En la reciente cumbre del G20 realizada en Osaka, los representantes de los países del Mercosur, con Bolsonaro y Macri a la cabeza, firmaron con la Unión Europea un acuerdo de libre comercio que, de implementarse constituiría un salto en la colonización de nuestros países. Hay que parar este pacto neo colonial.
Ni «gran acuerdo» para el comercio y el desarrollo, ni gran «movida táctica» aprovechando las contradicciones de la UE y las disputas interimperialistas. Lo único de «histórico» de este tratado es que de avanzar en su implementación (tienen que votarlo antes el Parlamento Europeo y los congresos de los treinta y dos países involucrados) entraría en el
rubro de grandes pillajes coloniales como el tratado Roca-Runciman o la estafa de la eterna deuda externa.
Un modelo neocolonial
Entre sus puntos centrales, «el acuerdo acaba con el 91% de los aranceles que Mercosur imponía hasta ahora a los productos que llegaban desde Europa, un ahorro de hasta 4.000 millones de euros anuales para las empresas europeas. A la vez, la Unión Europea eliminará el 92% de sus aranceles actuales a productos del Mercosur.» (Diario 26, 20/06/2019)
Prometen una importante liberación del comercio para las exportaciones agrícolas del Mercosur, que serán en un 80% eliminadas de todo tipo de aranceles; y una liberación comercial para el 100% de las exportaciones industriales, pesando aranceles solo sobre un 20% de ellas. Mientras que los europeos obtendrán un 90% de liberación de productos industriales en un escalonamiento de 15 años.
Así, tras una falsa imagen de equidad y compensaciones, en realidad lo que sus defensores ocultan es la desproporción de la capacidad industrial, tecnológica y de la concentración capitalista de las multinacionales y estados europeos, con la que los países latinoamericanos no pueden competir.
El acuerdo otorga a las corporaciones todo tipo de facilidades para invertir en igualdad de condiciones con las empresas locales, tanto en el sector productivo como de servicios, en el ámbito privado como en los contratos del Estado, en las transferencias y asistencias financieras, en el comercio electrónico para que sus ventas por internet inunden nuestros mercados sin ninguna traba, en la inversión y extracción en metales raros, etc. Se ablandan todos los mecanismos de control y certificación (por ejemplo, podrían entrar, ante la falta de controles, productos que incluyan gran parte de su fabricación y componentes fuera de la UE, favoreciéndose las operaciones de triangulación), entre otras concesiones a los amos imperialistas.
De aplicarse el tratado caerían todas las protecciones del Estado hacia recursos estratégicos tales como el transporte marítimo, los servicios audiovisuales, energéticos, financieros. Se liquida el mantenimiento del poder de compra estatal como recurso para promover un desarrollo de la industria y la obra pública independiente. Se habilita el reclamo de patentes por parte de la UE, impidiendo el desarrollo de medicinas genéricas por parte del Estado, etc.
Concentración de capital para unos pocos y pobreza para la mayoría
Hay empresarios adalides de este proceso de «transformación» que advierten que podrían quebrar muchas empresas «no competitivas». Así lo han señalado el presidente de Fiat, Cristiano Rattazzi, o Grobocopatel, uno de los sojeros más grandes del país: «hay que permitir que haya sectores que desaparezcan», declaró recientemente.
También se han alzado voces de sectores que reflejan a negocios capitalistas locales afectados por lo leonino de la apertura pactada. Así lo refleja BAE Negocios del 28/06/2019: «El intercambio con Europa ya es muy deficitario (llegó a marcar un déficit de u$s 3.300 millones en 2013) y puede serlo mucho más»(…) «en la balanza manufacturera, que llegó a superar los u$s 9.000 millones de saldo negativo»(…) «lo que exportó Argentina a Europa el año pasado, un 59% fueron manufacturas agropecuarias de bajo valor agregado.»(…)»De las importaciones, en cambio, un 92% fueron manufacturas elaboradas con alto valor agregado.»
«El acuerdo que Macri quiere apurarse a suscribir, por lo poco que saben los empresarios, no ofrecería a los productores argentinos de alimentos suficiente acceso al mercado europeo como para neutralizar los ingentes subsidios que refuerzan la competitividad de los agroalimentos del Viejo Continente, estimados en 110.000 millones de dólares por año.»
La disputa interimperialista por la plusvalía mundial
En la reciente Cumbre del G20, bajo las formas de «proteccionismo» o de impulso al «libre comercio», que se expresaron en las negociaciones y peleas entre EEUU, China, la UE, Japón, etc., lo que se estuvo disputando es quién se queda con mayores tajadas de la explotación de los trabajadores y los pueblos del planeta. Este acuerdo neocolonial es hijo de esa fuerte disputa interimperialista por la ganancia capitalista.
Las consecuencias de estos planes son la destrucción de una parte de las fuerzas productivas locales, la concentración cada vez más monopólica de los capitales, el desempleo, la baja salarial, la pobreza, la flexibilidad laboral, destrucción del sistema previsional y de todo salario social, acompañada de una fuerte depredación ambiental, con tal de aumentar los márgenes de ganancia capitalista.
Movilizar para frenar la ratificación del acuerdo
Cristina anhelaba en el 2014 que se pudiera concretar el tratado con la Unión Europea. Sus presidentes y ex presidentes de centro izquierda amigos como Evo Morales o Pepe Mujica han festejado su firma reciente. Ahora, oportunismo electoral mediante, Alberto
Fernández, Kicillof, Máximo Kirchner, han salido a criticarlo. Lo mismo han hecho la mayoría de dirigentes sindicales que han dejado pasar los ajustes de Macri y apoyan la fórmula Fernández – Fernández. Que declaren su disconformidad no debe despertarnos
ninguna confianza. Son los mismos dirigentes que recientemente reunidos con los funcionarios del FMI han manifestado su voluntad de «renegociar» y «pagar» la ilegítima deuda externa argentina.
Son los que defienden, con el argumento de normalizar nuestra situación con los inversores capitalistas, el pago de miles de millones completamente ilegítimos al Club de Paris (en el caso de Kicillof), y que le dieron quorum a Macri para que le pague a los fondos buitres. Los que han hecho un frente con los dirigentes y gobernadores del PJ que le han permitido gobernar a este gobierno y le votaron entre tantas cosas, el Presupuesto 2019, que consagra el impagable nuevo acuerdo con el FMI.
Aunque en las últimas horas los medios advierten sobre las objeciones de Macron y el «error» de Macri de presentar como terminado un acuerdo que necesita múltiples negociaciones más, no debe minimizarse este intento por someternos a un convenio de
hambre y entrega.
Solo la movilización de los trabajadores y los pueblos, como la que logró parar el ALCA, podrá frenar este nuevo intento de rapiña imperialista, e imponer un programa anticapitalista que, como propone el MST en el FIT Unidad, arranque de la ruptura con el FMI, nacionalice la banca y el comercio exterior, para desarrollar un modelo de desarrollo independiente, al servicio de las mayorías populares.
Gustavo Giménez