A finales del siglo XIX y principios del XX el debate político incorporó, pese a las élites dominantes, la llamada “cuestión social” (la desigualdad y explotación de la clase obrera). Las protestas obreras y su organización creciente pusieron en el centro sus reclamos. Entrado el siglo XXI dos razones en el panorama actual colocan como un eje ineludible la “cuestión ecológica”: por un lado, las consecuencias socioambientales del modelo capitalista de producción y por otro, un ascendente movimiento de lucha con la juventud consciente como avanzada. Con este artículo aportamos comentarios de análisis y propuestas de salida al laberinto en el cual nos encontramos.
Escribe: Mariano Rosa
La geografía ambiental de Argentina y América Latina cambió en los últimos 20 años de forma abrupta. La modalidad capitalista de acumulación centrada en la mercantilización de territorios, cordillera, subsuelo, espacios verdes públicos urbanos y últimamente, las costas marinas, profundizó la depredación. En simultáneo, a escala planetaria, el calentamiento global tiene una magnitud de amenaza real y consecuencias muy concretas en el presente. La matriz asentada en valorizar capital con megaminería, agronegocio, fracking, cementación urbana o exploración off shore, tiene consenso global de toda la política tradicional. La prensa masiva, colabora en robustecer el sentido común que asume esta orientación como la única posible. Obviamente, el poder de turno registra un nuevo momento en el proceso de conciencia social sobre los peligros de esta dinámica imparable. Por eso, trata de construir relatos para encubrir el tamaño del desastre y alimentar falsas expectativas en la propia regeneración “verde” del sistema capitalista. Nada más alejado de la realidad. No hay tiempo para perder.
Lo que necesitamos saber
Algunos datos, para medir de qué hablamos solamente en Argentina respecto a la expansión de la matriz extractiva:
Desde el 2000 a la actualidad la superficie sembrada con transgénicos y agrotóxicos pasó de 5 millones a casi 40 millones
La megaminería multiplicó su expansión en el mismo período de 35 proyectos en distinta fase de desarrollo a casi 700 en la actualidad
Se introdujo el fracking como siniestra novedad a partir del lobby de Chevron con Vaca Muerta
Solo en CABA, en 15 años se construyeron 20 millones de M2. Sin embargo, la población en villas miseria creció y el precio de los alquileres se disparó.
Hay una ofensiva –que viene fracasando por la resistencia social- del oficialismo nacional y aliados por derogar legislación que protege naturaleza y bienes comunes, como así también avanzar con proyectos depredatorios.
Toda esta arquitectura de política pública, se refuerza a partir de la desesperada necesidad de recolectar dólares para el pago de la deuda (fraudulenta) externa al FMI. Las fronteras entre progresistas y reaccionarios la borra la unidad estratégica sobre este modelo.
Antes que sea demasiado tarde
El modelo de valorización por saqueo y depredación de la naturaleza se consolidó en Argentina, tiene expresiones en toda América Latina y es una parte del desafío de época que tenemos como generación. Pero, el fenómeno planetario del calentamiento global tiene una escala desesperante. Por eso, es fundamental dimensionar el tamaño de lo que hablamos:
*Un físico sueco, a principios del siglo pasado (Arrhenius), fue el primero en plantear la hipótesis de un calentamiento global por combustibles fósiles. Previó en 100 años, un crecimiento de 5°C respecto del período de pre-revolución industrial. Lo trataron de delirante. Pero, las proyecciones indican que a este ritmo podemos estar cerca de lo previsto por aquél.
*Ya los ritmos del calentamiento superan los 2.6 ° C por encima de los Acuerdos de París. Hacia el 4°C los riesgos de multiplicación de todo tipo de fenómeno climático extremo son inevitables y el derretimiento de los hielos polares, inundaciones nunca vistas.
Finalmente, el IPCC (expertos de la ONU) indican con una probabilidad superior al 80 % que con un aumento de temperatura media del planeta de entre 0 y 5°C habrá impactos difícilmente reversibles en cinco rubros clave: acceso al agua dulce, biodiversidad, acceso a costas (inundaciones), alimentos y salud humana.
Lo dice la ONU.
La humanidad, el sistema
Los portavoces del capitalismo, sean políticos, periodistas o influencers en redes sociales, insisten en la responsabilidad “humana” por los inocultables impactos socioambientales que atravesamos. Pero las pruebas que comprometen al sistema son categóricas:
Desde el primer salto productivista a partir del siglo XVIII y desde el XX como bisagra en el uso de hidrocarburos, las curvas de crecimiento de petróleo y derivados, y el calentamiento global son paralelas.
La matriz de energía basada en fósiles, el sistema de transporte, la organización urbana, las decisiones en materia de producción y división internacional del trabajo, no son prerrogativa “individual”: se trata de decisiones colectivas, públicas y políticas.
La lógica de la responsabilización individual, los llamados a tener “conciencia verde” y otras variantes, no hacen más que intentar distraer el foco de las reales causas del ecocidio en curso. Afortunadamente, la ola de protestas y conciencia de alcance creciente van enterrando todas las falsedades ideológicas a su paso.
Aprendices de brujo
Son eso, parecen eso: aprendices de brujo, por lo peligroso e incierto de lo que hacen. Todas las alertas insisten en salir de la petrodependencia y la agroganadería industrial: ellos, los que mandan en política y economía, proponen fracking, exploración off shore y granjas porcinas. Es la (ir) racionalidad de la competencia en el capitalismo.
Todavía la humanidad no sale de una pandemia, provocada por zoonosis, producto de la forma de fracturar ecosistemas y traficar con animales. Murieron millones de personas y las cicatrices sociales van a durar mucho tiempo. Sin embargo, la forma de producir y consumir que propagó COVID se defiende inalterable. Es la época “de las crisis, guerras, revoluciones y pandemias del capitalismo”.
¿Un círculo cuadrado?
Para explicar que una cosa es absurda o no buscarla, porque no existe, se suele mencionar “la cuadratura del círculo”. Efectivamente, el “capitalismo verde” es como la cuadratura del círculo. Este sistema se basa en la competencia por el máximo beneficio privado posible. La realización de ese beneficio y rentabilidad, se logra sobre-produciendo y fomentando el consumo artificialmente con la publicidad por todas partes. Esa lógica, que disocia la producción y el consumo de las necesidades sociales reales, y obedece a la ganancia privada de grandes corporaciones, tiene impactos impresionantes en el planeta. Simplemente, es incompatible con un intercambio amigable, sostenible con la naturaleza y todos los ecosistemas. Marx, en “El Capital”, hace dos afirmaciones, que tienen un potencial teórico y de respuesta política actual a los problemas presentes, muy enorme:
Por un lado, dice que el “capital agota a la naturaleza y a la fuerza de trabajo: las dos fuentes de la riqueza social”.
Por otro, explica que el capitalismo “produce una fractura en el metabolismo entre la sociedad humana y su entorno natural”.
Nos quedamos con estas dos coordenadas: liberar a la naturaleza y a las personas del estrangulamiento del capital y, además, hay que reconstruir el metabolismo fracturado con la naturaleza. Parece abstracto, pero lo podemos aterrizar con ejemplos concretos.
Entre lo posible y lo necesario
¿Pero se puede encaminar un cambio de matriz de producción? ¿Qué obstáculos técnicos existen? La respuesta es tan simple como contundente: el desarrollo de las fuerzas productivas sociales en la actualidad permiten técnicamente resolver los más acuciantes desafíos eco-sociales de la humanidad. Por ejemplo: la generalización del uso de energías renovables y limpias a toda escala. La energía solar tiene una base técnica desde el siglo XIX con los paneles fotovoltaicos de Becquerel, que jamás fueron desarrollados masivamente. ¿Por falta de potencial técnico? No, para nada. Porque el uso de carbón, gas y petróleo, en abundancia, fue más rentable en la ecuación del capital.
Ahora bien: el salvataje del planeta y las personas no puede estar sujeto al análisis contable de una ecuación económica. Esto significa que hace falta y se puede iniciar ya mismo una transición energética. Obviamente, este es apenas un ejemplo, la energía. Pero cabe decir lo mismo de la sustitución del agronegocio por la agroecología, cuyos rindes productivos de alimento por hectárea son probadamente superiores a la lógica de transgénicos y agrotóxicos.
Pero otra vez: ellos (los capitalistas) deciden por sus negocios, o nosotros (la mayoría) por nuestras vidas, que valen mucho más. Esa es la disyuntiva.
Extractivismo progresista
Desde una posición anticapitalista como la nuestra, tenemos recurrentes debates con el llamado progresismo en Argentina, y a escala continental. Ahora, ante el fracaso de varios intentos por avanzar en medidas pro-extractivas en la región o como parte del balance de sus gobiernos, los referentes del progresismo nos hacen varias imputaciones:
Que nos negamos al progreso, por cuestionar el desarrollo extractivista, y que eso es funcional a las derechas y el imperialismo (García Linera).
Que no entendemos que hay etapas para la emancipación y la soberanía, y que hay una por la que tenemos que transitar que es la de acumular divisas fomentando inversiones, para desendeudarnos, de cualquier forma (Cristina Kirchner).
Nuestra posición y paradigma de desarrollo es realista, inclusivo de la mayoría que vive de su esfuerzo, sin FMI, corporaciones, ni extractivismo. Posible, necesario, urgente.
Aunque se pinten de verde, son todos extractivistas.
Realismo ecosocialista
Para no seguir abundando en diagnóstico, dejo por acá, algunas coordenadas de programa, de propuestas, bien concretas y realistas:
Prohibir la megaminería, el agronegocio, el fracking, la exploración off shore y la cementación urbana.
Expropiar las corporaciones petroleras y las privatizadas de la energía, sin indemnizar. Invertir la ecuación energética hacia limpias y renovables.
Reforma agraria integral, producción agroecológica estatal y comercialización a gran escala sin intermediación privada. Fomentar el repoblamiento.
Recuperar espacios públicos y verdes, hacia una proporción de 16 M2 de verde por habitante en grandes ciudades.
Promover el transporte público estatal, con control social y gran escala.
Prohibir la publicidad capitalista y reemplazar ese negocio distorsivo, por el derecho a la plena información pública. Democratización mediática total.
Contra toda forma de maltrato animal capitalista.
Reconversión industrial y productiva, con garantía de continuidad salarial y laboral de los empleados involucrados.
Educación socioambiental científica, con perspectiva ecosocialista a todo nivel.
Planificación democrática de la producción en base a las necesidades sociales reales.
Evidentemente, no solamente protestamos: también proponemos, y con sentido bien concreto y realista.
Desafío sin fronteras, porque nadie se salva solo
El capitalismo unificó el mundo para hacer negocios. Las fronteras nacionales son un artificio destinado a dividir pueblos y conciencias. Nuestra visión tiene como lógica apuntar a la colaboración y complementación de los pueblos por encima de toda frontera. No hay modelo de salvataje anticapitalista y eco-socialista nacional. La proyección necesariamente tiene que ser regional, continental y mundial. Nuestra agrupación, la Red Ecosocialista hace parte del MST y la Liga Internacional Socialista, que se construyen con ese propósito más allá de cada país.
El desafío de un verdadero rescate socioambiental de nuestros pueblos tiene que ser internacionalista, para reorganizar el mundo económica, ecológica, social y políticamente sobre bases nuevas.
Una época que no admite indiferentes
Estas transformaciones urgentes para una agenda de ecología socialista, requieren fuerza social organizada y un colectivo militante multitudinario, que se prepare, forme y active conscientemente para revolucionar todo. Dar ese paso de compromiso voluntario para hacer un potente proyecto de cambio radical es una decisión individual. Vivimos momentos históricos, de protestas, conflictividad y a la vez, de oportunidades para ser protagonistas. Con miles de activistas obreros, de la juventud, de los barrios más populares, con la intelectualidad que no se vende y cuestiona. Con todos ellos y ellas, estamos dando pasos. Porque no hay planeta B, ni Mar Argentino, ni cordillera, ni territorios, ni nada: ellos (los que hacen negocio con todo) o nosotros (los que no tenemos nada para perder y todo para ganar).
Urgente. Indispensable. No hay espacio para la indiferencia.