Un año de luchas y traiciones. Macri llegó al gobierno con la misión de normalizar el país para la expoliación capitalista. El plan ideal era de shock: devaluación, tarifazos, exenciones impositivas a las corporaciones, reducción del gasto social, reforma laboral y previsional para maximizar las ganancias patronales, y escalada represiva para imponer el paquete. Todo lo fue logrando a medias. A pesar de los votos del PJ en el Congreso y la definición de la CGT de “darle tiempo”, el gobierno chocó con la terca resistencia del pueblo argentino. A comienzos de este año, esa resistencia desbordó las calles y amenazó derrotar de conjunto el plan macrista. Aquellas jornadas del 6, 7 y 8 de marzo, en las que miles y miles ocuparon las calles, seguidas de un masivo 24 de marzo y el paro general del 6 de abril que los trabajadores le arrancamos a la CGT mostraron que sobraba fuerza para llevarnos puesto todo el ajuste del gobierno. Si ese movimiento no logró su objetivo no fue por falta de potencialidad, sino por las traiciones de los dirigentes.
Los mariscales de la derrota. En primer lugar, la CGT, que hizo todo lo posible por frenar la movilización. Sólo llamaron a acciones cuando se le hizo insoportable la presión de su base. Así llegó al acto del 7 de marzo en el que fue desbordada y echada de su propio escenario, obligada luego a convocar al paro del 6 de abril. Claro que éste sin acción callejera ni preparación fue para “descomprimir” y volver a la mesa de negociaciones con Macri y Triaca. Pero también el sindicalismo kirchnerista hizo su aporte. Entregó la lucha docente que terminó con un amargo sabor ya que daba para mucho más que el resultado que tuvo.
Policía bueno y malo. Sin embargo, la claudicación fundamental ha sido la del PJ, que auxilia al macrismo en el Congreso. Y de su ala kirchnerista que regula la protesta y canaliza a un sector importante que se moviliza, hacia el mismo PJ al que cubre por izquierda. Por la resistencia popular, y la necesidad electoral, el gobierno retrocedió hacia un plan de ajuste gradual, pateando las medidas más duras para después de las legislativas. La aparición del cuerpo de Santiago Maldonado generó una conmoción social que podría haber torcido el panorama electoral contra el gobierno. Y fue el kirchnerismo, en primer lugar, el que salió directa y alevosamente a frenar la movilización. En este caso, el FIT también se mostró más preocupado por los votos del domingo siguiente que por la necesidad de salir a la calle, y sumó al boicot de la movilización por especulación electoralista. Prueba irrefutable de adaptación parlamentarista, ajena a la izquierda.
Macri recargado. La seguidilla de traiciones y agachadas ayudó al gobierno a lograr el triunfo electoral de octubre. Este jugó el capital político acumulado sin demora, anunciando el paquete de reformas laboral, previsional y fiscal. Evalentonado con el resultado de las urnas desplegó su rimbombante política de “reformismo permanente” en todos los frentes. Sin embargo, no pudo lograr imponer relaciones de fuerza decisivas a su favor, y de hecho ese sigue siendo el límite más objetivo de Macri.
Error de cálculo y apuro de fin de año. Así las cosas, el GPS de Cambiemos viró hacia tratar de garantizar todas las iniciativas posibles antes de fin de año. Acordaron la reforma laboral con la CGT, que firmó vergonzante, y huyó a Roma para disipar (o intentar) el costo político, que por otra parte, ningún sector sindical quería pagar. Más todavía después de la masiva movilización unitaria del 29 de noviembre. Esta acción fue importante, aunque aislada. Recordemos que la génesis de esa acción estuvo forzada por nuestra propia iniciativa y el NMAS. Párrafo aparte para PO y ATE-Nacional. Ambos se jugaron a restarle importancia al 29 y centrar en “su” marcha, muy menor a la del 29. Nuestra intervención consistió en llamar a la unidad de todos los que decimos oponernos a esta andanada y tuvimos reacciones buenas.
Tiro por la culata y lección clave. Como no pudo con la reforma laboral, Macri buscó llegar al año nuevo con las reformas previsional y fiscal adentro. Pero el pueblo volvió a responder. Tenía a los gobernadores convencidos (según se dijo), tenía los votos asegurados, pero la movilización el 14 de diciembre fue gigantesca y desbordó las vallas que rodeaban al Congreso militarizado. La represión fue despiadada y cobarde, pero la bronca de la resistencia popular dio pelea durante horas, y los diputados vacilaron. En medio de los gases y las balas de goma llegó la noticia de que se había levantado la sesión, y miles de manifestantes festejamos el triunfo cantando “unidad de los trabajadores” y “ahora la reforma se la meten en el…” al unísono de una punta a la otra de Plaza Congreso. El 14 demostró que se le puede ganar al gobierno, al PJ y los gobernadores en la calle. El 18 volvimos en número aún mayor, y volvimos a enfrentar una feroz represión que dejó decenas de heridos. Esta vez se aprobó el robo a los jubilados, pero significó un triunfo que puede resultar pírrico para el gobierno, y fatal para el PJ.
No es reforma, es robo a los jubilados. Quedó evidenciado que la reforma es un robo a los sectores más vulnerables, se desenmascaró la brutalidad con la que están dispuestos a actuar contra quién sea para avanzar en esa estrategia. Esa noche, sectores medios, con cuya espalda el gobierno había logrado su base más firme, salió con sus cacerolas. El costo político ya es gigante, el desgaste del gobierno ya comenzó, y posiblemente ya no haya vuelta atrás. Para el PJ, el daño político es aún más profundo, su alevosa complicidad provoca una grieta entre sus despachos y su base social que incuba crisis política.
Un 2018 de luchas y desafíos. Hay un cambio político que recorre la coyuntura. Radica en la distinta relación del gobierno con el movimiento de masas, al que ya no ven sin desconfianza. Se abre una nueva coyuntura de desgaste del gobierno y crisis del PJ. Y claro: un salto de calidad en el desbarranque de la burocracia. El año que arranca traerá, sin embargo, la insistencia del gobierno con la reforma laboral y el resto del paquete de ajuste, además de la batalla salarial en las paritarias. Vamos a un 2018 de intensificación del proceso de lucha de clases. De gran oportunidad para aparecer y construirnos por la base. Desde el MST en Izquierda al Frente nos proponemos seguir impulsando la más amplia unidad en la lucha, y la construcción de una verdadera alternativa política desde la izquierda, que se anime a fijar como dinámica la ruptura y un nuevo escenario anticapitalista. Está todo dado para crecer.