Es un dato duro de la coyuntura que el debate socioambiental se metió en la agenda política nacional. El acuerdo porcino con China, los miles de focos de incendio en todo el país y la necesidad de una Ley de Humedales; y finalmente: el Plan 2020-2030 que sintetiza la orientación del lobby extractivo. Con ese marco, el propósito de los comentarios que vamos a desarrollar es profundizar una perspectiva desde el ecosocialismo militante.
Mariano Rosa
Hay un punto de partida para este debate, para proyectar tendencias y enfoques. Toda la situación mundial y nacional, está atravesada por el COVID y sus derivas. Es así. Pero la realidad es que ya en 2019 sin pandemia a la vista, los pronósticos del Banco Mundial, el FMI e incluso documentos del propio JP Morgan advertían “nubarrones” en el horizonte de la economía mundial. Señalaban el endeudamiento corporativo (de las empresas), de los Estados y las personas como un factor de potencial riesgo. Sumaban la “baja tasa de inversión privada” y la “productividad amesetada” como elementos adicionales del cuadro preocupante del capitalismo global. Nosotros leíamos todo eso interpretando que la inflexión de crisis que se estaba incubando tenía que ver con la caída de la ganancia capitalista. Las usinas intelectuales del capital ya en 2019 recomendaban para países como Argentina la receta de las llamadas reformas estructurales: flexibilización laboral para aumentar la explotación obrera y fomentar las exportaciones de commodities para asegurar dólares para el pago de la deuda. El COVID y su impacto en la economía reforzó tanto los pronósticos negros como la receta. Por eso, la pos-pandemia que imagina toda la política tradicional, sin ninguna grieta en esa estrategia, es más explotación laboral y commodities, es decir: extractivismo. Fin del asunto. Este diagnóstico elemental es decisivo para saber que, políticamente, progresistas y derechistas están en la misma trinchera.
Nuestras fuerzas: política de articulación de alianzas
Tenemos entonces una hipótesis: toda la ofensiva extractiva se intensifica. Por lo tanto, la valoración de las fuerzas con las que cuenta el movimiento socioambiental pasa a ser central. Si tuviéramos que hacer una definición diríamos que estamos en el punto más alto internacional y nacional de masa crítica acumulada. El componente dinámico es la juventud, internacional y nacionalmente:
Los últimos dos años marcaron un cambio global. El vuelco de millones de estudiantes al movimiento contra el cambio climático provocó una fuertísima resonancia social planetaria. Incluso con todas las contradicciones que pueda tener, hasta el concepto de “huelga” climática es positivo.
En Argentina el fenómeno mundial tuvo efecto, pero a la vez hubo otra fuente de estímulo local: la ola verde feminista – disidente, cuyo motor fueron jóvenes, decisivamente. Hay una continuidad generacional entre ambos movimientos.
La lucha en Mendoza en defensa de la ley 7722, incorporó un sentido más: la simpatía popular con las causas básicas en defensa de los bienes comunes. La defensa del agua contra la matriz extractiva, dejó de ser allí una bandera limitada al activismo sectorial y se transformó en una palanca de acción masiva y popular.
Todo ese acumulado es patrimonio colectivo, valiosísimo. Hoy todas las acciones de protestas del sector en la coyuntura son todavía pequeñas, sin embargo, recogen simpatía y van radicalizando sus posiciones anti-sistémicas. Hay una conexión de solidaridad creciente con el movimiento y eso explica por qué debates como el acuerdo con China llega a los medios masivos. A la vez, queremos marcar un límite y una tarea a encarar: desde la juventud movilizada tener que amplificar y articular nuestra agenda con los sectores jóvenes de la clase trabajadora. Su posición estratégica en el modelo de producción y consumo actual la reafirma como un sujeto social directamente indispensable para la tarea estratégica de reorganizar todo sobre bases nuevas. Con la clase obrera sola no alcanza, pero sin ella es imposible.
Lo urgente y lo estructural: la transición necesaria y justa
Nuestra organización nacional, la Red, interactúa con un extendido activismo que discute nuestras ideas (y nosotros, las de ellos). Hay votantes anti-macristas que utilizaron al Frente de Todos para sacarse de encima el engendro de Cambiemos. Hay militantes de colectivos locales que tienden a confluir con nuestro proyecto por su alcance nacional. Y hay una nueva corriente militante con sensibilidad generacional y política anti-sistémica. Con todos ellos, partimos de un encuadre que es no disociar las luchas inmediatas de los cambios de fondo, estructurales. Nosotros, lo explicamos así: ¿hay que reformar o suprimir el agronegocio? ¿la megaminería o el fracking tienen regulación posible? ¿cómo se asegura comida suficiente, accesible y saludable? En este punto, lo urgente y lo estructural conectan por razones contundentes:
Para asegurar comida, no forraje de exportación, hay que suplantar todo el circuito de producción, comercialización y consumo. Obviamente, aplicando una matriz agroecológica, prohibiendo transgénicos, agrotóxicos y planificando democráticamente los objetivos. Imposible, utópico sin reforma agraria integral que reemplace el régimen actual de propiedad privada por otro social, colectivo. Eso, ya es anticapitalismo.
La megaminería o el fracking son depredatorios. Hay que suprimirlos. ¿Y entonces? Energías limpias y renovables. ¿Cómo? Expropiar, caducar contratos. Otra vez, anticapitalismo.
¿Qué pasa con el personal obrero afectado a estos cambios? Nuestro planteo es muy claro: reconversión productiva, laboral y profesional de toda la clase trabajadora de las ramas que prohibimos o sustituimos. No fomentamos el emprendedurismo neoliberal, sino la intervención política de un Estado que asegure continuidad salarial-laboral. Esto también es anticapitalismo.
Por lo tanto, lo que queremos señalar definitivamente es que luchar por derechos asegurados como un nuevo piso de conquistas sociales excede los marcos del sistema capitalista. Esto implica una lucha conscientemente revolucionaria para una transición urgente, necesaria y justa para la mayoría.
Otro poder, otra alianza de clases
Las transformaciones elementales que hacen falta, en el plano de la producción y el consumo, y las medidas simultáneas de democracia política real, mediática y anti-represiva, implican una lucha por un nuevo poder político. Nunca en la historia de los últimos diez mil años de civilización humana, una minoría social cedió sus privilegios sin luchar hasta el final. Porque el 1 % que domina la economía, controla además los resortes del poder político. Y sus privilegios son incompatibles con nuestros derechos, los mayoritarios. Más todavía: esa minoría se transformó en un factor de peligrosidad potencial para el presente de la humanidad. Por lo tanto, el proyecto de suprimirles sus privilegios de clase significa inevitablemente conflicto social, lucha política. Nuestra estrategia es esa: desalojar a la minoría, contribuir a un nuevo poder, de otra alianza social que con el respaldo de la movilización empoderada cambie todo lo que se requiere cambiar. El capitalismo es antagonismo de clases, porque se basa en la explotación de personas que trabajan y en la naturaleza. Todo para ampliar márgenes de rentabilidad. Las múltiples opresiones bajo este sistema, de género, nacionales o especistas, conectan, “interseccionan”, sí, en un punto: el control exclusivo de los resortes de la economía, la política y el aparato estatal de represión por parte de una minoría social. Arrebatarles ese control, desmantelar las bases materiales de su hegemonía, es el recurso clave para terminar con todas las opresiones, todas. El patriarcado, el racismo, la xenofobia o el especismo, no son atrocidades genéticas del ser humano. Son mecanismos del capitalismo para dividir, someter y explotar todo lo vivo sobre el planeta para tener ganancia. Nuestra visión no es reduccionista de clase. Al revés: el análisis profundo de clase, permite ubicar las fuentes reales de todas las opresiones, pre-requisito para luchar por emanciparnos de todas.
Activar y hacer ecosocialismo
Todo lo que describí más arriba plantea desafíos de transformación muy grandes. Por supuesto que hay que robustecer el movimiento de lucha presente para que lograr los avances parciales que se puedan, y toda reforma temporal es positiva. Pero, para asegurar cambios duraderos, es revolución sí o sí. En la forma de producir, de consumir, de auto-gobernarnos sin la intermediación de burocracias y castas, sin represores y sin manipulación mediática. Y eso requiere preparación. Porque ahora, transitamos el período de acumulación política de fuerzas para esa lucha decisiva, por otro poder. Y para acumular nuevas fuerzas a ese proyecto hay que ganar la lucha de ideas, y la de calle. Y para esa confrontación inexorable, hay que prepararse, entrenar, perfeccionarse. La buena noticia es que esa capacitación se hace en un ida y vuelta con la experiencia real de las peleas que damos. La buena noticia es que esa formación y crecimiento los hacemos colectivamente. Nuestra militancia, consciente, comprometida y activa, que todo el tiempo trata de sumar nuevas voluntades a su estrategia, debate todo de forma democrática y horizontal, porque cree en ese método de elaboración. Y a la vez, combina esa deliberación con la centralización de sus fuerzas a la hora de actuar. Desplegando toda su energía en cada acción de protesta, en cada instancia de lucha ideológica. Y sumar y sumar propagadores de esta perspectiva. Activamente desde la Red en el movimiento socioambiental, pero articulado todo con militancia obrera para arrebatarle los sindicatos a la burocracia, con militancia feminista-disidente, contra el poder clerical y anti-derechos. Con la militancia territorial, que organiza desocupados con esta visión. Esa articulación de proyecto que nos unifica nacionalmente es el MST, nuestro partido. Y con decenas de organizaciones en cinco continentes, la Liga Internacional Socialista. Porque, aunque nadie dice que sea fácil, tampoco está escrito en ningún lugar que no podamos. Acá, nacionalmente, y a escala internacional. Hay que jugarse e intentarlo. Tenemos ese desafío generacional y de época. Esto es básicamente, activar ecosocialismo. Esto es construir la Red Ecosocialista y el MST.