9 de noviembre de 1989. El día que cayó el Muro de Berlín

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Se cumple un nuevo aniversario del levantamiento que derribó el muro que desde 1961 dividía en dos la histórica capital de Alemania, y se convertiría en el símbolo de la caída de los regímenes estalinistas de Europa del Este y la ex URSS.

Escribe: Gustavo Giménez

‘Debe ser un error”, señala un joven guardia, abandonando su severidad y hablando animadamente. “Esto no es bueno”, afirmó otro una hora después de que fuera anunciada la decisión de abrir las fronteras. “Perderemos nuestro trabajo”.
Así relataba el diario El País de España, del 10 de noviembre de 1989, las expresiones de sorpresa de los policías fronterizos del check point Charlie del Muro de Berlín. Ya en la madrugada, miles de alemanes de Berlín Oriental habían cruzado, un muro hasta ese momento infranqueable, que les costó la vida a cerca de 200 berlineses que habían intentado cruzarlo.

El muro de la contrarrevolución

El Partido Comunista lo llamaba “Muro de contención antifacista”. “Muro de la vergüenza”, lo llamaban desde el lado Occidental. Pero el nombre, quizás, más atinado sea el de “muro de la contrarrevolución”. Veamos…
La derrota de los nazis en la Segunda Guerra, fue un gran triunfo que cambió el signo de la etapa de la lucha de clases. Terminó con los negros años de ascenso del fascismo y del estalinismo al interior de la URSS y, abrió una crisis política revolucionaria en Europa.

Si la Europa destruida de la guerra pasó en pocos años, plan Marshall mediante, a ser la Europa floreciente del “boom económico” fue por la colaboración del estalinismo, que dirigía buena parte de los trabajadores y de la resistencia anti fascista de Italia, Francia, Grecia y otros países europeos. Con los pactos de Yalta y Posdam habían acordado, con los representantes del imperialismo yanqui e inglés, la división del mundo de la posguerra y la sofocación de la revolución europea. La división de Alemania fue un claro ejemplo de esto.

La construcción

Aunque se construyó en 1961, el trazado del Muro recorrió una Alemania dividida en la posguerra. La división de la clase obrera más importante de Europa, la división de una nación entre dos actores contrarrevolucionarios. Del lado occidental, ocupado por norteamericanos, ingleses y franceses, dos terceras partes del territorio y un tanto más de la población, se constituyó la capitalista República Federal Alemana (RFA). Del lado oriental, la República Democrática Alemana (RFA), organizada bajo el modelo ruso, con una economía no capitalista administrada por el Estado y una férrea casta burocrática que controlaba con métodos policiales la vida y acciones de la población.

Berlín, la vieja capital, quedó también partida al medio. Ubicada en el corazón de la nueva RDA, fue dividida desde un comienzo entre Berlín Oriental, el sector ocupado por las tropas soviéticas y la otra mitad, Berlín Occidental, por las potencias capitalistas. Si bien Berlín Oriental, como toda la RDA, sintió un progreso significativo gracias a la economía no capitalista, el sector Occidental vio florecer su economía en forma muy superior gracias a las inversiones imperialistas que, además, provocaron el resurgimiento de la RFA como potencia imperialista.

Entre 1949 y 1961, antes de la construcción del Muro, el flujo entre las poblaciones de ambos lados, fundamentalmente entre los alemanes del este hacia el oeste, provocó que por esta ciudad emigraran más de 3.000.000 de alemanes orientales, cansados del régimen totalitario. Ya en 1953, se había producido un levantamiento en Berlín Oriental que fue sofocado por las tropas soviéticas. También utilizaron esta puerta de salida muchos polacos y checoslovacos en su emigración hacia Occidente. Solo en los primeros quince días de agosto de 1961 emigraron, desde Berlín Oriental, 47.000 personas.

Ante esta permanente sangría, en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, se construyó sorpresivamente el muro en la mayoría de su extensión. Enrich Honecker, secretario del Comité Central del Partido Comunista (SED), fue el responsable de su planificación y construcción. Hubo casas que quedaron divididas por la línea fronteriza y posteriormente fueron demolidas, familias que del día a la noche quedaron separadas… El muro, que llegó a alcanzar 3,6 metros de alto, se extendía por 45 km dividiendo la ciudad de Berlín en dos, y tenía además, 115 km que rodeaban la parte oeste de Berlín Occidental, para separarla del resto del territorio de la RDA.

El imperialismo terminó aceptando el levantamiento del muro. En 1963, el presidente yanqui Kennedy declaraba que era “una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra”.

La caída

El 23 de agosto de 1989, Hungría levantó gran parte de sus restricciones fronterizas para pasar a Austria. En setiembre 13.000 alemanes orientales emigraron por ese paso. Otros ocuparon instalaciones de las embajadas de la RFA en Praga y otras ciudades, exigiendo poder emigrar a Occidente. En la RDA las movilizaciones contra el gobierno de Honecker fueron en aumento. Con la ciudad de Leipzig, como epicentro, se produjeron multitudinarias marchas en Berlín, Dresde y muchos otros pueblos.

El 7 de Octubre, Gorbachov asiste en un clima de gran tensión a los festejos por el 40 aniversario de la formación de la RDA. Las orquestas se niegan a tocar y hay múltiples manifestaciones de desobediencia civil. Se generalizan las protestas. En Berlín llegan a manifestarse hasta 70.000 personas. El 16 de octubre protestaron en Leiptzig 120.000 (sobre un total de 500.000 habitantes) y el 18, Honecker se ve obligado a renunciar. Asume Egon Krens, con la intención de descomprimir, pero las movilizaciones no se detienen, al contrario en esa semana suben a 320.000 los movilizados. El 6 de noviembre ya eran medio millón. Tres días después cae el Muro.

Ante la enorme presión el SED flexibilizó las condiciones para poder viajar. El 9 de noviembre el Consejo de Ministros elaboró un protocolo que debía ser publicado al día siguiente. Pero en la conferencia de prensa que Günter Schabowski realizó a las 19 hs., este jefe del SED de Berlín Oriental se equivoca y dice que las antiguas restricciones para el cruce se anulan en forma “inmediata”. Miles de alemanes orientales se precipitan a la frontera y pasan el Muro rumbo a Berlín Occidental.

Durante la noche y al día siguiente miles de berlineses de ambos lados se dedican a tumbar el muro, ante la mirada impotente de las fuerzas fronterizas. El Muro había caído. Lo que sigue son negociaciones entre el canciller de la RFA, Helmut Kohl, con el gobierno en extinción de la RDA, el Kremlin, y el imperialismo yanqui fundamentalmente, para reunificar Alemania bajo el gobierno capitalista.

Las revoluciones de 1989

La reunificación de Alemania fue un triunfo, producto de esa inmensa ola de revoluciones que se desarrolló en 1989, tirando abajo los mal llamados regímenes del “socialismo real” en Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria. Que logró la independencia de las naciones bálticas y terminó con la caída de la burocracia del Kremlin y la disolución de la ex URSS en 1991.

Fue un triunfo con muchas contradicciones. La clase obrera alemana logró con la reunificación del país restablecer su unidad. Las masas de la RDA se sacaron de encima esa casta podrida y totalitaria del gobierno del SED y pudieron liberar así muchas fuerzas. Pero la falta de una dirección revolucionaria capaz de llevar la pelea hacia un socialismo con democracia obrera, le permitió a la burguesía y el imperialismo capitalizar esa crisis, eliminando las viejas conquistas de los trabajadores del este, fortaleciéndose como imperialismo dominante en Europa.

La caída de los regímenes estalinistas tanto en Alemania, como en la URSS y el resto de Europa, generó a falta de una dirección alternativa, una enorme confusión en el movimiento de masas y la vanguardia mundial. El término “socialismo” fue asociado a “dictadura” burocrática y parasitaria. Tomaron fuerza los propagandistas del “capitalismo humanizado”. A buena parte de la izquierda mundial se le cayeron parte de los ladrillos del muro en la cabeza y creyeron que se había producido una derrota histórica de las masas. La década del 90 encontró al mundo en medio de una ofensiva neo liberal que intentó, sin suerte, producir una derrota aplastante de los trabajadores para revertir la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. La resistencia de los trabajadores y los pueblos fue enorme y lo impidió. Lo que llevó al estallido de la aguda crisis mundial del 2007/2008.

Despejadas una parte importante de las telarañas que se interponían en el camino para la formación de nuevas direcciones revolucionarias, la tremenda crisis capitalista que, agravada por la pandemia, lleva a los pueblos a pelear por su supervivencia frente a la codicia del capital, plantea un nuevo horizonte y una gran oportunidad para aquellos que creemos que no hay presente, ni futuro, sin “dar vuelta todo”.

 


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