Cuando cerraba la nota apareció una nueva carta de renuncia de Cristina su candidatura esgrimiendo el argumento de que está proscripta. En ella sostiene que se rompió el «pacto democrático» establecido hace 40 años con el advenimiento del actual sistema democrático. Que la suspensión de las elecciones de San Juan y Tucumán así lo demuestra y que los dos presidentes que aceptaron el programa del FMI (refiriéndose a Macri y a Fernández) no conservan «aptitud electoral». Habla de los niveles de pobreza del 40%, de los trabajadores pobres, etc. y no se hace cargo de nada.
Es la vicepresidenta. La persona con más poder dentro de la coalición del Frente de Todos. Habla como si, ocupando uno de los principales cargos gubernamentales, no tuviera ninguna responsabilidad en el desastre que atraviesa el país. Como si Massa, el ministro que aplica el plan del FMI, cuyos condicionamientos nos han llevado a esta condición extrema, no fuera el ministro bendecido por ella y el kirchnerismo.
Los argumentos de Cristina refuerzan nuestra idea de que hay que cambiar todo el régimen político. Un régimen que justamente viene desde hace 40 años imponiendo planes de ajuste, que ya sufrió un duro golpe con el Argentinazo del 2001 y el «que se vayan todos» y que la crisis actual viene a plantear la imperiosa necesidad de cambiarlo por otro al servicio de los trabajadores y el pueblo y no de la casta (Cristina, Macri y Milei incluidos) que gobierna este país, para defender los intereses del capitalismo «eficiente» como suele decir la vice.