El 4 de marzo la policía arrestó al ex presidente y máximo líder del PT, Lula da Silva, para llevarlo a indagatoria. Un senador de su partido, ya preso, habría incriminado a él y la presidenta Dilma Rousseff en el esquema de sobornos entre grandes constructoras y la petrolera estatal Petrobras que investiga un juez federal.
La causa inició el año pasado y ya están condenados importantes empresarios y funcionarios, como Marcelo Odebrecht, CEO de la mayor constructora brasileña, y Joao Vaccari, ex tesorero del PT. Decenas más están procesados o investigados, como el actual presidente de Diputados y el ex jefe de gabinete de Lula.
Dilma, Lula y el PT intentan mostrarse víctimas de una campaña de la derecha. Es cierto que la oposición derechista y los grandes medios aprovechan la causa para impulsar la destitución de Dilma e ignoran los igualmente graves casos propios de corrupción. Pero en los últimos 13 años el PT administró los intereses de sus principales aliados: banqueros, constructoras y el agronegocio. Esa relación de mutuos favores Estado-empresas siempre genera corrupción. Es una constante del capitalismo.
Ante la crisis económica que golpea Brasil, Dilma viene aplicando un brutal ajuste al pueblo, en acuerdo con la oposición. Ese giro a derecha fue la tónica de los gobiernos de la región y provoca la desilusión de grandes sectores y el crecimiento de opciones más derechistas.
Las masivas marchas contra el gobierno del 13 de marzo fueron apoyadas por la oposición de derecha, pero pueden volverse contra ella. Las inéditas condenas a altos ejecutivos sólo se explican a partir del proceso de movilización iniciado por la juventud brasileña desde junio de 2013. Y la dinámica de la lucha va contra la corrupción de todo el régimen.
Reproducimos la declaración de Luciana Genro, dirigente y ex candidata presidencial del PSOL, ante la detención de Lula: “Estamos ante una crisis grave, económica y social, sumada a una situación política en donde la corrupción y los intereses empresariales son la marca dominante de la política. La denuncia de Delcídio Amaral, ex presidente de la bancada del PT en el Senado y hoy preso, si fuera real, indica que es verdad lo que sospechábamos: el vínculo y compromiso sin excusas de Lula y Dilma con las grandes constructoras como Odebrecht y Camargo Correa. Muestran también lo que ya dijimos en 2003: la cúpula del PT abandonó la izquierda hace años.
“Es lamentable que un líder histórico como Lula haya dejado de ser del pueblo para aliarse con las élites, gobernar con ellas y recibir por eso cuantiosas comisiones y regalos. El PT, cuando surgió, fue una construcción necesaria e independiente. Hay millares de petistas honestos que no merecen esto. Y los actos de la cúpula alrededor de Lula y Dilma fueron un regalo para los reaccionarios, también denunciados por corrupción en sus gobiernos como el de São Paulo, Minas Gerais y Goias, con su neoliberalismo contra el pueblo. Apoyados en los medios de comunicación vendidos a esos intereses, usan esos instrumentos para intentar desmoralizar a la izquierda y atacar al pueblo.
“Sabemos que esa derecha siempre fue parte de los mismos esquemas (de corrupción) y quiere el poder para aumentar sus privilegios y aplicar el ajuste antipopular que Dilma ya comenzó. Quieren avanzar en las privatizaciones y en el desguace de los servicios públicos.
“Vemos que nuestra responsabilidad aumenta para construir una izquierda que no tiene miedo de decir su nombre y no se alía con las élites para gobernar contra el pueblo. Estamos construyendo una alternativa que rescata la izquierda coherente, independiente de la burguesía, para que sea un instrumento de lucha para que el pueblo tenga una herramienta que enfrente los ataques a su nivel de vida y a la corrupción de este sistema político podrido. Una izquierda que construya un campo que se convierta en una alternativa de poder que todavía no existe”.
Federico Moreno