Renuncia y crisis. Las tensiones políticas acumuladas en el gobierno pegaron un salto con el portazo de Martín Guzmán. Una sensación de vacío primó durante todo ese fin de semana. Los dardos contra el ministro, impulsados en primer lugar por CFK y su espacio, venían creciendo en las últimas semanas apuntando contra uno de los capitanes de un barco averiado que viene minando el poder político del gobierno. Pero la causa de fondo de la renuncia se explica en la desconfianza y pérdida de apoyo del establishmen por la falta de control de la crisis económica y social y la incapacidad de Guzmán para evitar la disparada del dólar y el aumento incesante de la inflación. La otra cara, la que preocupa a Cristina, es el mal humor social producto de los efectos del plan de Alberto pactado con el FMI. El presidente, que ya había perdido a su ministro Kulfas hace pocas semanas, queda en su punto más alto de debilidad.
Una tregua que no soluciona la crisis capitalista. En este cuadro, AF se vio obligado a retomar el diálogo con la vicepresidenta y consensuar con las distintas alas de la coalición gobernante para nombrar un sucesor que contara con el apoyo de todo el FdT. El triunvirato Cristina-Alberto. Massa es expresión del nuevo plafond para tratar de capear las heridas del régimen, aplacar los ánimos y salvaguardar la gobernabilidad. De allí surge el nombre de Silvina Batakis que, a diferencia de Guzmán, no responde sólo al presidente sino al Frente de Todos en su conjunto. La vuelta a la mesa de consenso con Cristina y Massa, que no era la política escogida por el presidente, lo deja a Alberto en una situación de mayor debilidad mientras fortalece a los sectores que responden a la vicepresidenta, -hablando del equilibrio interno, porque sobre la supervivencia del gobierno el pronóstico está abierto-. El cese de hostilidades no despeja la crisis. Los matices en algunos temas, como el ingreso universal o las retenciones, continúan y en última instancia la fortaleza de la tregua dependerá de si el gobierno logra controlar la inflación y amortiguar el deterioro del nivel de vida del pueblo trabajador, con el servicio de la burocracia sindical. Esta cuestión, que no aparece como lo más probable dado que no cambia el plan del FMI, y esta dinámica podrían precipitar crisis aún mayores.
Cambia el chef, pero no el menú. Con esa frase definía nuestra compañera Cele Fierro la designación de la nueva ministra, y los días que pasaron desde su asunción lo confirman. Una de las primeras cosas que hizo fue reunirse con la titular del FMI para ratificar que cumpliría el acuerdo firmado por Guzmán y, poco después, anunció una serie de medidas que ratifican y profundizan el rumbo de ajuste que llevaba adelante su antecesor, a tono con las exigencias de Georgieva de llevar a cabo “acciones dolorosas”. La conferencia de prensa de Batakis estuvo destinada a tranquilizar a “los mercados” con la música que más les gusta escuchar: mantenimiento de las metas acordadas con el Fondo, equilibrio fiscal, congelamiento de ingresos al Estado entre otros anuncios, además del aumento de las tasas de interés para que los especuladores puedan seguir haciendo grandes negocios. Para los sectores populares no hubo anuncios y ya se puede anticipar la reglamentación de un tribunal de Defensa de la Competencia para contener los precios que será un nuevo fracaso.
Girando hacia el círculo rojo. Por su parte, CFK viene retomando la iniciativa desde hace algunas semanas con actos, declaraciones y siendo parte también del nombramiento de Batakis. Intenta retomar posiciones dentro del FdT con miras a los debates hacia el 2023, pero también mostrándose como garantía hacia el conjunto del régimen. En esta crisis, lejos de lo que algunos sectores del gobierno nos quieren hacer creer cuando hablan de “desestabilización desde la derecha”, tanto Juntos como Milei se cuidaron de hacer olas. Por supuesto trataron de esmerilar en función de su postulación alternativa, pero ni ellos ni el gobierno quieren que la cosa pase a mayores y se salga de la carretera que lleva a las elecciones del año próximo. Justamente es CFK una de las que, aunque no tenga los apoyos necesarios, comienza a postularse de cara al 2023, haciendo buena letra con las patronales y el FMI. Por eso, lejos de actuar en la crisis para promover un cambio de rumbo, lo que expresan sus últimas apariciones son un giro conservador, hacia la derecha, llamando a grandes acuerdos con las corporaciones y la oposición de Juntos por el Cambio y hasta reuniéndose con economistas de la derecha como Melconián. Por eso su reivindicación a la participación del ministro K Wado De Pedro en la reunión del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICYP), donde llamó a consensuar un modelo productivo a los jefes de las grandes corporaciones económicas y financieras y a Larreta, recibiendo los aplausos y elogios del círculo rojo. En esa sintonía se encuentra también su planteo de entregar el manejo de toda la asistencia social a gobernadores, intendentes y punteros del PJ, atacando a los movimientos piqueteros.
Los remarcadores seriales. Ese círculo rojo al que encantó De Pedro, que es el que aprovechó la incertidumbre de las últimas semanas para remarcar entre un 10% y un 30%, el que provocó las corridas para presionar por una devaluación, el que fuga todos los días millones de dólares, el que prepara el lockout de las patronales agrarias para oponerse a las retenciones y a cualquier control e intervención estatal. En síntesis, son los que vienen haciendo enormes ganancias a costa del hambre de las familias trabajadoras. Ganaron antes y ganan ahora. Lo que reclaman son garantías para sus negocios y constante rapiña, como todos los ricachones que se la llevan en pala y a los que el gobierno no les toca ni un pelo. Garantías de paz social y gobernabilidad, algo que está por verse en la medida que aumente la presión en la caldera social.
Con esos sectores no hay consensos posibles. No alcanza con denunciarlos como hacen AF o CFK. Si no se toman medidas de fondo para que las riquezas producidas por el pueblo trabajador no sean acumuladas y fugadas por estos grupos, no hay posibilidad de solucionar las necesidades sociales. No va a ser pidiéndoles que sean responsables y solidarios, sino con medidas concretas, por ejemplo, nacionalizando el sistema financiero y el comercio exterior para que no sigan fugando divisas, ni trasladando los precios internacionales al mercado interno, ni sub-facturando exportaciones. Para combatir la inflación hay que prohibir los aumentos sancionando a las empresas que lo hagan, incluyendo su nacionalización. Además, hay que reestatizar la energía y todos los servicios públicos con control obrero y social. Y, para impulsar una generación genuina de puestos laborales y aumentar los presupuestos sociales, hay que romper con el FMI y cortar con la sangría que provoca la estafa de la deuda. Es decir, hace falta un camino distinto con medidas anticapitalistas, al servicio de las necesidades populares y no de las ganancias de las corporaciones, como desarrollamos en las páginas 4 y 5.
Hay fuerza social para pelear por otra salida. La crisis económica y social por un lado, y la ratificación del ajuste del FMI por otro, reafirman la necesidad de una lucha de conjunto de la clase obrera y los sectores populares. por nuestro nivel de vida y por un plan económico obrero y popular. La burocracia sindical por el contrario ha venido todo este tiempo sin mover un dedo. Ahora que las papas queman, sus sillones crujen en varios gremios y crece la bronca generalizada, comienzan a esbozar algunas críticas puntuales, pero solo amenazan con movilizaciones contra los formadores de precios sin que rocen al gobierno, como si no fuera este quien los deja correr. Algunos han criticado el discurso de Batakis, pero ni siquiera plantean salir de la connivencia cómplice y su larga siesta, tanto la dirigencia cegetista, la más integrada, como las de las diversas fracciones de la dividida y devaluada CTA. Se sigue acumulando fuerza social para pelear por ello. Despuntan luchas importantes como las del SUTNA, la docencia riojana y la salud de Río Negro, desbordando a la burocracia o con nuevos dirigentes al frente. La Unidad Piquetera muestra que hay fuerza para luchar cuando hay un polo convocante. Y la unidad de acción con otros movimientos sociales promete actividades contra los embates antidemocráticos del gobierno nacional y los gobernadores. La masiva movilización del 9 de julio, convocada por el Frente de Izquierda Unidad y otras organizaciones de izquierda, sociales, ambientales y de DDHH, ratifican que el problema central no está en la gente, como nos quieren hacer creer los posibilistas al servicio del desaliento, sino en los dirigentes. Se impone entonces apoyar las luchas en curso, coordinarlas, exigir a las centrales sindicales que rompan la tregua y convoquen al paro y plan de lucha que hace falta. Y alrededor del enfrentamiento al ajuste fortalecer al MST y al FIT-U como alternativa política para pelear en todos los terrenos para que el pueblo trabajador imponga su propia salida a la crisis. Que tendrá que ser socialista, claro está.