«Solo queremos pan, pero nos lo han quitado todo» es la frase que describe la profundidad de la crisis en el Líbano. El colapso económico, sanitario y social castiga a este país de Medio Oriente. Lejos de ser un caso aislado, es quizás la muestra de lo que se viene a nivel global.
Escribe: Martín Carcione
El 20 de abril, el pueblo libanés rompió la cuarentena impuesta desde marzo y tomó las calles de Trípoli enfrentando una brutal represión de la policía y el ejército. Decenas de sedes bancarias incendiadas, combates callejeros, barricadas y un grito que se repite en todo el país, mejor morir de coronavirus que de hambre, dan cuenta de la nueva situación.
Se expresa así la enorme bronca de una población que ha sido abandonada a su suerte por un gobierno y un régimen que desde hace meses perdió apoyo social. Una inflación descontrolada, un desdoblamiento cambiario cercano al 200%, la falta de contención social y el deterioro de las condiciones de vida de millones son el combustible de esta nueva explosión que cuestiona al gobierno, las fuerzas represivas y los bancos como principales responsables. Hacemos un breve repaso a la historia reciente.
Beirut tomada
En octubre pasado, el mundo vivió el inicio de un proceso de rebeliones y revueltas. Una muy destacada por su profundidad y radicalización de la lucha, estalló en el Líbano.
En aquella ocasión, el intento de imponer un impuesto al WhatsApp fue la gota que rebalsó el vaso e hizo estallar una revolución popular con la juventud a la vanguardia. Hubo violentos enfrentamientos con las fuerzas represivas y se vio obligado a renunciar el primer ministro de un régimen asentado en seis partidos, que han dominado la vida política y económica desde el fin de la guerra civil, entre ellos Hezbollah.
Pero la rebelión no paró allí. Durante meses las principales instituciones estuvieron sitiadas por un campamento sostenido por una amplia vanguardia, junto a fuertes marchas en todo el país y periódicos choques con las fuerzas represivas y partidarios del oficialismo.
Este proceso, que si bien no estaba en su punto más alto seguía vivo, con la pandemia y la cuarentena en marzo se «interrumpió». Pero bastó apenas un mes para que de nuevo el pueblo gane las calles.
Pesadilla de los capitalistas
La pandemia ha puesto en «pausa» global el enorme proceso de luchas que corrió como reguero de pólvora de país en país a fines de 2019. Y se acumulan contradicciones que tarde o temprano se expresarán con renovada furia. El nuevo estallido en Líbano puede representar un avance de lo que se viene y por eso es una verdadera pesadilla para los capitalistas del mundo.
La negativa de regímenes y gobiernos a responder a las más básicas medidas sanitarias y sociales, por defender aun en medio de la pandemia las ganancias de los ricos, empujará a las masas a luchar por no morir de coronavirus ni de hambre.
Desde la LIS estamos junto a nuestrxs compañerxs del Movimiento por el Cambio del Líbano haciendo todo lo posible para que en ese proceso se forje una nueva dirección para que esta nueva revuelta logre sus objetivos de fondo.