Ambos sustantivos, que hacen parte de la historia latinoamericana y de nuestro país, tienen una clara vigencia e incluso sintácticamente correcta: no puede haber independencia real sin una revolución socialista.
Escribe: César Latorre
La Revolución de Mayo fue el punto de inflexión de un proceso de independencia que formalmente concluye en el Congreso de Tucumán del 9 de Julio de 1816. La independencia latinoamericana constituye un proceso muy contradictorio y escasamente estudiado por el marxismo, dado que sus principales teóricos insertos en Europa centraron sus estudios en el viejo continente.
Sin embargo, en el siglo pasado varios marxistas como Milciades Peña y Nahuel Moreno hicieron aportes, con más o menos errores, en el estudio del proceso de liberación latinoamericana y de nuestro país desde un enfoque marxista. En este sentido es muy ilustrativa la editorial de Periodismo de Izquierda con motivo del 25 de Mayo que rescata de manera sucinta el análisis de este proceso periodismodeizquierda.com/editorialespdi-25-de-mayo-una-revolucion-en-un-continente-que-lucha-por-la-libertad
Un contexto internacional de crisis imperial
La decadencia del Imperio español quedó explícita tras la caída de Fernando VII bajo las bayonetas de la Francia napoleónica. Así un imperio en ascenso derrotaba militarmente al imperio en decadencia. Este hecho reforzó todas las tendencias independentistas en la Hispanoamérica.
Sin embargo, es necesario sopesar que en este proceso hubo importantes hechos que habían anticipado la fuerza motriz que significaba la independencia. Tal fueron los precedentes del alzamiento de Túpac Amaru en 1781, la revolución haitiana 1791 o la revolución de Chuquisaca de 1809.
Entre la liberación nacional y los límites de clase
En el proceso de independencia hubo dos proyectos políticos distintos. Uno, progresivo que perseguía una independencia total basada en la unificación de lo que hoy se conoce como la “Patria Grande”: Hispanoamérica. Este proyecto, por estas zonas, lo encabezaron sectores como Castelli, Monteagudo, Moreno, Belgrano y San Martín. Más allá de sus límites lógicos de clase muestran claramente un ala radicalizada que se proponía romper con España y realizar un proyecto totalmente independiente. Un hecho evidente en este sentido, bien lo sabemos: San Martín encabezó ejércitos que liberaron lo que hoy es Chile y Perú y que lo mismo desde el extremo norte de Sudamérica realizó Bolívar.
La otra ala, conservadora, también fue parte del proceso independentista. Su objetivo era independizarse de España pero pare comerciar “libremente” con Inglaterra. Este proyecto político estuvo encabezado por Saavedra y luego por Rivadavia y fue el proyecto que terminó determinando el rumbo del país y su inserción internacional subordinada y dependiente como proveedor de materias primas para la nueva potencia emergente: Inglaterra.
Importancia del proceso independentista
Si bien la independencia de Argentina quedó inconclusa como sucintamente señalamos más arriba, el proceso marca importantes conclusiones que nos sirven hasta el día de hoy
- Es posible liberarse de un imperio
- La crisis de los mismos favorece las fuerzas revolucionarias
- Es necesario que en el proceso de independencia triunfe el proyecto de independencia absoluta
- En los países dependientes las tareas de liberación nacional son un terreno de gran importancia para la política revolucionaria
Si se pudo, se puede
Toda clase que goza de los beneficios de la explotación y dominación quiere demostrar por todos los medios a su alcance, o mejor dicho desde su Estado e instituciones, que tal forma es permanente e inalterable. Y que los que desafían dicho status quo serán víctima de las peores aberraciones y castigos. Esa maquinaria desplegada a tal fin en el fondo también muestra su vulnerabilidad. Esto no es una expresión de deseo o una visión romántica y optimista de la realidad. Es la conclusión contundente del proceso histórico.
Antes de la Revolución Francesa: Luis XIV se había declarado Magnánimo “ L’État, c’est moi” Dos Luises después la monarquía cayó. Incluso los sirvientes de Luis XVI acudían a los clubes jacobinos antes de la Revolución cuando esta era una idea y tenían que soportar los caprichos de María Antonieta.
El levantamiento de Túpac Amaru terminó con este descuartizado para mostrar lo que pasaba a quienes se revelaban. Unas décadas más adelante los realistas caían bajo las bayonetas de ejércitos criollos.
Los de arriba no pueden
Cada vez que hubo crisis en el orden mundial los procesos revolucionarios y de liberación nacional se pusieron a la orden del día. Como analizábamos más arriba la independencia de los países de Latinoamérica se enmarca en una situación de descontrol del orden mundial. Otro gran momento fue durante y post segunda guerra mundial, en donde los procesos de descolonización en África y Asia tuvieron lugar.
Salvando las distancias, hoy en día existe una gran inestabilidad del orden mundial lo cual reforzará necesariamente las tendencias revolucionarias.
Si no se va por todo, no se cambia nada
La historia también muestra que las tendencias moderadas terminan abortando el proceso y haciéndolo retroceder. Estas tendencias se esconden bajo argumentos de lo “posible”, de la necesidad de negociar con los poderosos o haciendo malabares entre los imperios en disputa para esconder el terror a lo que significaría ir por todo. La historia argentina tiene una sentencia categórica: se pasó de ser una colonia Española a ser una semicolonia Inglesa y luego, hasta hoy día, yanqui y sin ningún velo, con un FMI que monitorea nuestra economía.
La liberación nacional y la revolución permanente
En los países dependientes como el nuestro las tareas de liberación nacional son un motor importantísimo de la revolución, porque llevarla adelante necesita poner en juego a clases sociales que en la dinámica no solo van a ir contra el imperialismo sino también con sus dominadores nativos. Es decir, la clase burguesa dependiente es incapaz de romper por sus propios medios con el imperialismo. No tiene la fuerza para hacerlo. La única clase capaz de enfrentar al imperialismo y sacárselo de encima es la clase trabajadora. Esta contradicción de los países dependientes hace que la burguesía nativa siempre se ubique como socia menor del imperialismo. Lo contrario la llevaría a tener que apoyarse en el conjunto de los sectores explotados por ella misma y el problema de eso es que los explotados, al luchar para sacarse de encima al imperialismo, comprueban que también se pueden sacar de encima a sus verdugos nativos.
Esta contradicción es la que hace que las tareas de liberación cobren tanta importancia. La revolución permanente nos enseña esto. El sujeto de una revolución lucha por sus intereses de clase independientemente de quien se quiera poner a su frente. Por eso es lamentable que dentro de los sectores que se dicen trotskistas, como el Partido Obrero, directamente desconozcan y subestimen las tareas de liberación nacional como parte del proceso revolucionario.
Así como el 9 de Julio de 1816 no puede entenderse sin la Revolución de mayo, la independencia y soberanía Argentina no podría realizarse sin una Revolución socialista. En esa tarea estamos y te convocamos para que juntos podamos lograr una verdadera y definitiva independencia. Nada dice que no podamos, toda revolución, interesadamente, se dice que es imposible, pero la historia muestra lo contrario.