¿Cómo fue? ¿Qué pasó? ¿Por qué? Estos interrogantes surgen en cada encuentro, en cada reunión, en cada charla con compañeros de trabajo, estudio o vecino, donde planteamos las actividades de difusión y apoyo que estamos realizando en apoyo a la Comisión Internacional que viajará a Centroamérica el mes que viene. Son lógicas las preguntas: de una poderosa revolución que conmocionó al continente y tuvo repercusiones mundiales, a este presente de estado de sitio de hecho. Además, exilio forzado y cárcel con torturas a presos políticos, entre ellos ex dirigentes y cuadros del FSLN y activistas estudiantiles de la nueva vanguardia surgida en abril de 2018 enfrentando el autoritarismo de Ortega-Murillo y las medidas aplicadas a instancias del FMI. Vamos a intentar entonces responder en parte esas dudas.
Escribe: Mariano Rosa, integrante de la Comisión Internacional
Para finales de la década del 70, el pueblo de Nicaragua sufría una dictadura de más de 40 años en el poder: el clan familiar de los Somoza, asentados en la temible Guardia Nacional desde 1936. El padre de Anastasio tenía en su haber el mérito pro-yanqui de haber asegurado el asesinato de Augusto Sandino, héroe antiimperialista nica. Los Somoza, sin embargo, atravesaban fuertes contradicciones y un creciente aislamiento por arriba y presión popular por abajo en esa fecha. El marco era el siguiente:
. A escala internacional el síndrome «Vietnam» limita las intervenciones militares directas del imperialismo yanqui: la paliza recibida en el sudeste asiático condiciona el injerencismo armado. La administración demócrata con Carter, plantea la línea de «transiciones» graduales a democracias burguesas tuteladas. Somoza, aliado, se resiste a coparticipar el poder.
. El terremoto que destruyó Managua en 1972 y los jugosos negocios de la reconstrucción los acapara el somocismo: tensiones inter-burguesas con sectores que van pasando a la oposición.
. La acción del Frente Sandinista de Liberación Nacional, pese a su orientación foquista disociada de los núcleos obreros y urbanos, igualmente logra transformarse en la referencia política más consecuente contra la dictadura, ya que la oposición burguesa tiene pánico a la movilización y se limita a los artículos de denuncia de Pedro Chamorro desde las páginas del diario La Prensa.
Este cuadro general termina de inclinarse a favor de la revolución después del asesinato del mencionado Chamorro, lo cual desata como detonante final una semi-insurrección popular en todo el país, que termina conduciendo el FSLN hasta el derrocamiento de Somoza el 19 de julio de 1979.
La revolución de la esperanza fallida
La caída de la dictadura somocista se dio en medio una enorme rebelión popular, de masas, violenta, imparable. La siniestra Guardia Nacional, de los asesinatos y torturas, huye en desbandada. Mientras avanzan las columnas del FSLN liberando ciudades se incorporan a sus filas masivamente sectores populares. Es una fiesta de las masas tomándose revancha histórica y ajustando cuenta con el somocismo. Se forman milicias populares, hay embriones de autoorganización, ajusticiamiento de personeros del régimen anterior. Se multiplican las ocupaciones de fábricas y haciendas del somocismo. Hay doble poder, de hecho en el campo y la ciudad. Esta fase inicial del proceso tiene fuertes puntos de contacto con la experiencia rusa de febrero de 1917: las bases del capitalismo se desmoronan y las masas tienen objetivamente a su alcance todo el poder. Sin embargo, el FSLN ya tiene un compromiso progra-mático asumido con la burguesía «opositora» al régimen: formar un gobierno de unidad nacional del sandinismo con la burguesía anti-somocista. Ese acuerdo se plasma en la llamada Junta de Reconstrucción Nacional, que de arranque limita la posibilidad de una expropiación total de la burguesía y la reforma agraria integral. La línea sandinista, siempre por detrás de las masas, fue la de aceptar la expropiación y ocupación de las fincas y fábricas de los propietarios somocistas. A los capitalistas «demócratas» se les respeta la propiedad privada. Esta orientación bloquea la radicalización anticapitalista que toma la revolución por la base desde la caída de la dictadura. Las aspiraciones del campesinado pobre de una reforma agraria total y de los sectores más combativos de la clase obrera nica (la construcción, del cuero, el magisterio) empieza a verse limitada desde la génesis. El desenvolvimiento de la revolución sorprende a la dirección del FSLN, y su curso independiente. De allí, por consejo de la burguesía aliada y los aparatos que actúan conscientemente para frenar el proceso, se despliega una acción represiva sobre fuerzas de izquierda independientes, como la heroica Brigada Simón Bolívar (orientada por la corriente internacional de la que provenimos, referenciada en Nahuel Moreno), a la que termina incluso expulsando del país entregándola a la policía panameña de Torrijos. ¿El «crimen» cometido? Fundar más de 70 sindicatos independientes y plantear un gobierno obrero y campesino, sin capitalistas: ni «anti-patria», ni «patriotas». Ninguno. Esa línea chocaba de frente con la concepción de colaboración de clases del sandinismo desde el minuto cero.
Operación «congelador»: la injerencia del estalinismo, la claudicación
Toda centroamérica se activó con el proceso nica. De hecho, El Salvador, limítrofe, vivió un proceso profundo también contra la dictadura de ese país. Las resonancias impactaron sobre toda la región y más todavía fueron un potente estímulo en el Cono Sur, atravesado de dictaduras genocidas. Por eso, ante el terror de sufrir una nueva «Cuba», el imperialismo yanqui actuó rápido:
. Primero, asesorando a la burguesía anti-somocista que se integró al gobierno con el FSLN y logró un primer objetivo: evitar frenar la dinámica anticapitalista y expropiadora de la revolución.
. Después, con el abandono de ese sector burgués del gobierno, reemplazó por ex funcionarios somocistas (¡para dar señales de confiabilidad!, decía el FSLN), el imperialismo cambia y pasa a una etapa contra-revolucionaria en el plano militar: financia los contingentes mercenarios de «los contras» que encabezan operaciones de sabotaje. Incendios, bombas en refinerías y puertos y atentados para generar pánico y confusión. Sin embargo, a un altísimo costo en vidas humanas, y a pesar de las vacilaciones de la conducción sandinista, la fuerza de las masas armadas derrota a la contra-revolución.
Sin embargo, en lugar de pasar a la ofensiva expropiando e imponiendo el control obrero, Ortega al frente del FSLN sigue los consejos de Fidel Castro e inicia el proceso de firma de pactos y compromisos que abortan la posibilidad de radicalizar y regionalizar la revolución. Así, aceptan pagar deuda externa, no represaliar a los mercenarios contras, devolver fincas y fábricas, y lo más importante: no colaborar con la guerrilla salvadoreña del Farabundo Martí y no intervenir en los conflictos regionales. La consumación de la catástrofe es aceptar el llamado a elecciones en los marcos de la democracia burguesa tutelada, y así, las consecuencias sociales y económicas del aislamiento de la revolución hacen que se deteriore la relación del FSLN con franjas de masas y un mega-frente electoral opositor burgués, con Violeta Chamorro a la cabeza, recupera para la burguesía todo el poder político en el país. Es 1990 y empiezan 17 años de neoliberalismo furioso en el país del pueblo que estuvo a punto de tomar el cielo por asalto. En todo caso, esta historia no hace más que confirmar la tesis principal de la Teoría de la Revolución Permanente de León Trotsky: proceso revolucionario que no avanza hacia ser más anticapitalista y socialista hacia adentro del país, e internacional y mundial hacia afuera, se estanca, retrocede y se transforma en su opuesto. Aprender, para no repetir. Esa es la moraleja política.
Con el pueblo nica: antes, ahora y siempre
Desde su retorno al gobierno en 2007 en el marco de la ola «progresista» continental, el FSLN con Ortega ejecutó una política de administración capitalista, representando a la nueva burguesía sandinista y pactando con las fracciones capitalistas desplazadas. En los años de oposición, el FSLN cohabitó con los gobiernos derechistas pro-yanquis, e incluso su hermano Humberto siguió al frente del ejército todo ese tiempo. Los rasgos más bonapartistas, además de la política clientelar hacia las masas se fueron consolidando. Los petrodólares del chavismo colaboraron durante una década, pero esa situación empezó a cambiar radicalmente y la crisis económica al agudizarse tensó las relaciones con las cúpulas del gran capital local y la iglesia. En abril de 2018, una rebelión popular encabezada por la juventud estudiantil enfrentó la represión del régimen y sus medidas fondomoneta-ristas de recorte de derechos a los pensionados. La violencia brutal desatada por Ortega-Murillo radicalizó todavía más a ese nuevo activismo juvenil, hijos y nietos de militantes sandinistas, y a la vez, consolidó el alejamiento de dirigentes emblemáticos del FSLN en un proceso que ahora confluye en la resistencia común. Las derivas de la política siniestra de la pareja gobernante con asesinatos, destierro, exilios masivos, cárcel por protestar, torturas, espionajes, juicios-farsa, y todo el dispositivo típico del peor estalinismo, no hace más que reafirmar que estamos frente a una dictadura burguesa por su contenido de clase y estalinista por los métodos de su régimen político. De nuestra parte, como corriente histórica, siempre estuvimos con las causas justas del pueblo nica: desde la Brigada Simón Bolívar en 1979, hasta las campañas contra el bloqueo y el asedio imperialista. Siempre independientes de la dirección sandinista, siempre críticos de su rumbo enterrador de la revolución. Hoy, el impulso de la Comisión Internacional de diputados de izquierda y referentes de DDHH ratifica ese compromiso de toda la vida, y colabora en la unidad de acción para una muy positiva confluencia internacionalista. Porque llevamos al pueblo nica y sus luchas heroicas en nuestras conciencias y corazones. Porque ninguna dictadura es para siempre. Porque tu lucha Nicaragua, es nuestra lucha. Allá vamos.