Su visita permitió ver en vivo y en directo hasta dónde llega el servilismo de gran parte de la casta política oficialista y «opositora» de nuestro país. También las obscenas chupadas de media por parte de «comunicadores» de los grandes medios de desinformación. Y las mentiras de todos ellos sobre las supuestas bondades que traerá la acaramelada relación de Macri con el amo del Norte. Pero nunca en nuestra historia nos hemos beneficiado de las «relaciones» con los Estados Unidos. Y esta vez no será la excepción.
La Argentina pasó de ser una semicolonia inglesa a serlo de Norteamérica en la década del 50. La consolidación de este proceso se dio con el golpe gorila del ’55. Desde ese momento hasta la fecha, cada avance en el relacionamiento con esta superpotencia imperialista nos trajo aparejado un nuevo retroceso en el desarrollo productivo del país y en el nivel de vida del pueblo trabajador.
En 1976 la amistad de empresarios y militares con la embajada yanqui se plasmó en el golpe genocida y en un plan económico que avanzó en nuestra desindustrialización y dependencia, dejándonos de regalo la bola de nieve de la deuda externa. Ninguno de estos favores por parte de los militares le provocó a Norteamérica dudas a la hora de apoyar entusiastamente a los británicos en la Guerra de Malvinas.
En los ’90 con el menemismo, las «relaciones carnales» les permitieron a las grandes multinacionales que comandan los EE.UU. quedarse por monedas con todas nuestras empresas estatales, achicando nuestra capacidad productiva al mínimo y dejando en la calle a millones de trabajadores.
Durante la última década, pese al distanciamiento discursivo del kirchnerismo, nuestra balanza comercial con Estados Unidos siguió siendo desfavorable en más de 4.000 millones de dólares por año, se pagaron más de 200 mil millones de dólares por deuda externa y las corporaciones extractivistas y contaminantes avanzaron de manera extraordinaria.
Lo que nos dejará este nuevo enamoramiento
Nada bueno. Obama vino al país como parte de una contraofensiva de EE.UU. en toda la región para recuperar el terreno que ha ido perdiendo estos últimos años en relación a los BRIC1. Intenta aprovechar el triunfo de Macri, la crisis de Brasil y la del bolivarianismo en todo el continente para volver al ataque con una nueva batería de medidas dirigidas a profundizar la dependencia de nuestros países, entre ellas un nuevo Tratado de Libre Comercio (TPP o Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, ver recuadro), que de aplicarse terminaría de liquidar lo poco que queda de nuestra industria nacional.
Mientras tanto, el acuerdo con los fondos buitres inaugura un nuevo ciclo de endeudamiento que nos atará económica y políticamente a las exigencias de los organismos internacionales. Las tan soñadas «inversiones» serán a cuentagotas y cada una de ellas logrará sacar del país muchas más divisas que las que traerá, además de condiciones leoninas como las que tratan de esconder en el caso de Chevron. Se promoverá la mayor apertura posible de la economía a las importaciones yanquis, que ampliará aún más el desfasaje de nuestra balanza comercial y ocasionará mayor pérdida de empleos. Y algunos acuerdos de «cooperación», como los de seguridad y narcotráfico, les permitirán a las fuerzas de inteligencia estadounidenses volver a incidir en la formación ideológica y técnica de las fuerzas armadas del país, pese a la experiencia que vivimos en el pasado con la tristemente célebre Escuela de las Américas.
Sólo tenemos futuro como país independiente
Nuestro país es una semicolonia y debido al rol secundario en el mercado mundial que nos han asignado las potencias imperialistas que nos someten somos esencialmente proveedores de materias primas, sobre todo agropecuarias, aunque también de minerales y otros recursos. Esa misma dependencia nos ha impedido desarrollarnos industrialmente.
Si queremos avanzar tenemos que rechazar los cantos de sirena de todos los que nos llaman a profundizar las relaciones con los responsables de nuestro atraso e iniciar un camino que nos conduzca a una segunda y definitiva independencia.
Se impone para ello romper todos los pactos políticos y económicos que nos atan al imperio, desarrollando a la vez una integración de igual a igual con los países hermanos de América Latina y el resto del mundo. Lo primero es no pagar un solo peso más de una deuda externa que a todas luces es ilegítima e ilegal. Reestatizar todas las empresas que fueron privatizadas desde la década del ’90 en adelante. Nacionalizar la banca y el comercio exterior. Prohibir todas las actividades contaminantes. Realizar una profunda reforma agraria. Y utilizar todos nuestros recursos para reindustrializar el país. Poner en pie nuevamente el ferrocarril y la industria ferroviaria; reconstruir nuestra flota mercante y los astilleros; volver a darle impulso a la aeronáutica y a un gran plan de obras públicas que además de dar trabajo reactive todas las ramas de la economía. Impulsando con los recursos que sean necesarios la salud, la educación pública y el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Desde ya, un proyecto de este tipo solo podrá ser llevado a cabo por un gobierno de los que nunca gobernaron, de representantes genuinos de los trabajadores y el pueblo pobre de nuestro país. Al servicio de estos objetivos trabajamos desde el MST. Y te invitamos a sumarte para que cada día seamos más los que frente al servilismo de los de arriba demos la pelea para terminar con la dependencia. Para que seamos más los que enfrentemos al sistema capitalista que solo produce hambrientos y miserables, mientras soñamos con una Argentina y un mundo socialistas.
1 Brasil, Rusia, India y China, quienes junto a Sudáfrica son las cinco economías nacionales emergentes más importantes del mundo.