Con más del 50% acumulado desde que empezó el año y el récord de julio del 7,4% la inflación se ha transformado en el principal flagelo para los bolsillos de los trabajadores y sectores populares. El panorama venidero nos plantea un 95% a 100% de inflación anual. En esta nota analizamos causas, consecuencias y propuestas desde la izquierda para combatirla.
Escribe: Gerardo Uceda
Haciendo un poco de historia podemos ver que la Argentina convive con inflación desde hace más de un siglo y que niveles menores a un dígito anual sólo se registraron en la primera mitad del siglo XX. A partir de allí tuvimos siempre cifras de inflación superiores. Una aceleración clara se produjo luego del Rodrigazo de 1975, cuando una súper devaluación del 160% del peso frente al dólar llevó la inflación del 24% (1974) al 182% en 1975, evidenciando la fuerte dependencia del país al valor dólar. A partir de ese año los valores fueron en ascenso desde más del 400% en 1976 hasta más del 3000% en la hiperinflación de Alfonsín y Menem a fines de los años 90.
Sin embargo, la crisis capitalista mundial de las últimas décadas y en especial la crisis cuasi terminal de nuestro país combina el proceso inflacionario junto a otras lacras estructurales, lo que hace que valores altos, pero inferiores a los que describimos, impacten muchísimo más en el nivel de vida de las masas. Así, la desocupación creciente luego de los 90, el progresivo aumento de la pobreza e indigencia que refleja la incapacidad de la burguesía de solucionar los más mínimos problemas de los trabajadores, la precarización laboral (trabajo informal) que afecta a casi el 50% de los trabajadores, y en los últimos tiempos la reconocida “nueva realidad” donde más del 50% de los trabajadores registrados y con salario formal son pobres, explican el por qué hoy valores del 60-70 y 90% impactan más en el bolsillo y son la principal preocupación obrera y popular y el origen de su bronca creciente. Sucede que la crisis, especulación y rapiña capitalista les impide dar la más mínima concesión a los trabajadores. Todo el peso de la inflación se descarga sobre nosotros mientras ellos se dividen entre los que aprovechan el fenómeno nacional, ahora también internacional, para hacer súperganancias (como los agroexportadores) o los grupos empresarios que “se cubren” con remarcaciones sin límites.
Hablemos de sus causas
Decir que la inflación en nuestro país se debe solamente a la emisión monetaria (combinada o no con el déficit fiscal) ha sido uno de los planteos histórico de los liberales que ahora recrea Milei y sus socios. No solo se trata de una estupidez sin rigor científico, sino de un intento de engaño y ocultamiento completo.
Un análisis serio e integral debe reconocer en la génesis de la inflación, tanto nacional como internacional, múltiples factores. Sólo con fines didácticos podríamos dividirlos en políticos y económicos aunque estén íntimamente correlacionados.
El principal elemento inflacionario desde el punto de vista político es la debilidad de los gobiernos y regímenes. Esto es reconocido por cualquier economista burgués. Aluden a que esta debilidad es la que les impide trazar un plan económico a largo plazo que genere condiciones de seguridad y confianza en el establishment, atraiga inversiones, dé previsibilidad a los negocios… En definitiva, el reclamo de un país (capitalista) normal.
Nosotros corregimos y agregamos a este punto de vista que la razón por la que se quejan los capitalistas de esta debilidad es porque no les permite a los gobiernos ajustar a las masas a su placer. Abundan los ejemplos de la asociación entre esa desconfianza política y la producción de inflación. Sin ir más lejos, podemos abordar el salto inflacionario de julio último cuando luego de la renuncia de Guzmán el gobierno, en su peor momento, no tenía reemplazo y aparecía como suspendido en el aire. Allí los grandes formadores de precios, mayoristas y minoristas, aprovecharon el cimbronazo para hacer remarcaciones de hasta el 30% en un solo día, sin ninguna razón económica de fondo que lo justificara, lo que llevó a que el índice de julio trepara al 7,4% y la expectativa inflacionaria anual al 95-100%.
De los factores económicos sólo mencionaremos los que a nuestro juicio son más importantes. Para nosotros está fuera de discusión que la desmedida emisión monetaria genera inflación y una devaluación más o menos encubierta a corto o largo plazo. Es lo que está sucediendo ahora a escala mundial, cuando para paliar la crisis económica agravada por la pandemia los gobiernos del mundo entero, empezando por los de EEUU y Europa, se lanzaron a emitir dólares o euros. Y, aunque la mayoría de ellos fueron a las grandes empresas y bancos para salvarlos, los años siguientes al 2020 están mostrando una inflación del orden del 9-10%, cosa que no sucedía desde hacía décadas. Entonces, sin lugar a dudas, la emisión monetaria es un factor importante, pero de ninguna manera se puede afirmar que es el único.
Otro factor que genera inflación y expectativas inflacionarias a futuro es el valor del dólar. El deterioro de los términos de intercambio comercial a nivel internacional y la falta de reservas netas del BCRA en dólares son dos componentes importantes. Así como la presencia de distintos tipos de cambio, donde el dólar oficial es casi siempre cuestionado por sectores de la burguesía que pretenden, en general, un valor superior para hacer sus ganancias en dólares y pagar en pesos aquí en el país. De tal modo que el blue (y los distintos dólares financieros) suelen expresar las expectativas de la burguesía y de allí su importancia y su capacidad de generar inflación, ya que los precios los fijan en base al valor dólar que ellos consideran adecuado para satisfacer sus ganancias.
La conocida ley de la oferta y demanda también opera, aunque de manera muy distorsionada en nuestro país. Cuando la oferta supera a la demanda, como sucede con los granos y la producción agropecuaria, los capitalistas en lugar de bajar los precios deciden vender en el exterior, donde a valor dólar obtienen una rentabilidad extraordinaria en la mayoría de los casos.
En los demás sectores empresariales hay una oferta de bienes muy limitada y en general por debajo de la demanda. Está originada en una industria obsoleta, con bajo nivel de productividad y con bajo nivel de inversiones, cuyas patronales sólo consiguen rentabilidad aumentando los precios y obteniendo barreras arancelarias de protección por parte de los gobiernos. A su vez, claro está, el bajo nivel de inversión en la industria y su obsolescencia tienen que ver con la inestabilidad política, ya que los capitales internacionales no invierten en un país donde el gobierno no puede aplicar la reforma jubilatoria y laboral que ellos exigen.
La “culpa” de los salarios
Uno de los chivos expiatorios de la inflación han sido los salarios. El gran argumento de las patronales para retacear todo aumento real. Cuando años después del tremendo proceso de movilizaciones y reclamos desencadenado por el Argentinazo de 2001 en una oleada de conflictos los trabajadores arrancaron parte de la ganancia capitalista, los salarios empezaron a recuperar algo del poder adquisitivo sepultado por la devaluación de Duhalde y Remes Lenicov. Allí, la gran mayoría de los economistas del sistema culparon a los trabajadores del proceso inflacionario que se aceleró luego de 2007. Es que para los economistas y chupamedias del sistema no hay ningún problema en cambiar su ortodoxia y teoría si de echarle la culpa a los trabajadores se trata. Hoy esto aparece como impensable ya que deben reconocer que los salarios vienen por detrás y perdiendo frente a la inflación. Incluso, contariamente a lo que pueda suponerse, perdieron más poder adquisitivo en términos relativos durante los gobiernos kirchneristas y de Alberto que con el propio Macri.
Muchos economistas vuelven al argumento de la emisión monetaria para no desenmascarar el papel de la burguesía en el proceso inflacionario.
Las corporaciones, en fin, el capitalismo…
Es claro que las grandes corporaciones, los grandes formadores de precios y la burguesía en general tienen un rol central en el proceso inflacionario nacional. Ya mencionamos el ejemplo de las remarcaciones con la renuncia de Guzmán. Pero esto es cotidiano y sistemático. En nuestro país los productos alimentarios y de consumo popular están altamente concentrados y en general en manos de multinacionales o empresas mixtas de capital nacional asociado a extranjero. Estas fijan los precios de manera arbitraria, con la libertad del monopolio, oligopolio o la cartelización, y en general en referencia a la expectativa del valor dólar, con la excusa de la imprevisibilidad a futuro, los costos de producción y los costos de personal e impuestos. Lo cierto es que nadie controla sus ganancias ni sus costos reales. Su comportamiento es siempre el mismo, remarcar lo máximo posible que permita la demanda y contener la oferta, incluso recurriendo al acaparamiento y aumentando la capacidad ociosa instalada de maquinarias y producción. La espiral inflacionaria favorece sus remarcaciones, ya que la pérdida de referencia de los precios reales se lo permite. Y por otra parte la producción de productos indispensables también, ya que todo el mundo tiene que consumirlos ese es uno de los factores que explica que siempre la inflación golpea más a los sectores más bajos de la sociedad que sólo consumen dichos productos. La especulación capitalista en su sed de ganancias no tiene límites y es universal, la diferencia entre nuestro país y otros es simplemente la incapacidad del Estado burgués argentino de ponerle límites o frenos.
El rol del estado capitalista se transforma claramente en un factor inflacionario también, no sólo por su debilidad como ya explicamos sino también siendo cómplice de los burgueses, empezando por pagar puntualmente la deuda externa que nos somete y exprime todos los dólares que se pueden acumular. Pero también salvando a sus amigos empresarios, reconociendo tarifazos como los de Macri o los que se dispone aplicar ahora el superministro Massa. También reconociendo sobreprecios en la obra pública en todos los gobiernos, sin distinciones. Y, sobre todo, estando ausente en los gobiernos cualquier medida de control de la remarcación, el acaparamiento, la especulación y las maniobras devaluatorias a la vista de todos. Los gobiernos les permiten hacer fabulosas ganancias mientras el ajuste lo sufrimos los trabajadores y el pueblo.
Es posible un plan antiinflacionario
Desde el MST en el FIT-U venimos insistiendo en que hace falta un plan económico opuesto al de Massa y el FdT para salir de la crisis y también combatir la inflación.
Hay que partir de anular los acuerdos con el FMI y demás usureros. Dejando de pagar la fraudulenta deuda externa, dispondríamos de miles de millones de dólares anuales, los que engrosarían las reservas del BCRA. Solo esa medida restaría todo márgen a las maniobras especulativas, corridas cambiarias y presiones devaluatorias que llevan adelante los sectores económicos y financieros concentrados. La nacionalización del comercio exterior y de la banca completan un trípode de medidas que anularía definitivamente la fuga de capitales y demás maniobras y posibilitarían que esos fondos se puedan volcar a salarios, jubilaciones, planes sociales y presupuestos en salud, educación y obras públicas.
Aumentar los salarios, jubilaciones y planes sociales acordes al nivel de la canasta familiar y actualizados mensualmente por la inflación real para evitar la pérdida del poder adquisitivo debe ser una medida imprescindible para proteger el nivel de vida obrero y popular. Además de recuperar el drenaje de la deuda, los fondos deben obtenerse de una reforma tributaria en donde paguen más los que más tienen, a través de impuestos progresivos a las grandes fortunas y ganancias de las corporaciones.
Hay que terminar con el impuesto más regresivo. Eliminar el IVA comenzando por todos los productos de consumo popular; con esto se lograría un descenso promedio del 20% de inmediato. Es lo que hizo hasta el mismo facho de Bolsonaro que redujo los impuestos en combustibles, energía, transporte público y telecomunicaciones, y aunque con un fin claramente electoral, logró una deflación del 0.68% en el mes de julio, lo contrario a lo que hace Massa que autoriza el 8% de aumento en los combustibles, lo que potenciará la inflación en adelante como ya todos sabemos.
Asimismo hay que reestatizar bajo control de los trabajadores y usuarios todas las empresas de servicios y transportes para poder implementar verdaderas tarifas sociales, y cortar el chorro de las superganancias de los que siempre exigen aumentos y subsidios y no invierten un peso en infraestructura, como ya ha sido demostrado en múltiples causas y juicios, pero que siguen acumulando fortunas amparados por los gobiernos capitalistas en todas sus variantes.
Ya lo dijimos. Un gran componente inflacionario está en la voracidad y la especulación de las grandes corporaciones formadoras de precios. Las maniobras de remarcación y acaparamiento se pueden combatir sin dudas aplicando la Ley de abastecimiento que prevé multas y hasta cárcel para quiénes la realicen. Pero hay que ir real y decididamente contra esos “especuladores”, justamente lo que no hace el gobierno del Frente de Todos. Hay que realizar un verdadero control popular de precios a través de los trabajadores y sus organizaciones. Exigirles a las corporaciones que abran sus libros si alegan “altos costos” y si se niegan hay que expropiarles sus empresas, estatizarlas y ponerlas a funcionar bajo control de sus trabajdores.
Estas medidas serán parte de un plan económico, obrero y popular, muy diferente al que implementa el posibilismo de Alberto-Cristina-Massa. Un plan económico al servicio de las mayorías populares que sólo puede llevarlo adelante un gobierno de los trabajadores y la izquierda.