La derrota electoral del Frente para la Victoria está dejando el tendal. De la disputa en el justicialismo surgirán versiones recicladas, nuevos engaños y frustraciones para la juventud y el pueblo trabajador.
El fin del ciclo K y del liderazgo reconocido de Cristina abrió una caja de Pandora. De ella salen reacomodos, disputas por el poder, por mantener privilegios y por el futuro cambio de autoridades del Partido Justicialista. Está en debate quién comandará la «renovación», cómo se posicionarán hacia el nuevo gobierno y la nueva ubicación de los espacios kirchneristas.
Cacarean, pero pactan
Algunos ya se arrimaron sin tapujos al fogón de Macri y el ajuste. Varios gobernadores e intendentes justicialistas, entre los que se destaca Alicia Kirchner, aprovecharon la volteada y están despidiendo estatales. Otro caso emblemático es el del senador por Río Negro, Miguel Pichetto, que aplaude los despidos y los decretos de necesidad y urgencia de Macri. En Jujuy, Fellner está pactando con el gobernador radical Morales.
Los que picaron en punta fueron los intendentes bonaerenses K, con la excusa de recibir fondos para sus municipios. Como billetera mata lealtad, presionaron a su bloque legislativo -que lidera el camporista José Ottavis- para que le voten sin chistar el Presupuesto 2016 a María Eugenia Vidal. Y aunque unos pocos se opusieron al punto del endeudamiento, el bloque entero del FPV le aprobó a la gobernadora macrista su presupuesto, que es de ajuste a todo lo público. Es la versión bonaerense del pacto PRO-K que ya habíamos visto en la Legislatura porteña tiempo atrás.
Asado Siglo XXI
El primer intento reunificador lo motorizó Massa, con un asado en Pinamar, junto al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y el ex director de la Anses Diego Bossio. Aunque le bajaron el tono a la convocatoria, es un desafío al liderazgo de Cristina.
Massa pretende encabezar la reconfiguración del PJ con la política de «no obstruir sino proponer». Por eso va a Davos con Macri. Lo acompañan Bossio y Urtubey, quien ya en Diputados negocia con el PRO un bloque «PJ disidente». El salteño es quien más insiste en lograr «un peronismo competitivo y funcional» (al macrismo). Propone una interna para unirse con los Rodríguez Saá, José Manuel de la Sota, Mario Das Neves y otros «buenos muchachos». Y ahora sumaron al gobernador sanjuanino Sergio Uñac. Con este rejunte de ex menemistas y ex K dicen querer fundar un Peronismo Siglo XXI…
Por otro lado, reaparecieron Scioli e Insaurralde, planteando reconstruir el PJ siendo «responsables» con Macri.
Veremos si se ahondan o no los roces entre los que quieren una «renovación» y los K supuestamente «duros». Como en mayo vencen los plazos legales para renovar autoridades del PJ, harían el congreso partidario en abril. Se vienen tiempos de definiciones.
Cambiar algo para que nada cambie
«Los peronistas somos como los gatos: cuando parece que nos estamos peleando es que nos estamos reproduciendo», dijo el General Perón en una de sus frases más conocidas. La verdad es que desde su muerte sus partidarios se pelearon, se distanciaron, se amigaron y se volvieron a separar decenas de veces. En el justicialismo todo es posible.
Pero lo constante es el resultado de esas disputas: unos ganan y otros pierden, pero lamentablemente siempre se reciclan variantes procapitalistas y proimperialistas. Los altos dirigentes políticos, los barones del conurbano, los señores feudales provinciales, los punteros y los burócratas sindicales se reproducen, sí, pero como versiones recicladas de la vieja política, que cambian algo para que en lo esencial nada cambie. Y al final todos terminan pactando con el supuesto enemigo, como pasó en la Legislatura bonaerense.
Así cada crisis gestó nuevas trampas y frustraciones para los trabajadores, los jóvenes y el pueblo. Por eso ahora tampoco se puede esperar nada bueno de ellos, en ninguna de sus variantes. No te dejes engañar: es hora de construir algo distinto.
Una reflexión hacia los honestos simpatizantes K
Durante los 12 años que gobernó, a veces más, a veces menos, el kirchnerismo contó con apoyo popular. Para muchos jóvenes, trabajadores, intelectuales y sectores medios, Néstor y Cristina encarnaron algo nuevo, un proyecto político realmente nacional y popular, que por momentos hasta se plantaba diferenciado del viejo PJ.
Como es sabido, no compartimos esa visión y hemos polemizado frente al gobierno del FPV, a sus políticas que consideramos equivocadas y al relato oficial. Y reafirmamos que Scioli es tan funcional a las corporaciones como Macri, hecho que ayudó a abrirle la puerta a este último para llegar al poder. Desde ya, todo balance es materia opinable y podemos seguir intercambiando opiniones al respecto.
Pero ahora el presidente es Macri y las corporaciones gobiernan de manera directa. Frente al ajuste, los despidos y la represión no podemos «darle tiempo a ver qué hace». Por eso proponemos la más amplia unidad de acción contra el plan macrista. Por eso apoyamos a los trabajadores del Centro Cultural Kirchner contra los despidos, a los compañeros del Grupo 23 de medios K por el pago de sus salarios y a Víctor Hugo Morales ante su injusto despido. Y seguiremos actuando así para defender todo derecho o conquista social que Macri y sus socios pretendan arrancar. Pero queremos invitar a la reflexión en el plano político.
Dirigencia con agenda cerrada
Si bien en muchos conflictos nos encontramos codo a codo con militantes K enfrentando juntos las medidas del macrismo, las cúpulas políticas y sindicales del PJ y el FPV tienen otra agenda. Muchos de esos gobernadores e intendentes despiden y ajustan igual que el PRO. Otros pactan con el gobierno, como en Provincia de Buenos Aires: más allá de los discursos, todo el bloque del FPV -incluido Ottavis- le aprobó a la macrista Vidal su presupuesto de ajuste.
En vez de organizar la resistencia a la ofensiva de Macri, la burocracia sindical defiende sus privilegios y su caja de las obras sociales en un pacto social de hecho para cuidarle la «gobernabilidad». Y ni una sola agrupación K fue a apoyar a los obreros de Cresta Roja contra los despidos, ni a la marcha unitaria a Plaza de Mayo contra la represión policial.
Las estrategias que delinea esa dirigencia se limitan a disputar la conducción del PJ: un aparato que es parte de la vieja política de siempre, la de los privilegios, los punteros y los pactos, en donde las bases no deciden. Por eso, a esta altura de la historia, la pretensión de «cambiarlo desde adentro» no es más que una ilusión. Aun en crisis, de la estructura del PJ no es posible esperar nada realmente progresivo: es un partido del sistema, defensor de las corporaciones y el capitalismo.
Para avanzar en el camino de la independencia económica, la soberanía política y la justicia social hay que construir una nueva herramienta política, por fuera de las variantes del PJ: una gran coalición de toda la izquierda y el verdadero progresismo, en donde podamos convivir distintas expresiones políticas y tradiciones, en base a un programa antiimperialista, anticapitalista, en el camino de una salida socialista para nuestro país.
Rubén Tzanoff