que este sistema de vigilancia no existe. El capitalismo en todo el mundo impone el ajuste económico y por tanto se invierte menos en prevención de enfermedades en el mundo. A esto se suma el crecimiento de la pobreza y la acción destructiva sobre el ambiente de la industria capitalista moderna. Todo esto favorece y promueve la aparición y el desarrollo de todas estas pestes que ya a esta altura del conocimiento científico en salud y de la tecnología deberían haber desaparecido de la faz de la tierra. Sucede todo lo contrario.
¿Se podía prevenir la epidemia?
En 2003-2004 la amenaza del coronavirus se manifestó con la cepa original del SARS. Pasaron 16 años y parecería que nada se ha hecho para evitar que reapareciera esta amenaza. Las autoridades sanitarias chinas guardaron con hermetismo de hierro toda la información sobre la evolución de aquella epidemia contrariamente a lo recomendado por las organizaciones de salud mundiales, como señalamos arriba. No se preparó una vacuna que hubiera evitado la circulación del virus y su probable mutación. Pero más allá del debate de si era o no posible prevenir esta epidemia con esta cepa de 2019-nCoV, está claro que el gobierno chino no hizo nada y miró para un costado. Igual que Gorbachov con Chernóbil. La misma casta de burócratas millonarios a expensas de les trabajadores, la misma actitud corrupta y negligente. Ocultó información y no se coordinó con otros países e instituciones de salud mundiales para minimizar el riesgo de rebrote o nueva epidemia. Tal como se señaló en algunos medios, Xi Jinping, “En el discurso, Xi dijo haber dado instrucciones para combatir el virus el 7 de enero y ordenado el aislamiento de ciudades que comenzó el 23 de enero en el epicentro del brote”. Y luego se añade.“La publicación de un discurso secreto de Xi ante el Politburó del 3 de febrero es un aparente intento de demostrar que la cúpula del Partido Comunista actuó desde el principio con decisión, pero también expuso a Xi a críticas sobre por qué no se alertó al público antes”. (La Nación 17/2/20). Las autoridades chinas tomaron conocimiento mucho antes de publicar los casos. Está claro que la causa no son los murciélagos, es la podredumbre de la burocracia estalinista de China que acompaña como la sombra al cuerpo la debacle capitalista mundial.
Sin duda se puede detener esta epidemia. En 10 días China construyó hospitales. ¿Por qué no se construyeron antes para prevenir? No sirve solo el aislamiento porque no evita las muertes en la comunidad aislada. Ya hay 56 millones aislados. ¿Se aislarán 1300 millones de personas para frenar esto? Es inaudito. La investigación rápida de antivirales por parte de los especialistas y la investigación de una nueva vacuna deberían ser objetivos inmediatos e invertir cientos y miles de millones de dólares para salvar estas vidas y las futuras. Pero la burocracia china y el imperialismo miran para otro lado y solo se preocupan por sus ganancias. Las de las multinacionales de medicamentos que no invierten en salud sino en vender lo “que da más ganancias” y a precios exorbitantes manejados por el monopolio.
¿Qué hacer?
Para frenar las epidemias mundiales se necesita inversión en investigación científica y un sistema de salud eficiente.
Se necesita un cambio de modelo económico y redistribuir el dinero. Mientras el 1% se queda con las ganancias del 99% de la población mundial y crece el hambre y la pobreza en todas partes, se gastan cifras inconmensurables en lujos y suntuarios en vez de dedicarla a investigar y producir vacunas para la gran mayoría de las enfermedades infecciosas. Hay que dejar de pagar la deuda en todos los países sometidos por este flagelo de dominación del FMI, el imperialismo y los organismos financieros. Nacionalizar el comercio exterior y la banca y con ese dinero producir medicamentos a bajo costo, pero en forma masiva como los antiretrovirales y otros antivíricos con producción pública de medicamentos en varios países de los cinco continentes. Para todo esto es necesario terminar con el capitalismo, empoderar a les trabajadorxs, las mujeres y la juventud y dar vuelta todo para construir el socialismo, la única medicina eficaz para erradicar para siempre las epidemias.
Orlando Restivo, dirigente de CICOP
Raúl Laguna, Comisión Provincial de Residentes