Escribe: Iván Amado
Las PASO del domingo 12 dejan varias conclusiones políticas. La primera es el desgaste que ha sufrido el régimen feudal de Rodríguez Saá, algo que ya se había mostrado con la derrota en las primarias provinciales de 2019 y la división entre los hermanos Adolfo y Alberto. Quien capitaliza el grueso de ese descontento fue Claudio Poggi, antes parte del gobierno de Alberto Rodríguez Saá y luego gobernador por el mismo partido, aunque hoy se muestre opositor es más de lo mismo. El oficialismo acusó el golpe y salió rápidamente a reconocer la derrota.
La caída no es casual, expresa el golpe general al gobierno de Fernández y el Frente de Todos al que Alberto Rodríguez Saá había decidido pegarse. Y es un castigo también para el gobierno de una provincia que sufre la crisis económica, un sistema de salud muy debilitado como mostró la pandemia, el desastre ambiental con los incendios de 2020 y conmovida por la desaparición de Guadalupe de la que su familia señala que “el Estado es responsable”.
En este marco, el FITU vuelve a repetir su ubicación como cuarta fuerza con respecto a las elecciones nacionales de 2019 y aumenta su caudal de votos llegando al 2,5%. Nuestra lista 10 R hizo una buena votación con casi el 33% de los votos de la interna del Frente. Muy lejos quedó el nuevo MAS, que en soledad no logró superar el piso proscriptivo. Se abre una gran oportunidad para consolidar una fuerza verdaderamente alternativa, que represente los intereses de las y los trabajadores, las mujeres, disidencias y la juventud que no se resignan y luchan por sus derechos.