Se conoció el último Informe de Cambio Climático de la ONU, elaborado por el IPCC. Ya no hay lugar para los negacionistas. De manera contundente se expresa que la actividad humana, o más bien capitalista, ha calentado la atmósfera, los océanos y la tierra.
Escribe: Nadia Burgos
Los cambios provocados no tienen precedentes, son tan generalizados y de manera tan veloz que en algunos casos, como los daños en océanos y capas de hielo, son irreversibles por milenios. El aumento de la temperatura media que genera los eventos climáticos extremos, como las sequías históricas del Paraná; las tormentas intensas con grandes inundaciones como las que recientemente se vivieron en Europa y Asia; los incendios como los de Grecia o las olas de calor como las de Canadá, son las expresiones directas de estos cambios.
Estas caracterizaciones del momento actual se tiñen de alerta roja cuando se evalúan las proyecciones. Si seguimos tal y como hasta ahora, para el 2050 el nivel de calentamiento global sería de entre 1,5 a 2 grados. Esto generaría consecuencias devastadoras para nuestras vidas.
Frente a esto, los “expertos” nos recomiendan las mismas recetas que se impulsan hace años: reducir las emisiones de carbono y metano. Esta receta se intenta al menos de manera formal desde el acuerdo de París en 2015, que impulsaba sostener durante todo el siglo una temperatura de calentamiento de 1,5 grados. En conclusión, sostener los niveles de emisiones de carbono y metano dentro de lo “aceptable” para revertir el crecimiento de hasta 4 grados que se alcanzaría a finales de este siglo si nada cambia.
Si bien este acuerdo está vigente, los Estados y las corporaciones lo cumplen poco. Los mecanismos de compra y venta de capacidad de emisión son una de las medidas adoptadas para sortear el acuerdo, cuando no es desconocido directamente. Ejemplo de esto es Estados Unidos, que durante la administración de Trump salió del acuerdo y en las otras presidencias negocia cupos de emisiones con países “menos contaminantes”. Incluso, para los capitalistas verdes, no alcanza solo con reducir las emisiones, el acuerdo de París también insta a los Estados a generar mecanismos de captación de dióxido de carbono, es decir resguardar bosques, sumideros naturales y aplicar tecnología para tal fin. Los años, los informes y las alertas pasan y los cambios no llegan, porque las decisiones siguen en manos de quienes consideran que es posible administrar la contaminación.
No es la humanidad: es el capitalismo
Desde una perspectiva ecosocialista queremos aportar algunos puntos al debate. En primer lugar, rechazar la idea abstracta de que es la actividad humana la que genera el calentamiento global. Si nuestro planeta aumenta de manera sostenida su temperatura, no es producto de que prendamos el aire acondicionado, andemos en auto o nos lavemos los dientes con la canilla abierta. Por supuesto que autocontrolarnos en esas actividades es sumar un granito de arena para un cambio de conciencia y para construir un camino de recuperación del metabolismo más armónico con la naturaleza. Pero sinceramente, es absolutamente ineficaz ante los niveles de depredación de las corporaciones y los modelos productivos actuales. Sin cambios radicales, profundos, sostenidos y democratizadores no hay punto de inflexión.
Lo que genera el estado actual es la división territorial y productiva del planeta. Vivimos en un mundo con zonas de sacrificios económicas, sociales, ambientales. Las proyecciones son claras, somos miles quienes no podemos acceder a las necesidades básicas para la reproducción de la vida, el acceso al agua potable en gran parte del globo terráqueo es cada vez más escaso y la posibilidad de obtener alimentos de calidad es cada vez más difícil.
El 1% de la población que tiene el 45% de la riqueza mundial -contra los 3 mil millones más que no poseen ninguna riqueza- sigue empecinado en profundizar el modelo. Dilapidan la fuerza de trabajo y riqueza social en viajes turísticos al espacio exterior con consecuencias ambientales increíbles, solo para satisfacer caprichos de ricos y poderosos.
La producción de commodities, la instalación de megagranjas porcinas, promover actividades súper contaminantes como el fracking o la megaminería, energías a base de petróleo, el automóvil individual como modelo de trasporte, la publicidad como medio de promover el megaconsumo, son mecanismos de este sistema capitalista en todo el mundo. Decir que la actividad humana es la que genera estos niveles de alerta es parte del problema, porque las mayorías sociales que sufrimos en carne propia las consecuencias del calentamiento global no somos parte de las decisiones. Una vez más quienes son responsables de las desigualdades más extremas utilizan en este caso la ciencia y un informe para socializar las responsabilidades de su voracidad.
¡Alerta! Hay que cambiar el sistema
Una vez más tenemos que organizarnos, esta vez la denuncia es insuficiente. Hay que organizarnos para enfrentarnos a esta realidad. El cambio climático es síntoma del capitalismo en descomposición. Este sistema que solo trajo desigualdad, explotación y opresión evidencia hoy ante millones su verdadero metabolismo: una clase parasitaria que quiere vivir con lujos a costa de que las mayorías sociales a penas podamos sobrevivir. En el mundo soplan vientos de cambios, de cambios radicales encabezados por una juventud que está dispuesta a dejar todo para recuperar una vida vivible. Una juventud que comprende que es con la naturaleza y no a pesar de ella. Una juventud que tiene voz propia y la vamos a hacer escuchar.
Es urgente acelerar la trasformación productiva y sobre todo la incorporación a las decisiones a las poblaciones. Hoy más que nunca se deben implementar mecanismos de participación vinculantes de los pueblos directamente afectados por las consecuencias del cambio climático. Y generar políticas de transformación al servicio de las necesidades de las poblaciones y territorios. Tenemos derecho a una vida digna y lucharemos hasta conquistarla. Contra el capitalismo salvaje y depredador es esencial construir organizaciones revolucionarias. Arrebatar los lugares de toma de decisiones y una transacción hacia el socialismo, es una necesidad urgente.