Venimos de elecciones locales que van marcando el cuadro político del país. A la luz de los resultados, hay que sacar conclusiones para lo que se viene. En un contexto nacional con dos variantes similares jugadas a polarizar pero que no entusiasman, igualmente queda un espacio abierto. Ante el divisionismo de la izquierda sectaria, se confirma la tarea de ganar votos para nuestro proyecto político de Nueva Izquierda.
El país está inmerso en un momento clave, de cambios políticos. El establishment quiere un nuevo gobierno que aplique más ajuste y recorte derechos sociales con tal de sostener los altos niveles de ganancias del empresariado y la banca. Por eso apuestan centralmente sus fichas a dos candidatos del sistema, como garantía de continuidad.
En ese marco se dan luchas sociales importantes, entre ellas la de los choferes de la Línea 60, los metalúrgicos de Acindar en Villa Constitución, los docentes de la Provincia de Buenos Aires, las tomas de colegios secundarios en Capital. Son el anticipo de lo que se va a venir cuando el nuevo presidente intente avanzar contra el pueblo trabajador y la juventud.
Polarización entre socios, sin ganador nacional
Tras los resultados de Córdoba y Capital Federal se confirmaron datos políticos que ya mostraban las votaciones anteriores en Santa Fe, Salta, Mendoza y otras.
En primer lugar, se repiten triunfos de los oficialismos locales. Así lo vimos con el salteño Urtubey, el Frente Cívico en Santa Fe, Cornejo en Mendoza, Schiaretti en Córdoba y Rodríguez Larreta en Capital.
Lograron montar e imponer escenarios de polarización entre los principales candidatos del sistema en cada distrito. Todo a costa de multimillonarias campañas publicitarias, incluida la utilización de fondos públicos y la influencia de los grandes medios de comunicación.
El oficialismo nacional no tuvo buenos resultados. Los K aseguraron que estaban altos en Córdoba y quedaron lejos de la disputa. En Capital salieron terceros cómodos, desplazados por ECO afuera del balotaje. En las 11 elecciones realizadas hasta ahora suman, en promedio, sólo un 30% del electorado.
Sin embargo, las fuerzas opositoras tampoco pueden celebrar demasiado. El PRO ganó la Capital como era cantado, pero debe ir a segunda vuelta contra Lousteau. Hay que recordar que el macrismo viene de no llegar en Santa Fe ni en Córdoba. Ni hablar de Massa, ya que el triunfante Schiaretti es aliado de su contrincante De la Sota.
Kirchnerismo sciolista
Por el lado del Frente para la Victoria no todas son rosas. La imposición de Scioli como único candidato K, más allá de que Zanini vaya como vice, fue una definición controvertida.
Como sucesor de un espacio que se autodefine como nacional y popular, Cristina impuso a un referente ligado desde siempre al PJ tradicional y los poderosos de este país. La reivindicación de Menem ha sido el acto de mayor sinceridad política de Scioli en esta campaña.
Aunque en las listas vayan sectores con otros discursos y perfiles, todo el respaldo que logren será colectora de un político de derecha, que acompañó a Menem y luego a Duhalde. «Un hombre de las corporaciones», según decían ellos mismos hasta hace poco. Un proyecto similar al de Macri y ni por casualidad de independencia nacional ni de unidad latinoamericana.
El espacio a izquierda y el error de fragmentar
Pese a la gigantesca campaña para instalar polarización entre candidatos del sistema, una importante franja de la sociedad resiste esa presión y busca un cambio apoyando a la izquierda en sus distintas expresiones. Así se vio en las anteriores votaciones y también en las de este fin de semana.
Dentro de este proceso a izquierda, el FIT logra mayor espacio. Pero profundiza su equivocado sectarismo. Además de descalificar siempre al MST y otras corrientes que no integramos ese espacio, crece la división entre los propios socios del FIT. El PO y el PTS no sólo se enfrentan en una interna nacional feroz, sino que aun en los distritos donde van juntos hacen actos separados y donde logran cargos forman bloques separados.
El FIT rechazó nuestra propuesta de una gran coalición de toda la izquierda, única posibilidad de avanzar como opción de gobierno. Por eso cientos de miles terminan votando a candidatos del sistema porque no ven una alternativa fuerte para que la izquierda llegue a gobernar.
Todo lo que está pasando en Grecia y el triunfo del NO al ajuste sólo se explican porque allí gobierna una amplia coalición de izquierda, Syriza, que logró la unidad necesaria para desplazar del poder a los políticos capitalistas. Similar es el ejemplo de Podemos en España.
Por eso en la Argentina estamos construyendo esta Nueva Izquierda, unitaria y con vocación de gobierno. Encabezados por la fórmula presidencial Alejandro Bodart-Vilma Ripoll, en nuestras listas llevamos candidatos de 22 provincias. Y tenemos propuestas de fondo para los principales problemas del país.
Ahora la tarea planteada en cada lugar de trabajo, en cada escuela y universidad, en cada barrio, es lograr muchos votos para fortalecer este proyecto socialista, ecologista y feminista.
Guillermo Pacagnini