El pasado 4 de marzo se realizaron elecciones generales en Italia. En el país mediterráneo, que tiene un sistema parlamentario, el resultado electoral confirmó y potencia la grave crisis que atraviesa su régimen político.
Por un lado, se hundió la centroizquierda gobernante del Partido Democrático (PD) que bajó del 40% en el 2014 a un miserable 19% o 23 % si se cuentan a sus aliados. Su ruptura de “Libres e Iguales” apenas superó el 3% de los votos1. Por el otro, fue golpeada su alternancia bipartidista, la formación Forza Italia del ex primer ministro Sergio Berlusconi que retrocedió al 14% y cedió el primer lugar dentro de los partidos de derecha a la Liga del Norte en franco ascenso electoral.
El resultado electoral con la formación Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo y Luigi Di Maio como minoría más votada, con un histórico 32% y una elección fuertísima en el sur pobre, la coalición de derecha formada por La Liga del Norte, Forza Italia y Hermanos de Italia que suma un 37% y el raquítico 23% de la alianza de centroizquierda, no permite que ninguna de las fuerzas en pugna pueda formar gobierno por sí sola2. Es muy posible que se prolongue una crisis (que siguiendo crisis similares de “formación de gobiernos” sucedidas en España o Alemania recientemente), termine en un “gobierno técnico” de transición hasta que puedan realizarse nuevas elecciones.
Por fuera de estos resultados la alianza de partidos anti capitalistas llamada “Poder al Pueblo” cosechó solamente el 1,06 % y la llamada “Por una Izquierda Revolucionaria” solo el 0,10 %, reflejando las dificultades de la izquierda anticapitalista para canalizar el enorme descontento con el viejo régimen político, dado los errores sectarios y oportunistas cometidos en el pasado, lo que ha hecho que partidos centristas como el M 5 Estrellas o la reaccionaria y xenófoba Liga del Norte, sean en la actualidad los que capitalicen la crisis abierta.
La polarización
Italia hace años que viene sufriendo una grave crisis económica como producto de las consecuencias del colapso global de la economía capitalista desatada en el 2008. Después de haber tenido un retroceso de su PBI en el 2012 y 2013, su crecimiento anual es paupérrimo (menos del 1%), tiene un 40% de desocupación juvenil y su endeudamiento que es uno de los mayores de Europa, abarca un 140% de su PBI. Tiene además 600.000 nuevos inmigrantes llegados en los últimos años.
El derrumbe de la centroizquierda gobernante del PD, que hasta hace unos años era la formación centroizquierdista más votada de Europa, sigue la línea del hundimiento general de la socialdemocracia europea y la liquidación de los viejos regímenes de alternancia bipartidista, que han garantizado los planes de austeridad, contra las conquistas del “estado de bienestar” y de los trabajadores europeos.
La falta de una alternativa revolucionaria que pueda canalizar estas rupturas ha generado procesos de polarización y surgimiento de nuevos fenómenos políticos. En Italia se han reflejado en el triunfo de una formación como el Movimiento 5 Estrellas con un “discurso” anti régimen y anti corrupción, contra los privilegios de los “políticos” tradicionales y la Unión Europea, aunque su programa plantea algunas reformas económicas para favorecer los productos italianos y cierta demagogia contra la austeridad, no cuestiona las bases capitalistas de la UE, ni a las multinacionales, no exige la cesación del pago de su deuda y esta contra los inmigrantes. Los principales medios europeos la califican erróneamente como “antisistema” y de izquierda.
En la otra punta se fortaleció la derecha más xenófoba y reaccionaria de la Liga del Norte, con un discurso anti europeo, que sumó cuatro millones de votos más desde su última elección.
Los debates sobre el resultado electoral
Curiosamente para los jefes del imperialismo europeo como Merkel o Macron, la elección italiana es un desastre para la Unión Europea, dado el hundimiento del viejo régimen y la votación mayoritaria hacia formaciones “antieuropeístas” como el M 5 Estrellas o la Liga del Norte. En eso coinciden con una parte de la izquierda europea para la cual, al no surgir una alternativa anticapitalista clara, en el marco de una etapa en que los pueblos de Italia (y toda Europa) han perdido muchas conquistas, ven el panorama muy negro.
Esta confusión en la izquierda ya tuvo en el debate sobre el Brexit un importante antecedente. La ruptura de Gran Bretaña con la Unión Europea impuesta por la votación del pueblo británico en un referéndum, fue desacreditada porque en esa elección se fortaleció políticamente una formación de extrema derecha y xenófoba, la UKIP, ante la posición pro europeísta de los conservadores y laboristas. En esa oportunidad las corrientes trotskistas y revolucionarias se dividieron en torno a qué postura adoptar.
A varios años de aquella votación puede observarse el inmenso golpe que sufre la burguesía europea y británica con el Brexit. Todas sus disputas y maniobras para intentar suavizar sus efectos sobre la estabilidad y negocios capitalistas, nos muestran con qué fuerza pega esta ruptura en esa superestructura imperialista y reaccionaria que es la Unión Europea. Estas crisis en las alturas no pueden sino favorecer, en la medida en que cuestionan los mecanismos centrales de dominación del enemigo, a la lucha de los pueblos de Europa contra los planes de ajuste de los banqueros.
El hundimiento del PD de Renzi y el achicamiento de Berlusconi, la masiva votación contra el viejo régimen y la UE, más allá de que las nuevas formaciones burguesas en el gobierno van a traicionar sus promesas en este sentido, la inestabilidad creciente al complicarse la posibilidad de formar gobierno, favorecen las luchas de los trabajadores y el pueblo de Italia contra las reformas liberales.
La debilidad que significa la falta de una alternativa revolucionaria de peso en el proceso italiano, origina distintas mediaciones y le da márgenes a la burguesía para tratar su crisis y continuar con sus planes de ajuste y contra los inmigrantes.
Pero estas contradicciones de la crisis de ninguna manera pueden concluir en un diagnóstico pesimista sobre las posibilidades abiertas. El movimiento obrero y el pueblo italiano están lejos de ser derrotados. Al contrario, la dinámica de la situación va a producir más luchas contra el ajuste en Italia y en Europa, y más crisis de las alternativas pro capitalistas. En ese proceso van a deteriorarse las opciones que tras un discurso progresista o de “izquierda” no quieran enfrentarse al régimen gobernante y llevar a cabo un programa anticapitalista.
La crisis italiana plantea la tarea de construir un fuerte partido anticapitalista amplio, como sucede en otras partes de Europa, y también una corriente revolucionaria al interior del mismo, que aprendiendo de los errores del pasado empalme con las luchas y los procesos de ruptura política que se desarrollan en la península mediterránea.
Gustavo Giménez