MST - Movimiento Socialista de los Trabajadores Lunes 27 de Agosto, actualizado hace 4 hs.

Corrupción sistémica. De Patagonia a Panamá

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El avance judicial contra Lázaro Báez ocupa el espacio mediático, pero la corrupción reina también entre los funcionarios y socios del gobierno macrista. Es endémica al sistema capitalista.

Día tras día vimos hasta el cansancio las imágenes del fiscal Marijuan paseando en helicóptero y las excavadoras buscando escondites en las extensas propiedades de Lázaro Báez. Y lo mismo con la escena de Martín Báez y otros contando millones de dólares en “La Rosadita”.
Los grandes medios celebran un supuesto fin de la impunidad y la corrupción K. Sin duda Lázaro Báez es un ladrón que debe ir preso, como muchos otros empresarios y ex funcionarios que se enriquecieron con la corrupción durante la última década. Pero la obstinación con esos casos busca ocultar que el gobierno Macri es tan o más corrupto que el anterior.
Sería interesante que recibiera la misma atención de los medios y la justicia el caso del actual intendente macrista de Lanús y ex secretario de Hacienda porteño Néstor Grindetti. Está denunciado por desviar fondos públicos adjudicados a la extensión del subte hacia empresas offshore en Panamá y cuentas bancarias en Suiza.
Sería interesante que la justicia investigue y los medios reflejen las empresas offshore del propio Macri. Esas empresas fantasma sólo existen para evadir impuestos, fugar capitales y lavar dinero de procedencia delictiva.
El dinero malvenido no es novedad para Macri. Su grupo se expandió de 7 a 46 empresas con contratos estatales durante la dictadura. Traspasó cientos de millones de dólares de deuda al Estado cuando Cavallo estatizó la deuda privada en 1982. Informes de la Auditoría de la Nación indican que en los ’90 sus empresas evadieron millones en impuestos. Hasta fue imputado por contrabando agravado de autos.
Algunos piensan que si gobierna un rico, no robará porque no le hace falta. Pero si Macri fue corrupto como empresario, ¿por qué actuaría distinto del otro lado del mostrador? La verdad es que los ricos se enriquecen robando, y, cuando gobiernan, roban más. Y como demostraron los “Panama Papers”, la corrupción es una característica del capitalismo en todo el mundo.

El capitalismo viene con corrupción

Se acostumbra entender la corrupción como una acción de algunos tramposos que transgreden las leyes del sistema social. Pero la corrupción está entretejida en el corazón del sistema. Es tan inherente al capitalismo como la explotación y la desigualdad. Esto es así porque el capitalismo funciona bajo el imperativo de la ganancia. Toda consideración ética, democrática, ambiental o lo que se subordina a la necesidad de aumentar la ganancia.
La fuerza motriz del capitalismo es la acumulación de riquezas, que se basa en la competencia entre empresas que buscan minimizar sus costos para disputarle el mercado a sus competidores y expandir su margen de ganancia. No hay moral ni ética: todo lo que aumente la productividad, reduzca costos e incremente ganancias es bueno para el capitalista. Todo lo que haga lo contrario es malo. Por eso los empresarios son todos explotadores despiadados. El que pretenda “tratar mejor” a sus obreros va a perder ante competidores más crueles.
Por eso también son todos, en el fondo, corruptos. Las leyes, de por sí hechas para favorecer las ganancias capitalistas, son, para ellos, relativas. El que logra saltearlas más hábilmente, gana en la competencia. El que acata las supuestas reglas de juego, se funde. Aunque a veces por presión de la movilización o fruto de disputas políticas algunos corruptos vayan presos, la mayoría de las veces las corruptelas son simplemente buenos negocios para el capitalismo.
Y en el Estado hay un entramado de connivencia con esos negocios, de los que participa todo el aparato estatal, incluida la justicia. Por eso los mismos jueces que garantizaron la corrupción en el período anterior ahora persiguen a Báez mientras cubren a los ladrones PRO.
La corrupción, que en el fondo no es más que un gigantesco robo al pueblo trabajador, sólo se puede combatir con cambios esructurales. Habría que empezar por acabar con los privilegios de la casta política: que todos los funcionarios políticos cobren como una directora de escuela, que tengan que rendir cuentas todos los años y que todos sus cargos sean revocables. Habría que democratizar todas las instituciones: que los jueces, fiscales y comisarios sean elegidos por voto popular y que sus cargos también sean revocables.
Que el pueblo elija, decida, y también controle. Habría que reestatizar los servicios públicos bajo el control de comisiones de trabajadores y usuarios. Los presupuestos estatales deberían ser elaborados con participación popular y fiscalizados con control social. Habría que suspender los pagos de la deuda externa e investigarla para acabar con esa estafa, y nacionalizar la banca y el comercio exterior para impedir la fuga de capitales y el lavado de dinero. Sólo atacando el problema de raíz podremos poner fin al flagelo de la corrupción.

Federico Moreno

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