Con las elecciones presidenciales cada vez más cerca el gobierno está ante una encrucijada: o responde a las exigencias del gran capital y el imperialismo que le piden que baje el gasto público empezando por un ajuste en los salarios o, para evitar perder más votos, cede en algo a la presión de los sindicatos y sus bases que reclaman un cambio en el impuesto a las “ganancias” que paga una parte importante de los trabajadores.
Todo el mundo sabe que la economía argentina está en crisis, bajó la producción industrial, bajan los ingresos por alimentos, cesó la generación de empleo y se pierden miles de puestos, el déficit fiscal y la deuda pública crecen mes a mes. Sin embargo el gobierno, con medidas de restricción monetaria como el cepo al dólar, retención de exportaciones y freno a importaciones; y endeudándose con China (vía swap) o con colocación de bonos al 8% en dólares, logró este año mantener el dólar planchado, que junto con la caída del consumo y el parate de la industria han desacelerado el ritmo inflacionario comparado con el inicio del 2014.
Producto de esta “calma económica” la imagen del gobierno mejoró, mejoraron en las encuestas Cristina y el oficialismo, lo que se tradujo en una recuperación de los votos ya sea ganando algunas provincias o haciendo mejores elecciones de las previstas tiempo atrás. Paradójicamente esta recuperación lo ha puesto ante una disyuntiva de hierro: Por un lado lo presionan tanto el imperialismo a través del FMI para que ajuste y enfríe la economía, como los empresarios exigiendo que el gobierno le ponga un techo a las paritarias estatales que no supere el 25% y que establezca el techo también para los privados, que como dijo Méndez de la UIA no están dispuestos a dar más del 20%. A esta presión es la que salió a contestar en estos días Kicillof, quien dijo que debido a la desaceleración de la inflación (cosa que no reconocían hasta hace poco tiempo) no se “justifica” que los trabajadores pidan más del 25%, demostrando una vez más que a pesar del doble discurso progresista del kirchnerismo a la hora de cuadrarse, lo hacen siempre para el lado patronal.
Por otro lado está la presión de los trabajadores y los gremios, que empezando por los bancarios, camioneros y ahora hasta el oficialista Caló, reclaman un aumento en el piso del impuesto al salario. A esta presión también tiene que responder el gobierno, ya que no quiere perder más base electoral de cara a agosto-octubre y por eso luego de haberlo negado por meses, finalmente Kicillof salió con su resolución 3770 que pretenden presentar como una baja en el impuesto. Es un complicado laberinto para que paguen un poco menos los que ganaban más de 15.000 y menos de 25.000 en 2013 aunque muchos analistas burgueses sostienen que finalmente una vez aplicada, los trabajadores terminarán pagando más que en 2014, ni hablar cuando se efectivicen los aumentos por paritarias, allí se perderá el magro 5-6% que significaría en el bolsillo del trabajador en estos primeros meses.
Es que el gobierno aplicó aquella vieja estrategia de cambiar algo…para que nada cambie. Porque en primer lugar no se tocó el piso a partir del cual los trabajadores tributan este impuesto, sigue siendo $ 15.000 desde hace 2 años cuando la inflación superó el 70%, tampoco se tocaron las categorías, que establecen un aumento porcentual a medida que se gane más, de manera que cada vez se paga más con menores aumentos conseguidos. Esto es lo que reclaman los gremios, que se aumente el piso según la inflación y se modifiquen los montos de las categorías previas, cosa que el gobierno se niega porque esto significaría una merma en los ingresos a las arcas del Estado que con la crisis y el déficit creciente no pueden afrontar.
Desde el MST-Nueva izquierda decimos categóricamente que hay que eliminar todo impuesto al salario, en primer lugar porque el mismo no es “ganancia” como quieren vendernos desde la UIA hasta Cristina, la real ganancia es la que hacen los grandes empresarios cuando nos pagan el sueldo, sea este de 8.000, 15.000 o 30.000 pesos. Y esa es la ganancia que el gobierno no quiere tocarles. Por eso sostenemos que hay que hacer una reforma tributaria completa que implique: 1) Anular el impuesto al salario y el IVA a los productos de consumo popular, lo que realmente tendría un impacto en el bolsillo de millones y bajaría la inflación, 2) Imponer grandes y progresivos impuestos a las corporaciones, bancos y grandes fortunas, para que paguen más los que más tienen, 3) Gravar la renta financiera como hacen los países desarrollados, mientras que aquí no pagan un peso y 4) Aplicar una nueva y justa coparticipación federal, que reintegre a las provincias lo que aportan según su cantidad de habitantes y no que sea usada a discreción por el ejecutivo como ahora. 5) Cesación de pago y auditoría de toda la deuda externa que se lleva año a año miles de millones de dólares del presupuesto nacional y que pagamos los trabajadores con nuestros impuestos. Sólo así lograremos que el salario y los trabajadores no sean la variable de ajuste de la crisis y sean los grandes capitalistas los que paguen el costo de la misma, luego de años de cosecharla en pala.
Gerardo Uceda