Se acercan las elecciones nacionales y el fin de ciclo se juega en todos los terrenos. Gobierno y oposición, pelean por construirse un escenario lo más favorable posible para lo que se viene. La disputa por el control de la Corte Suprema de Justicia es, tal vez, la que muestra más claramente el carácter superficial de sus disputas. No hay proyectos antagónicos, ambos “bandos” buscan mantener una institución adicta y anacrónica. En la justicia también hace falta dar vuelta todo.
Una institución vieja, elitista y al servicio del capital
La Corte Suprema de justicia, lejos de representar la mayor reserva de justicia del país, como quieren venderla, es la demostración mas cabal de un régimen institucional construido para que la justicia sea administrada por un pequeño grupo de “notables” colocados en esa posición por el poder político y con carácter vitalicio. Por eso los “cambios” que se van produciendo en ella están directamente relacionados con los cambios de ciclo político en el país y es un reflejo más o menos contradictorio de las relaciones de las distintas facciones de la burguesía que se disputan el poder. La justicia bien gracias, son los árbitros del partido que juegan los poderosos, y en ese partido los fallos siempre son contra los trabajadores y el pueblo.
No solo es viejo el juez Fayt, es vieja la institución, es vieja la idea de que un puñado de juristas puede administrar la justicia cual si fueran dioses en el olimpo.
Gobierno y oposición se pelean por la corte, pero no les importa la justicia, les importa la composición que mejor cuide sus intereses.
Cambio de ciclo: barajar y dar de nuevo
En las democracias burguesas como la nuestra impera la idea de que los “poderes” se encuentran divididos para garantizar de esta forma que no existan absolutismos ni autoritarismos. Esta es la primera ficción que construye el capital, esa división de poderes se da sobre la base de que los tres deben cumplir con garantizar los derechos de una clase social por sobre las demás. Ejecutivo, legislativo y judicial tienen momentos de mayor tensión y momentos de mayor unidad en su funcionamiento, justamente, el momento político que el país atraviesa, donde está planteado un cambio en la conducción política, esa tensión se agranda y los distintos espacios disputan por el control del conjunto de las instituciones para “poder gobernar”, es decir, la división de poderes que tanto pregonan, es una ficción que en momentos de tensión sale a la luz y permite discutir los distintos proyectos y sus expresiones institucionales.
A nadie le importa Fayt, ni su edad, ni su condición mental. Los que lo “atacan” y lo “defienden” disputan en realidad por sus propios intereses, y tu opinión, a pesar de lo que digan, tampoco les importa.
Viejos vinagres, socios del poder, notables de la injusticia
La corte de los años kirchneristas estuvo cruzada por las mismas ilusiones, de repente por obra y gracia de la varita mágica de Néstor, la historia se reescribió y Lorenzetti ya no fue aquel peronista santafecino vinculado a la trata en Rafaela, ni Maqueda el peronista cordobés, vinculado a los sectores concentrados del campo. De la mano de Zaffaroni ya no importó la edad de Fayt, que ya estaba entradito en años cuando comenzó la “revolución nacional y popular”. Durante años esta misma corte fue motivo de orgullo para los enojados ministros que hoy amenazan con juicios políticos, que hace rato, terminan en la nada.
Vergüenza ajena da también, la defensa que hacen de Fayt los supuestos adalides del progresismo como Margarita Stolbizer, que acusa de destituyente al gobierno, que pone en dudas las “capacidades” del ancianísimo ministro de la corte. Como si fuera “progresista” el mandato vitalicio y la apropiación personal de los cargos del Estado sin importar nada más que la propia decisión. Si ese es el progresismo y la república que persiguen desde la oposición, queda claro que no hay nada “alternativo” por esos rumbos.
Un régimen podrido en todos sus poderes. Una pelea por dar vuelta todo
El régimen político argentino es la máxima expresión de la mentira del capital, no decidimos sobre la justicia, ni sobre la economía, ni sobre las leyes, ni sobre nada. Nuestros “representantes” se encargan de todo y poco a poco nos vamos dando cuenta de que lejos de representarnos a nosotros, representan sus propios intereses.
En el caso de la justicia, encontramos la máxima expresión de la falta de democracia. Jueces y ministros de la corte acomodan la justicia con el objetivo de cuidar sus lugares y favorecer a los que los designan (o a los que puedan agarrar la manija del estado).
Como socialistas, que peleamos por otra forma de organizar la sociedad, creemos que es fundamental que la administración de justicia pase a estar en manos de los trabajadores y el pueblo y no de un puñado de copetudos. Es necesario que la elección y remoción de los cargos se realice de manera directa, que se establezcan jurados populares y un control estricto de los recursos financieros que están a disposición de la justicia. Hay que terminar con las jubilaciones de privilegio, las exenciones impositivas y todos los privilegios del poder judicial, en el camino de dar pasos hacia una verdadera justicia. Justicia que no llegará de la mano de un gobierno y una oposición que sólo cuidan sus intereses.
Martín Carcione