El debate sobre el consumo, ya sea medicinal o recreativo de la marihuana, se refuerza diariamente. A continuación algunas opiniones para intervenir en el debate.
Sectores de la juventud (e incluso no tan jóvenes) pasan del simple consumo, que los expone a las redes narcos y la persecución policial, a la organización y la pelea por su derecho a decidir qué plantar y consumir. La pelea de las familias, con las mamás a la vanguardia, por la despenalización de la utilización medicinal fortalece esa tendencia.
Más derechos, menos negocios
Es evidente para el que quiera verlo que la penalización del consumo y autocultivo (cultivo para consumo personal) de marihuana, lejos de resolver algún problema, ha consolidado el recorte de derechos, fundamentalmente de la juventud.
La consolidación del mercado negro de las drogas, de la misma forma que la “ley seca” en Estados Unidos, sólo produce un desarrollo desmedido de las mafias y al mismo tiempo la estigmatización y mercantilización de un elemento de la naturaleza que lejos está de ser responsable del conjunto de males que se le imputan.
La planta de cannabis sativa, como tantas otras, es víctima de la fiebre mercantilizadora del capital, que ha decretado su ilegalidad y al mismo tiempo ha montado alrededor de su comerció ilegal un negocio multimillonario. Víctimas y victimarios se repiten como en tantos otros asuntos.
Por un lado franjas enormes de la juventud se relacionan de distintas maneras con las “drogas” en un contexto de prejuicios, campañas, mafias y persecuciones, expuestos al recorte de sus derechos más básicos, como por ejemplo el de decidir qué plantar y qué consumir. Por el otro lado un conjunto de instituciones legales e ilegales que interactúan para garantizar abundantes negocios y dispositivos de control social.
La despenalización del autocultivo y el consumo personal, representaría en ese marco un avance en derechos democráticos básicos y por el otro lado un golpe a los negocios clandestinos a plena luz del día.
Terminar con los mitos y desbancar la doble moral
Vivimos en una sociedad profundamente narcotizada, nos ofrecen por los medios masivos de comunicación drogas para todo, energizantes y calmantes, para los viejos y para los chicos. Nos venden que determinadas situaciones sólo se superan o mejoran consumiendo determinado producto o determinada marca.
El imperio del consumo construye mitos que embellecen algunas mercancías y castigan a otras, así por ejemplo, es legal desde el punto de vista del capitalismo que te rocíen con glifosato pero es ilegal plantar cannabis en tu patio sin afectar a nadie.
La doble moral del capitalismo fortalece el misticismo y la irracionalidad, por sobre una relación cada vez más armónica con la naturaleza, relación en la cual nuestro aprovechamiento de sus frutos no esté cruzado por la ideología del lucro. Donde no nos acerquemos al consumo de una substancia como un escape de una realidad que nos asfixia, sino desde el desarrollo pleno de nuestras capacidades y derechos, conscientes de sus efectos y los posibles daños y beneficios que puede traernos.
Medicina sí, mercancía no
Cuando un grupo de madres, que poco y nada tienen que ver con el estereotipo de joven drogadicto que instalan los medios, coloca en pleno centro del debate nacional, la despenalización del uso medicinal de la marihuana debido a sus múltiples ventajas y propiedades, se derriban muchos mitos y se fortalecen las características científicas del debate. Sin embargo, detrás de cada derecho conquistado, en el capitalismo hay alguien esperando para hacer un negocio. Creemos que es fundamental, tanto para el consumo individual y recreativo como para el consumo medicinal, que se prohíba a las farmacéuticas y las productoras de transgénicos, que ya se lanzaron a conquistar este “nuevo mercado”. Proponemos la investigación y el desarrollo estatal de medicamentos en base al cannabis y la despenalización y legalización de la planta, el autocultivo para consumo personal y junto con ello un endurecimiento de las persecuciones y los castigos contra los narcos y sus socios.
Terminar con el tridente narco: mafias, poder político y fuerzas represivas
¿Es posible pensar en el desarrollo masivo y extendido del consumo de una substancia ilegal, sin la participación y el ocultamiento por parte de las fuerzas de seguridad y el poder político? La respuesta categórica es no.
En cada uno de los barrios de nuestro país, en muchas de nuestras escuelas, operan verdaderas redes criminales que captan a miles de pibes desamparados y los transforman en soldados de un ejercito de muerte. Amparados y dirigidos por estructuras mafiosas imbricadas en las instituciones del Estado, estas mafias “invierten” en apoyos políticos y judiciales, para luego obtener su recompensa en zonas liberadas e incluso en la asignación de ciertos “trabajitos” especiales.
Es imposible pensar en golpear realmente al narcotrafico sin desmontar los elementos que le dan contención y resguardo y que lejos de estar en la clandestinidad, se expresan a plena luz del día.
Iluminar el negocio oscuro y desmontar el amparo estatal
Como primera medida hay que avanzar en la despenalización del consumo y el autocultivo, como una medida para correr el foco punitivo de los consumidores a los proveedores y redes de narcotráfico. Como segunda medida, hay que avanzar en la depuración y juzgamiento a todos los miembros de las fuerzas de seguridad relacionadas a casos de colaboración con el narco.
En cada uno de nuestros barrios se pueden colocar buzones de denuncia anónima, formar comisiones de vecinos que elijan y remuevan a los comisarios tonificando el control social de la seguridad.
Hoy, el Estado es parte del problema, por lo tanto, sin cambiar profundamente no puede ser parte de la solución. Proponemos la creación de una comisión independiente que investigue a fondo los nexos entre poder político y narcotráfico, con participación masiva de organizaciones de derechos humanos, sociales y comisiones barriales, porque es claro que el poder judicial esta involucrado en el negocio.
La recuperación de los barrios por parte de los vecinos, los trabajadores y la construcción de instituciones democráticas y diferentes a las actuales “vecinales” generalmente ligadas a los punteros que muchas veces son además los “transas” del lugar, es fundamental para desmontar las mafias. No se trata de una tarea fácil. Pero es clave para llevarla adelante contar con organizaciones y referentes que lejos de sumarse y ser parte del negocio estén jugados a enfrentarlo, los partidos tradicionales, o sus variantes ocasionales, están atravesados por estas mafias, no pueden de ninguna manera ser la solución, porque son parte del problema.
Por eso es fundamental para conquistar estos y muchos otros derechos el pasar a la acción y organizarnos en una herramienta política que, junto a muchas otras luchas y reivindicaciones, pelee por ampliar derechos y terminar con los negociados, pelee contra la represión y por la máxima libertad para la juventud, en fin, una organización que pelee por hacer posible lo necesario. Sumate a construirla con nosotros.
Martín Carcione