Se cumplió un año. El viernes 19 se cumplió un año desde que la pandemia llegó al país y Alberto Fernández decretara la cuarentena. Fue la única respuesta improvisada por un gobierno que venía con un diagnóstico sanitario alejado de la realidad. Solo basta recordar al ex ministro Ginés que primero la negó, luego la subestimó y finalmente fue desbordado por la “primera ola”. Sin testeos masivos y oportunos, sin refuerzo presupuestario cualitativo y sin la inversión necesaria en personal, salarios e infraestructura y mucho menos un un sistema único de salud, los casos fueron aumentando de manera progresiva al principio y exponencialmente después. El tan mentado aplanamiento de la curva de las primeras semanas, sobre el cual nos daba cátedra el presidente, se fue desvaneciendo al ritmo del de la flexibilización de la cuarentena, que se desgranaba por la apertura de las actividades económicas exigidas por las patronales desde arriba. Y la falta de apoyo económico real y suficiente para lxs trabajadorxs y los sectores más vulnerables hizo que mucha gente tuviera que salir a buscar algún ingreso exponiéndose al riesgo. El equipo de salud fue claramente una variable de ajuste; a expensas de su salud y muchas vidas se evitó un colapso global del sistema.
Malos resultados sanitarios. La evolución de la pandemia no fue la prometida desde el gobierno. El supuesto éxito dejó paso a la realidad: nuestro país siempre muy cerca del top ten mundial. Sobrepasamos largamente los 2 millones de infectados y somos uno de los 13 países del mundo en superar las 50 mil muertes y peor aún, estamos entre los 20 países con mayor mortalidad por millón de habitantes. Estos datos explican por qué las conferencias magistrales de Alberto se fueron espaciando hasta desaparecer. El sistema de salud se vio sobrecargado durante meses, su personal al que cínicamente llamaban héroes se infectó, desgastó y muchos murieron sin recibir las medidas de protección adecuadas ni salarios dignos. El sistema se sobrecargó y se agravaron sus problemas estructurales. Hubo provincias que directamente llegaron al colapso durante semanas. A un año el número de casos nunca bajó lo suficiente, pasamos un rebrote y persistió una alta meseta que supera los 8 mil casos diarios, con más de 150 muertes diarias y una ocupación de camas superior al 50-55% al sumarse las enfermedades “no Covid”.
La economía, de mal en peor. No hay discusión sobre que la pandemia motorizó la crisis económica mundial más grave desde los inicios del capitalismo y su profundidad, duración, consecuencias y posible salida están sin horizontes claros. En nuestro país las consecuencias han sido peores y más profundas. La recesión ya llega al 19,5% de caída del PBI, similar a la del 2001, cuando en el resto de la región orilla el 10%. El aumento de la pobreza supera el 10% abarcando a más del 40% de la población. La inflación trepa al 4% mensual y el endeudamiento no para de crecer a pesar de los pagos puntuales al FMI. El gran perjudicado como siempre es el sector más pobre del pueblo y lxs trabajadorxs, mientras que los grandes grupos agro exportadores se benefician con el precio en alza de la soja, el trigo y el maíz y el resto de las patronales fueron subsidiadas. Las ganancias se privilegiaron sobre la salud.
La derecha y los empresarios nefastos. Posterior a las 3 iniciales semanas de unidad en las alturas, disciplinada en torno al manejo de la pandemia por el gobierno, la derecha sacó sus garras. Y liderada por Cambiemos se lanzó a las calles de manera irresponsable a exigir la apertura económica, a cuestionar la cuarentena sin propuestas y hasta proclamándose neciamente “antivacunas” cuando no había ningún desarrollo de las mismas. Su objetivo es claro y funcional al gran capital, exigir el normal funcionamiento de sus empresas y negocios al costo de la vida y salud de los trabajadores y el pueblo todo. Claro que también buscan capitalizar el desgaste del gobierno con la mira puesta en las elecciones y plantearse como alternativa ante las franjas que se decepcionan con una realidad que desnudó el doble discurso.
El gobierno en baja. Lejos quedó el triunfalismo inicial del presidente y el Frente de Todos. De prometer priorizar la salud por sobre la economía, fue cediendo en un doble discurso a las presiones del empresariado y la derecha, abriendo la economía cada vez más y más. Los pobres resultados sanitarios sumados a los pésimos en economía arrinconan a un AF que en vez de invertir en salud sigue pagando cientos de millones de dólares periódicamente al FMI para dar señales de buena voluntad. Su imagen se desgasta conforme aumenta la bronca popular por el ajuste y la inflación. Su último discurso por cadena nacional ha sido elocuente: un presidente deslucido nos relató, con más cinismo que resignación, que se viene la segunda ola, que no habrá vacunas suficientes para hacerle frente, que encima se viene la cepa de Manaos y como única propuesta reiteró el llamado a la responsabilidad individual y el autocuidado.
La burocracia en la vereda del gobierno y las patronales. Ni antes ni durante la pandemia la dirigencia de las centrales y las cúpulas sindicales llamaron a medida de fuerza alguna. Transando con las patronales, funcional o integrada al gobierno, la burocracia sindical, aunque evitó la unificación de las medidas y los necesarios paros generales, aumentó su desprestigio. Por ellos los canales de la lucha, primero del equipo de salud y los sectores que pelearon por su fuente de trabajo y luego en muchas de las ramas abiertas, transcurrieron por las autoconvocatorias e iniciativas del sindicalismo combativo. Y potenciaron a nuevas direcciones que despuntaron desde abajo. Tendencia que seguirá en el próximo período y cuyo apoyo y unificación debe ser tarea de los luchadores y la izquierda.
Las propuestas del MST y la izquierda. Con propuestas alternativas al gobierno y repudiando a la vez las propuestas reaccionarias de la derecha desde el inicio de la pandemia, la realidad nos dio la razón y nuestras medidas se verificaron como posibles y necesarias para combatir la crisis y la pandemia. Los testeos masivos acompañando a la cuarentena. La necesidad de un subsidio acorde a la canasta familiar para asegurar el ingreso de los que no tenían trabajo estable en base a un impuesto real a las grandes ganancias y fortunas, no la payasada del aporte solidario e inexistente promovido por el gobierno. Denunciamos la falta de inversión y recursos en salud y planteamos la necesidad de un Sistema Único de Salud universal, estatal y gratuito, bajo control social. Y hoy insistimos en que además de estas medidas que aún conservan toda su vigencia, para enfrentar la segunda ola es imprescindible anular todas las patentes sobre las vacunas para permitir su producción en gran escala y a un precio accesible y que no se debe pagar un dólar más de deuda sino volcar esos recursos a la salud y garantizar trabajo pleno y salarios dignos para todo el pueblo trabajador. Se necesita movilizar para imponer estas medidas, como parte de un programa alternativo obrero y popular. Seguir impulsando el sindicalismo combativo y construyendo una alternativa política para salir de la grieta por izquierda.