El planeta vive una experiencia insólita para las últimas generaciones. La pandemia unifica la experiencia a escala masiva por esa vía globaliza la política. El proyecto civilizatorio del capital se exhibe vulnerable. La autoridad del sentido común que lo sostiene se erosiona. El campo de acción para nuevas ideas se amplía. En este artículo hablamos de cómo construir una relación social y humana amigable con la naturaleza.
Escribe: Mariano Rosa
Posiblemente la mayoría de las personas adhieran a la idea de actuar contra la contaminación, evitar la depredación de la naturaleza y modificar las consecuencias dañinas para la salud de lo que comemos. Este consenso que, de alguna manera refleja un avance de conciencia muy positivo, explica que desde los centros del poder capitalista produzcan ideología para responder a esa aspiración. Es la razón de ser de las “cumbres del clima” que promueve la ONU, del “capitalismo verde” como propuesta (la idea de la auto-regulación del sistema para mitigar los impactos), o variantes de colectivos que plantean reformas en los marcos del sistema o salidas de tipo individual o de coexistencia en comunidades del buen vivir, pero sin enfocar el eje en desmantelar el capitalismo como proyecto general. En ese contexto, nuestra lucha de ideas se orienta a explicar las condiciones para erradicar la depredación socioambiental como fenómeno que a esta altura cuestiona la vida humana sobre el planeta. Una de las claves radica en la planificación democrática de la producción, consumo y reproducción social. Naomi Klein, editó un libro el año pasado que se llama “Plan B por el planeta” y allí resalta la necesidad de recuperar “el arte de la planificación económica contra los ataques del liberalismo”. En fin, sobre esto entonces queremos aportar una serie de comentarios: las condiciones para una transición pos-capitalista, pos-extractivista hacia una forma de producir sin violentar los ecosistemas y enfermar a las personas.
La anarquía del 1 %
Los socialistas no negamos la propiedad en general –es una falsa imputación. En realidad, rechazamos la forma de propiedad predominante y origen de todas las distorsiones bajo el capitalismo que es la propiedad privada sobre los principales resortes de la economía. Es decir: el control de la tierra, de la energía, del transporte, de la banca, del comercio exterior de los grandes complejos fabriles, bajo las condiciones de propiedad exclusiva de un minoritario grupo de personas, de una minoritaria clase social que toma decisiones en función de la acumulación propia, es el origen de todas las tragedias sociales. Más aterrizado todavía: bajo el capitalismo, las decisiones de la economía se toman en función de la rentabilidad que promete tal o cual rama de la producción, el consumo o la especulación financiera (sobre todo). Por eso, la racionalidad del capital hace que grandes masas de dinero se desplacen entre actividades disímiles entre sí: hoy puede ser la industria de la tecnología digital, mañana la soja transgénica, pasado los bonos de la deuda argentina y otra vez los autos eléctricos. Esas decisiones están separadas de las necesidades sociales mayoritarias. No tienen como estímulo básico, lo que hace falta a escala social. Más bien, su fuerza motora es la ganancia proyectada en tal o cual rubro de inversiones. Adicionalmente, opera un factor más distorsivo todavía, que incluso modela las reglas del consumo: la publicidad capitalista que fomenta necesidades artificiales para potenciar no la educación social en beneficio del conjunto de las clases sociales, sino para multiplicar alicientes a tener más y más de lo que ofrece el mercado capitalista. Todo el circuito está subordinado a la acumulación clasista del 1 %. Otra vez: el origen de esta tragedia es la forma de propiedad exclusiva de los resortes clave de la producción. Claro, los socialistas nos oponemos a este esquema.
De todos lo que afecta a todos
Contra la propaganda anti-socialista de los apologistas del libre mercado, nuestra posición tiene dos ejes:
Defendemos la propiedad social, colectiva.
Los resortes que proponemos socializar, son los nudos estratégicos de la economía (la tierra, la banca, el comercio exterior, la gran producción industrial).
La apropiación social, colectiva, de los medios estratégicos de la producción es la condición necesaria para la planificación democrática. Vale decir: desplazar la soberanía económica y política, el poder de decidir del 1 % al 99 %, ya que para nosotros el carácter democrático de la planificación de la economía tiene que ver con la intervención directa de la clase trabajadora. A partir de ahí, las prioridades, la orientación general de la economía y también, la relación con la naturaleza pasa a ser debate colectivo, social, democrático en serio.
Junto con la apropiación colectiva como vértice inicial para planificar democráticamente hay una serie de medidas más, que son cruciales para una transición pos-capitalista hacia un modo de producción (eco) socialista:
Reducción de la jornada laboral y reparto de las horas: estas dos medidas combinadas aseguran el derecho social a trabajar, y multiplican el tiempo libre social (obvio, con un salario equivalente al costo de vida).
Innovación tecnológica: fundamental para alivianar la carga social del trabajo. En nuestra lógica socialista, la ciencia aplicada tiene que servir para ganar tiempo libre social, no para reemplazar personas por más máquinas.
Abolición de la publicidad capitalista: es de las industrias más perjudiciales para la naturaleza y la salud pública. Clave en la exacerbación de lo que Marx hermosamente definió como “fetichismo de la mercancía”. Nuestro planteo es reemplazarla por el derecho social a la información pública, con una real democratización de los medios de masas.
Suplantar la obsolescencia programada: en la modalidad capitalista actual, la industria produce bienes para ser vendidos, pero, además, de durabilidad acotada. Esto es así para reducir los ciclos de rotación del capital, y valorizar más rápido. Nuestra apuesta es a ampliar la durabilidad de las cosas necesarias, que concentran inversión social de trabajo y naturaleza. Para esto, inversión pública potente en investigación y ciencia aplicada con estos propósitos.
Prohibir ramas de la producción depredatorias: toda la matriz extractiva está asentada en modalidades de producir contaminantes y sin ningún sentido social positivo. Nuestra propuesta es prohibirlas: megaminería, fracking, agronegocio, cementación urbana anárquica y especulativa.
Atreverse
Este conjunto de ideas, parciales, son un esquema aproximativo del proyecto por el que luchamos en el terreno socioambiental. El control de la relación con el entorno ecosistémico es un asunto profundamente político, de relaciones sociales de fuerza y de estrategia revolucionaria. Sin expropiar al 1 %, la dictadura de esa minoría anti-social y anti-humana va a continuar propagando desastres. Por eso, la pandemia que amplifica las contradicciones del capitalismo, a la vez coloca a escala de millones el debate sobre “qué hacer” o “cómo seguir”. Este duro aprendizaje de masas, como en los grandes puntos de inflexión de la historia, obliga a ser más valientes y audaces que nunca para intervenir con nuestro programa de futuro, nuestro puente de transición para recuperar para todos lo que es de todos, y para reorientar la vida social en una perspectiva opuesta al capitalismo. Militar por este proyecto, activar construyendo organización política para esa revolución social urgente es el verdadero antídoto contra el peor de los virus: el escepticismo de los que se conforman las vacilaciones de los que se resignan a “mejor poco pero seguro”. Es hora de replantearse todo, pero con perspectiva (eco) socialista. Estos cambios requieren sujeto político, activo, jugado, apasionado y construido con acumulación previa. Ese sujeto es la organización política nacional e internacional que construimos con la Red Ecosocialista, el MST y la LIS.