Deuda y FMI para millenials

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Se trata de un eje central de todo el proceso económico y político del país. Es el eslabón más débil del capitalismo en Argentina. Es de los asuntos públicos más oscurecidos por las maniobras ideológicas de la burguesía. Este artículo se propone interactuar con los interrogantes del activismo joven obrero y estudiantil sobre este tema.

La deuda externa es un problema económico y político profundo. El origen de este mecanismo de estrangulamiento y control político se remonta a la dictadura genocida. Coincide con un plan regional del FMI y la banca internacional de hacer ganancia especulativa y a la vez, reforzar la naturaleza semicolonial de nuestro país. La deuda no está pensada como negocio de corto plazo, usurario y temporal. Es una especie de sujeción imperialista de Argentina. Como la deuda es impagable siempre se terminan renegociando intereses a cambio de “compensaciones” para los acreedores “perjudicados” como medidas económicas en beneficio de corporaciones: Cavallo como funcionario de la dictadura estatizó deuda privada de empresas multinacionales; después el menemismo privatizó a precio de regalo como parte de “pago” las empresas públicas y ahora el FMI ya anticipa que las dos condiciones para renegociar en 2020 son aprobar las reforma laboral y previsional. Por eso, la ubicación de un proyecto político frente a la deuda define una posición sobre la independencia económica, la soberanía del país y la relación con el imperialismo.

Historia a contrapelo: se pudo, se puede.

Hay un libro excelente del marxista Walter Benjamin que se llama “Tesis sobre la filosofía de la historia”. Allí se dice que la historia oficial mata por segunda vez la verdad de los vencidos al invisibilizarlos. Entonces, la tarea revolucionaria en esta materia consiste en “pasarle a la historia el cepillo a contrapelo”. Hagamosló entonces en relación al tema deuda externa. En general, un presupuesto falso es el siguiente: “ningún país importante del mundo se desarrolló incumpliendo sus compromisos”, es decir, incurrió en el tan meneado default o no pago de la deuda externa. Vamos a dar algunos ejemplos de los muchos ejemplos para rebatir esta falsedad:

  • En el siglo XIX EEUU dejó de pagar deuda en tres oportunidades contra Inglaterra, su metrópoli. Después de la Guerra Civil en 1868, una enmienda constitucional, directamente desconoció toda deuda externa con el opresor inglés.
  • Benito Juárez declaró unilateralmente el no pago en 1871, en México.
  • Inglaterra y Francia, en la década del 30 del siglo pasado dejaron de pagar.
  • Rusia dejó de pagar: primero con la Revolución de 1905 que fue derrotada. Pero, con ese antecedente impulsado por Trotsky y aprobado por el sóviet de Petrogrado, los bolcheviques en 1917 desconocieron casi 20 mil millones de dólares de la deuda del zar.
  • Cuba después de la revolución, dejó de pagar.
  • Argentina dejó de pagar dos veces, por default de crisis social: en 1890 y en el 2001.
  • En 2010 en Islandia, un plebiscito impuso el no pago por el 95 %.

Para el sentido común dominante, cuestionar el predominio del FMI en países como el nuestro es una irracionalidad. Sin embargo, queremos dejar sentado otro antecedente. Después de la II° Guerra Mundial las potencias que triunfaron hicieron jurisprudencia internacional con la llamada “doctrina de las deudas odiosas” que serían las que contraen tiranías y los pueblos pueden desconocer. Las potencias ganadoras pensaron esa legalidad contra la herencia de Hitler y Mussolini. En 2003 EEUU invocó esa doctrina para que su gobierno títere en Irak no tuviera que pagar la deuda de Hussein. En Argentina, un juez del sistema, Jorge Ballesteros en 2000 sentenció en la causa “Olmos”, encontrando en el proceso de construcción y consolidación de la deuda 470 delitos contables. Ese juez la declaró ilegítima, fraudulenta e inmoral. Obvio, la envió al Congreso que nunca trató el tema. En resumen: hay muchos antecedentes a favor de nuestra posición. Hay que utilizarlos en la lucha de ideas.

El fantasma del bloqueo y la invasión militar

Un argumento que se invoca para cuestionar la línea de no pagar la deuda, es la amenaza de bloqueo económico al país como represalia y eventualmente incluso, hasta una invasión militar. A decir verdad, la primera consecuencia, inmediata de no pagar es disponer de recursos. Por lo tanto, es lo opuesto a la catástrofe. Suspender el pago en 2020 por ejemplo, implicaría retener casi 20 mil millones de dólares y destinarlos a otra finalidad que la especulación. A la vez, un planteo soberano, de independencia antiimperialista requiere apelar a tres recursos centrales en política interna, regional e internacional:

  • Auditoría pública, debate social y plebiscito vinculante, para hacer base social en los sectores dudosos del curso independiente de esta política.
  • Frente de países deudores apoyados por organizaciones obreras, sociales y populares de todo el continente para oponer esa posición de fuerza a la extorsión de la usura.
  • Desplegar una campaña militante internacionalista de sostén de la autodeterminación de un pueblo a decidir el rumbo de su economía y prioridades.

Nuestro partido, el MST de Argentina, hace parte de un proyecto internacional militante con fuerzas hermanas en muchos países que eventualmente activarían una acción de clarificación política ante el boicot burgués. Queda además como salida, el tomar medidas defensivas contra la hostilidad interna o exterior: expropiaciones bajo control social de los actores adversarios de la decisión independiente de nuestro pueblo. Lo nuestro entonces, no es un planteo improvisado, sino una orientación consciente para un rumbo soberano a favor de un rescate económico y social a favor del 99 % de la población. Nos preparamos para esa perspectiva de gobierno.

¿Se sale pagando? Con el kirchnerismo, en trincheras opuestas

Kicillof, CFK, sus voceros, operadores y lobbystas levantan sobre la deuda varios planteos:

Dicen que desendeudaron al país. Reivindican la “quita” de Lavagna y el pago a los buitres.
Explican que Macri es neoliberal y paga sin discutir; y ellos, el kirchnerismo propone “renegociar”.
Esta explicación tiene muchos flancos. Por señalar algunos: la quita de Lavagna fue un tributo de lealtad al capital financiero de una deuda que ya los especuladores daban por perdida. Por eso aceptaron “la quita”. No fue un triunfo patriótico, fue un gesto de cipayismo. Y el “desendeudamiento” no tiene ningún mérito: esos recursos reorientados y una política de conciencia pública real sobre el tema, hubieran consolidado un rumbo independiente de la economía y la política del país. Ahora, el programa de “renegociación” entraña una trampa perversa: ese concepto es un eufemismo, nada más. Renegociar es pagar también, por lo tanto, es reafirmar un rol subalterno y neocolonial. Por lo tanto, el programa económico del kirchnerismo que viene se desplaza más a derecha que en el ciclo anterior y siempre en la misma trinchera: la de la adaptación a los límites del imperialismo y el capital. No está ese proyecto con esa plataforma en condiciones de asegurar ningún avance sostenido en derechos sociales de mayoría. Y un dato más: el kirchnerismo fue el gobierno que más deuda externa al contado le pagó al capital financiero. Dato duro, de la estadística incuestionable.

Una remera que diga: chau FMI y deuda

El no pago de la deuda sería el vértice de un programa integral de emergencia y rescate social del país. Ocurre que retener esas divisas, permitiría activar un shock económico favorable de alcance extraordinario. Solamente con suspender el pago un año, digamos en 2020, ese volumen de dinero alcanzaría para financiar un plan de construcción de 400.000 viviendas populares y con eso, cerca de 2 millones de puestos de trabajo. Un cambio de calidad. Combinadamente para controlar el resorte de la fuga de divisas, hay que estatizar la banca privada y utilizar el ahorro de los grandes depositantes para una orientación de desarrollo social en función de la mayoría. Así, de movida nomás, los efectos serían de alto impacto:

  • En la economía, reactivación general.
  • En política interna, acumulación de base social y relaciones de fuerza a favor en los sectores populares favorecidos por esas medidas, empezando por la clase obrera.
  • Efecto contagio a escala regional, provocando adhesión de sectores de masas y pánico en la burguesía latinoamericana.

Por eso, los socialistas somos contundentes en nuestro punto de vista: los progresismos con todo a favor –en economía, masa crítica y mayoría política- desaprovecharon la década pasada, por sus límites de clase. La década que viene, tiene que ser de la izquierda real, antiimperialista y socialista. Despleguemos una ofensiva campaña de agitación explicativa en lugares de trabajo y estudio. Es la tarea de la hora.

Mariano Rosa

 


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