Como todos los veranos desde el 2001 para acá, Argentina no transitó el arranque de este año con tranquilidad. Cuando parecía que el gobierno nacional tenía controladas las “variables macro” de la economía –dólar, espiralización inflacionaria, caída de reservas- la crisis se coló por el lugar menos pensado: primero la denuncia del fiscal Nisman y después su muerte, abrieron una coyuntura de conmoción política. La derivación inmediata fue que se instalara en el centro del debate nacional la naturaleza de los servicios de inteligencia del estado. Nunca desde la caída de la dictadura genocida en 1982, se había discutido a escala general, el rol del aparato de espionaje estatal. En ese contexto, quedaron claras las limitaciones de toda la política tradicional, ya que ni oficialismo ni oposición conservadora, plantearon ninguna medida para superar la descomposición del espionaje en el país. Por eso, la percepción popular es que en la causa Nisman y AMIA, la verdad se aleja todos los días. Ojo: no fue solo la política del régimen la que navegó sin rumbo. El FIT a través del PO planteó una salida institucionalista en la crisis colocando como centro la propuesta de “interpelación del gabinete en el Congreso”. Lamentable adaptación parlamentarista. Con independencia de esas posiciones más a derecha o izquierda, pero todas en los marcos del régimen político actual –de justicia subordinada al poder de turno y espionaje mafioso-, nuestra organización a través de Alejandro Bodart en particular, respondió positivamente con medidas de cuestionamiento general al sistema político y de apelación a la movilización social. Primero, disolución de la ex SIDE, y después Nueva CONADEP, como expresión concreta de la formulación de Comisión Investigadora Independiente. Por eso, con la relatividad del caso, nuestro partido se destacó con un planteo diferenciado, concreto y crítico del régimen frente a una crisis que se sigue desenvolviendo
Todo el mundo atiende su juego electoral
Aunque el deterioro de la economía continúa y su impacto social se hace sentir –en inflación y salarios-, la realidad es que toda la dirigencia sindical y el conjunto de los actores políticos del país están jugados a la carrera electoral. Por eso aunque hay expresiones de lucha y hay que mantenerse en alerta porque todo el andamiaje político es endeble, lo central es asumir que 2015 es dominantemente de transición electoral. El desdoblamiento en provincias y municipios, consecuencia del desmantelamiento de los proyectos nacionales del establishment coloca un desafío central: ante la apatía general ante las opciones tradicionales por parte de la gente, hay un campo de intervención para la izquierda muy importante. Lamentablemente, la necesaria unidad que demanda la situación y que nosotros planteamos con insistencia, improbablemente se dé este año. Hay responsables: Altamira y su FIT es uno, por su negativa sectaria y de autobombo a impulsar una mega-interna de toda la izquierda; y simétricamente, De Gennaro también en otro polo del amplio espectro del progresismo, que obstaculiza la confluencia política. Por eso, no tenemos dudas: el 2015 tiene que ser el año de fortalecimiento nacional de una nueva experiencia política en la izquierda como la que venimos construyendo desde el MST. Que se prepare para ser opción en el corto plazo impulsada por los vientos que soplan desde Europa, y la propia orientación de amplitud, diversidad y adecuación al siglo XXI. Con Alejandro Bodart, Vilma Ripoll y todos/as los referentes por cada una de las 22 provincias donde actuamos tenemos que multiplicar nuestra presencia militante en lugares de trabajo, estudio, barrio, en el reclamo social y siempre con nuestra visión crítica de la realidad, pero propositiva. Así arrancamos.
¿Por qué elegir siempre entre lo mismo y lo mismo? Mejor Bodart-Ripoll
Nuestra propuesta es integral por otro modelo, por otro “formato” de Argentina. Libre de corporaciones y profundamente independiente: sin Monsanto, Chevron, Barrick ni deuda externa. Un planteo que coloque en el centro gravitacional de su salida, el dar vuelta completamente el sistema de privilegios de la política, el sindicalismo y los negocios privados. Por eso decimos que estamos por un país sin “privilegios”: que los políticos se atiendan con sus familias en el hospital público y manden sus hijos a la escuela pública, que ganen el sueldo de una directora de escuela; que los sindicalistas por ley después de 2 mandatos tengan que volver a trabajar –y a cobrar la cuota gremial en los lugares de trabajo-; y finalmente, para democratizar en serio, implementar la elección de jueces y comisarios por voto directo de la gente. Finalmente, queremos ser categóricos: esta perspectiva es posible si existe una amplia movilización social –como condición “necesaria” pero no “suficiente”-, pero sobre todo, si construimos una herramienta de cambio político acorde a las necesidades de este tiempo: izquierda moderna, amplia, no-dogmática y unitaria con vocación de “hacerse cargo”. Bodart y Ripoll expresan como portavoces nacionales, esta propuesta.
Mariano Rosa