Exitosa Conferencia Internacional de la LIS

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Estrategia socialista para un planeta en rebelión

El pasado sábado 12D se realizó la Conferencia Internacional de la LIS, convocada para debatir la estrategia de lxs socialistas revolucionarixs frente a un planeta en donde crece la rebelión. Participaron compañerxs de más de 30 países de los cinco continentes. Se abrió con la bienvenida y un informe de Alejandro Bodart del MST de Argentina en nombre de la Coordinación de la LIS, e intervenciones de Günes Gümüs del SEP de Turquía, y Umer Shahid, de La lucha de Pakistán. También intervinieron camaradas de EE.UU., Rusia, Chile, Francia, Bielorrusia, Sahara Occidental, Australia, Brasil, Líbano, Bolivia, Perú, Colombia, Ucrania, Argelia, el Estado español, Nicaragua, Venezuela y Paraguay. A continuación publicamos las dos resoluciones aprobadas.

La pandemia de Covid-19, que dejó su huella en el año 2020 y seguirá durante el 2021, será recordada como una de las experiencias más impactantes de la humanidad. Tenemos otra larga temporada de invierno para superar en el hemisferio norte, y en el sur el panorama sigue siendo grave. Según las cifras oficiales, el número de personas que perdieron la vida hasta el momento ha superado los 1,6 millones. Y nadie duda de que el número real es mucho mayor que eso.

Este alto precio ha dejado en claro que el capitalismo no funciona. Se ha revelado que los principales Estados burgueses, que elaboran planes detallados para la máquina de guerra imperialista y le asignan enormes recursos, no tienen planes para enfrentar una epidemia global. Todos los regímenes y gobiernos capitalistas han salido en apoyo a las grandes empresas y priorizado la ganancia de unos pocos por sobre la salud y la vida de les trabajadores y las mayorías populares. En esta experiencia histórica, los poderes capitalistas, y de hecho el propio sistema en su conjunto, se desempeñaron miserablemente en todas las áreas y se hicieron visibles todas sus contradicciones. Además, incluso si la crisis mundial de salud pública se supera con la vacuna, las condiciones severas de una gran crisis socioeconómica que ya sufren cientos de millones de trabajadores y trabajadoras en el mundo se agravarán de manera cualitativa.

Antes de que se superaran los efectos de la crisis de 2008, una nueva crisis económica global llamó a la puerta en 2020. La pandemia la aceleró y profundizó. Hoy asistimos a una crisis de tal magnitud que sólo es comparable a la de finales del siglo XIX o a la de la década del ’30 del siglo pasado. Entonces, ¿a dónde conduce este túnel? La expectativa de que el desarrollo de la misma produzca resultados grandes y nítidos asusta a muchos. Según el pronóstico de los escépticos, el auge del autoritarismo y el fascismo es inevitable. La mayoría de las y los intelectuales de izquierda quieren llamar la atención popularizando estos escenarios distópicos. Se muestra al gobierno de Trump de manera muy exagerada, como un actor fascista y el fin de la democracia estadounidense. Estos escenarios pesimistas y exagerados han resultado herramientas útiles para dirigir a las masas hacia el mal menor del Partido Demócrata. Por ejemplo, organizaciones de izquierda como la dirección del DSA y personajes como Noam Chomsky y Bernie Sanders han trabajado duro para dirigir la creciente ola de izquierda y el movimiento de clases en los EE.UU. hacia apoyar al imperialista Biden. Así se impidió una vez más, aunque por ahora, el desarrollo de un partido socialista de masas e independiente en los EE.UU. Pero Trump perdió las elecciones, y hoy el discurso de que «se viene el fascismo» no tiene el mismo efecto.

¿Qué pasa con la alternativa de izquierda?

No estamos profetizando sobre los misterios del futuro, pero podemos decir que estamos entrando en un período en el que la lucha de clases se intensificará cuando observamos las principales tendencias en desarrollo. Nuestra intención no es negar la existencia de tendencias autoritarias por completo, pero hay que medir correctamente las cosas. Lo que existe a nivel mundial es una creciente polarización política y social. Una de sus caras es la existencia de importantes expresiones autoritarias de centro-derecha y todavía marginalmente de grupos fascistoides. Pero la otra es la resistencia creciente de los trabajadores, las mujeres y la juventud, que en varios países desde el año pasado hasta la fecha están protagonizando verdaderas rebeliones y junto con esto la existencia de un espacio cada vez mayor para el surgimiento de alternativas de izquierda. Hay una cierta correlación entre el ascenso de la lucha de clases y el auge de las tendencias autoritarias. Es la crisis económica y política lo que precedió a ambas tendencias. No podemos decir que toda crisis del capitalismo plantea automáticamente un auge de la lucha de clases, pero en un entorno en el que el nivel de vida de la gente está cayendo rápidamente, los vientos impulsan la lucha de clases. El salto del autoritarismo hacia el fascismo tiende a salir a la luz sólo después del fracaso de las luchas obreras. En otras palabras, si el movimiento de clases explotadas y los socialistas fracasan en el nuevo mundo, en el cual la pandemia ya no será la agenda principal y se estará luchando con crisis económicas, sociales y políticas, entonces se presentará el peligro del ascenso del fascismo.

Pero la izquierda tendrá que subir al frente del escenario. Es inevitable que la lucha de clases se intensifique en condiciones en las que la brecha entre clases se ensancha aún más y las pérdidas de empleo e ingresos hunden a miles de millones de personas por debajo del umbral de la pobreza. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estimó que 690 millones de personas lucharon contra el hambre en 2019, y 130 millones más comenzaron a sufrir hambre crónica debido a la pandemia. El aumento constante de los precios de los alimentos y la caída de los ingresos durante los últimos seis meses significan que miles de millones de personas estarán desnutridas. Miles de millones de personas, que constituyen la gran mayoría de las y los trabajadores, perdieron sus empleos o vieron recortados sus ingresos y la gran mayoría no recibió apoyo del gobierno o recibió una ayuda extremadamente inadecuada. Las pérdidas y los contratiempos que sufren las personas pobres en educación y salud continúan generando consecuencias dramáticas. En todo el mundo se agudiza el problema de la tierra y la vivienda para las grandes mayorías. Las cuarentenas fueron acompañadas de un salto en la violencia contra las mujeres. Y las corporaciones han intensificado las agresiones socioambientales para hacerse de materias primas baratas.

Todo este proceso crea las condiciones objetivas para el fortalecimiento de la lucha de clases. Algunos de nosotros pensamos que el año 2019 fue escenario de un mini ’68, otros que en Latinoamérica y Medio Oriente se abrieron en ese momento situaciones pre-revolucionarias. Pero más allá de cómo definamos lo que sucedió, en países como Puerto Rico, Ecuador, Colombia, Chile, Bolivia, Francia, Túnez, Argelia, Líbano, Irak, Irán y Sudán, la lucha de clases tomó formas muy violentas. 2020 no prometía menos, pero la pandemia ha representado una relativa pausa necesaria en la escalada de luchas porque la atención de las sociedades se ha centrado en la pandemia y la clase trabajadora en no enfermarse para no ser víctimas de los pésimos sistemas de salud y enfrentar riesgos vitales.

A pesar de ello, las acciones antirracistas en EE.UU., que habían sido precedidas por un giro a izquierda de la juventud, alcanzaron niveles sin precedentes desde la década de 1960, con su masividad y radicalismo que dejan a EE.UU. frágil ante rupturas sistémicas. Por la magnitud de los acontecimientos, que motivó una ola de movilizaciones antirracistas en todo el mundo y el peso de EE.UU. en el contexto mundial tenemos que discutir si este acontecimiento no plantea un cambio de calidad en la situación mundial. Una vez más, en este proceso, las protestas de las y los trabajadores y jóvenes en el Líbano derrocaron al gobierno, y en Tailandia, aunque sacudió el sistema, el movimiento no logró sus objetivos. En Chile el ascenso ha continuado y herido de muerte al régimen heredado del pinochetismo. En Perú la movilización derrocó dos gobiernos en una semana y deslegitimó la Constitución del dictador Fujimori. En Bielorrusia la movilización popular sin precedentes desde los ’90, pese a la gran represión desplegada por el dictador Lukashenko, no ha sido derrotada y nada será igual que antes. El pueblo saharaui, con su juventud a la vanguardia, nuevamente se levanta contra la ocupación marroquí. Y las y los trabajadores de Francia, de nuevo irrumpen en la escena, esta vez contra la autoritaria ley de seguridad del derechista Macron.

Todo esto anuncia cuál es la perspectiva que se abrirá cuando la pandemia caiga al fondo de la agenda entrado el año 2021. Los trabajadores, que cada vez son más pobres, y la juventud, sin futuro alguno, comenzarán a presionar a los gobiernos capitalistas. Las protestas y huelgas que se darán en muchas partes del mundo manifestarán una conciencia de clase superior, la capacidad de actuar colectivamente y finalmente una tendencia anticapitalista de las masas.

En el otro lado de la moneda, vemos el hecho de que los gobiernos capitalistas están muy endeudados. Numerosos países de todo el mundo desde Italia, España y Portugal a casi toda América Latina; Turquía, Túnez, Egipto y Líbano, Irán y Sudáfrica tienen deudas casi impagables. Según el Banco Mundial, los países de ingresos bajos y medios necesitan 175 y 700 mil millones de dólares anuales, respectivamente. Por otro lado, el fondo de deuda total creado por el FMI y el Banco Mundial para estos países es de $ 260 mil millones. En resumen, la probabilidad del colapso de las economías de muchos países es bastante alta, al igual que Grecia, Líbano y Argentina en el pasado reciente. Esto traerá consigo nuevas medidas de austeridad, pero es muy, muy difícil que las y los trabajadores, que ya se han empobrecido durante el proceso de la pandemia, soporten una carga aún mayor. Todo esto presagia nuevas explosiones sociales.

La pregunta, sin embargo, es si esta ola de oposición social triunfará. Por supuesto, el principal éxito es la revolución socialista. Pero para allanar el camino para que la clase trabajadora tome el poder político debe haber saltos en el nivel de desarrollo de la vanguardia marxista revolucionaria con conciencia y organización de masas. Las condiciones materiales serán más adecuadas para que estos saltos ocurran en el próximo período. En este sentido, el criterio para medir el éxito a corto plazo es la proliferación de las revueltas de trabajadores en muchos países del mundo en los últimos años y su avance al madurar. En otras palabras, la reacción de las masas, que ha carecido de liderazgo y programa revolucionario y que se ha desarrollado contra los gobiernos y regímenes burgueses, las desigualdades económicas, el autoritarismo, la corrupción, el desempleo, la futilidad y el capitalismo, debe ser radicalizada y conducida al socialismo por el surgimiento de la conciencia de clase y las fuerzas organizadas. Para progresar, la hegemonía del socialismo debe crecer en el movimiento de masas; el socialismo atraería a las y los trabajadores y jóvenes más calificados a sus filas.

Las olas de lucha que estallarán en el próximo período aumentarán la conciencia de clase mundial y desarrollarán una simpatía anticapitalista entre los y las trabajadoras y la juventud. Recordemos que las masas en varios países salieron a las calles con banderas nacionales durante los disturbios de 2019. Pero, con el efecto del radicalismo en desarrollo en el próximo período, si nos encontramos con consignas y símbolos del socialismo más a menudo, eso hará sonar las campanas de alarma para la clase dominante.

En este período, acelerar la construcción de organizaciones marxistas revolucionarias, y fortalecer y consolidar a las organizaciones existentes será de una importancia histórica. La construcción de la dirección internacional de la clase trabajadora sólo puede ser posible a través de tales luchas. No hay atajos para resolver el problema de la dirección. La construcción de partidos revolucionarios es un proceso a largo plazo. Sin embargo, el curso de la lucha de clases es determinante para el ritmo de construcción. Estamos entrando en una nueva y larga etapa en la que la crisis se profundizará y sus efectos se extenderán en el tiempo. No olvidemos que, en tiempos de crisis y convulsiones sociales, las masas aprenden muy rápido, experimentan saltos en su conciencia que hacen realidad lo que antes era inimaginable.

En este contexto, sería una gran pérdida limitar la lucha de la clase trabajadora a metas mínimas en nombre del realismo. Es necesario luchar contra las ilusiones del llamado «capitalismo democrático» entre las y los trabajadores y la juventud, donde la gente tiene que luchar contra los dictadores burgueses y los problemas vitales básicos en los países subdesarrollados. El modelo de Estado de bienestar parlamentario-liberal ya no es válido ni siquiera en Occidente. El nivel de vida de la clase trabajadora en estos países está disminuyendo rápidamente, los derechos democráticos están suprimidos, la extrema derecha está levantando la cabeza y los políticos demagogos populistas de derecha se destacan como candidatos a dictador. Y, sin embargo, la demanda de una sociedad burguesa democrática en los países capitalistas subdesarrollados es más vacía que nunca. Necesitamos hacer que la revolución sea permanente derrotando a las grandes clases capitalistas y terratenientes para que podamos resolver los problemas vitales básicos.

El sistema capitalista imperialista y los Estados-nación burgueses son el mayor obstáculo para la humanidad y la mayor amenaza para la existencia de nuestro planeta. La tarea estratégica que tiene ante sí la clase trabajadora es tomar el poder político mediante revoluciones socialistas y proponerse construir el socialismo mundial. El logro de esta misión estratégica sólo puede ser posible con tácticas bien preparadas. Por eso tenemos que traer los problemas más urgentes del día al centro de la lucha y atraer a más trabajadores, trabajadoras y jóvenes a la lucha revolucionaria. Algunos de los temas más importantes con los que las fuerzas de vanguardia de la clase y los marxistas revolucionarios agudizan la lucha hoy son los siguientes:

Agenda urgente para elevar la lucha

1. Los paquetes de rescate a los capitalista deben cancelarse de inmediato.
Los Estados burgueses han inyectado sumas astronómicas de dinero (más de $ 10 billones) en el sistema para salvar empresas o limitar el colapso del mercado. Todos estos paquetes que salvaron a las empresas de la quiebra suman más que el dinero que bombearon después de la crisis de 2008.

Estos recursos son en realidad una transferencia de recursos de los trabajadores a un grupo de personas súper ricas. La pandemia, en la que millones perdieron la vida, se convierte así en una oportunidad para los capitalistas. Los mercados de valores mundiales, por lo tanto, celebran las victorias de la clase capitalista. Pero no hay nada más que especulación. Con estas burbujas, algunas empresas zombis ya hundidas se mantienen a flote, mientras que otras obtienen grandes beneficios con la especulación bursátil. Pero la FED, que tiene la capacidad de imprimir dinero ilimitado, no puede cerrar los agujeros negros en constante crecimiento. La implicancia es que la clase trabajadora debe apuntar al capital.

En la lucha contra un pequeño estrato parasitario que continúa enriqueciéndose rápidamente, incluso durante las pandemias, al apoderarse de la plusvalía creada por la clase obrera en todo el mundo y los mecanismos del Estado burgués bajo su control los paquetes de rescate son el punto débil del sistema. La clase trabajadora organizada debe golpear sobre este punto y reclamar que todos los recursos se vuelquen a cubrir las demandas de las mayorías populares: pan, salud, trabajo, educación, tierra, vivienda.

2. Cuarentena con asistencia total a los ingresos de las y los trabajadores durante la pandemia.
Mientras que el gran capital que recibió transferencias millonarias en todos los países se convirtió en el primero en salvarse, cuidándose a sí mismo, la pobreza y el trabajo a riesgo de muerte han sido la parte recibida por las clases trabajadoras y los pequeños negocios. La pandemia afectó con mayor intensidad al sector de servicios, donde trabajan grandes masas de personas; millones de personas en todo el mundo que trabajan en sectores como la preparación y venta de alimentos, el entretenimiento, el cuidado de los niños y la educación han tenido suerte si lograron obtener ayuda del Estado. El Estado burgués y el capital han obligado a la clase obrera a trabajar en sitios donde hay un alto riesgo de contagio para que las ruedas del lucro patronal sigan girando y el sistema explotador funcione.

Así, el impacto y el diámetro de la pandemia se expandieron y el número de muertes se disparó. Por lo tanto, la demanda común del movimiento obrero mundial debería ser una cuarentena total, excepto en sectores vitales, proporcionando un apoyo total a los ingresos de los trabajadores formales e informales. Junto con esto debemos levantar la prohibición de los despidos y rebajas salariales, así como la estatización de toda fábrica o empresa que cierre. En la medida en que estas demandas, muy legítimas a los ojos de las masas, se generalicen y sean banderas de lucha, ayudará efectivamente a concientizar sobre el conflicto entre los intereses de las clases trabajadoras y el Estado y el capital.

3. La lucha contra la destrucción neoliberal en el sistema de salud y las desigualdades en el acceso a la salud.
Es de gran importancia crear un programa de respuesta de emergencia que apoye la infraestructura y los servicios de salud, destinando los recursos necesarios para ello. Aparte de eso, la lucha por garantizar un acceso rápido y gratuito a las vacunas en los países pobres y de bajos ingresos es una tarea urgente.

La pandemia de Covid ha mostrado las consecuencias mortales de la mercantilización neoliberal, entregando el sistema de salud a la sed de ganancias. En todo el mundo, los sistemas de salud públicos se privatizaron parcialmente o por completo o se dejaron morir. En todos los casos se dejaron a merced de los capitalistas. La falta de personal, de hospitales y unidades de cuidados intensivos ha sido el principal factor que provocó un alto número de muertes en la pandemia. Los socialistas debemos levantar la necesidad de un sistema único y estatal de salud, nacionalizando todas las clínicas y laboratorios privados.

La otra cara de la moneda, la vacuna, que se presenta como una receta para la salvación en la pandemia, vuelve a estar sujeta a la codicia del capital. Los monopolios farmacéuticos, que ya han recibido millones de dólares de incentivos para las investigaciones, buscan lucrar con la vacuna que se va a utilizar masivamente. Este proceso conlleva el peligro de aumentar aún más las desigualdades tanto a nivel nacional como internacional. En países como EE.UU. donde el sistema de salud está totalmente privatizado, la vacunación gratuita de toda la población y el suministro de vacunas gratuitas a los países del tercer mundo, que están endeudados, se encuentran entre las demandas más importantes del día en términos de solidaridad internacional.

4. Impuesto a los ricos y expropiación total para la obtención de los recursos necesarios para solucionar los problemas sociales urgentes.
Los mismos Estados que usan el presupuesto público en gastos militares y en las patronales, se quejan de la falta de recursos cuando se trata de las y los trabajadores. A raíz de la crisis de 2008, vimos que los bancos centrales dieron grandes cantidades de dinero casi gratuito a las empresas para que pudieran especular más, y se gastaron billones de dólares en bonos basura. Hoy es imprescindible exigir la confiscación de estas empresas especulativas que multiplican su riqueza mientras los obreros lidian con la pobreza, y también los ahorros de quienes las dirigen. Debemos luchar por la nacionalización del sistema bancario y del comercio exterior.
Sobre esta base, el no pago soberano de las deudas externas en los países donde éstas los agobian y la exigencia de impuestos progresivos sobre el patrimonio personal y de las empresas a nivel global es importante, tanto para señalar de donde obtener los recursos para las demandas revolucionarias de la clase trabajadora como para hacer que la oposición capitalista-trabajador se vuelva consciente.

5. La lucha por el presupuesto para la educación.
Una de las necesidades básicas que se ha visto afectada por la pandemia en todo el mundo ha sido el derecho a la educación. El sistema educativo, que ya estaba atravesado por una profunda desigualdad, colapsó para las clases trabajadoras y los pobres cuando se pasó on line. Cuando termine la pandemia, se verá más claramente que los pobres que no cuentan con el equipo necesario para acceder a la educación en línea quedan aislados del sistema educativo. Sobre esta base, es una demanda vital para los niños de las clases trabajadoras que se asigne un presupuesto mucho más alto para proporcionar educación pública, científica, gratuita, laica y equitativa a todos los estudiantes y que se eliminen todos los subsidios estatales a la educación privada y confesional.

6. La lucha contra la utilización de la pandemia por los gobiernos para atacar el derecho a la protesta.
El 2019 fue un año de revueltas globales. A pesar de la pandemia, esta ola de luchas se manifestó en los ejemplos de EE.UU., Líbano, Tailandia, Bielorrusia, Bolivia, Perú, Guatemala y Francia en 2020. Las clases dominantes, atrapadas bajo los efectos devastadores de la crisis y la pandemia, recurren a medidas extraordinarias ante la amenaza de rebelión. En todo el mundo, las principales demandas revolucionarias de la clase trabajadora deben ser la lucha contra los ataques al derecho a la libertad de expresión, acción y organización, así como la defensa de todos los derechos democráticos de los trabajadores, las mujeres y la juventud cercenados por los gobiernos y regímenes autoritarios.

7. La lucha contra el desastre socioambiental del capitalismo
La matriz de producción y consumo capitalista, además de explotar trabajadores, destruye la naturaleza con el único propósito de acumulación de ganancia privada. El origen del Covid radica precisamente en esa forma brutal de intervención sobre los ecosistemas. A su vez, la crisis económica amplificada por la pandemia impulsa más todavía la depredación ambiental para obtener materias primas baratas y valorizar capital. El calentamiento global y todas las consecuencias de este desastre recaen sobre la clase obrera y los pueblos. Por eso, es tarea de los socialistas proponer una forma de producción que satisfaga todas las necesidades sociales, pero de forma sostenible para la naturaleza y la salud de las mayorías.

8. La lucha contra la opresión a las mujeres y las disidencias
Las condiciones creadas por pandemia y las cuarentenas agravaron la situación de la violencia contra las mujeres y las disidencias. La lucha por las reivindicaciones de género está presente a nivel mundial. En este marco, debemos ser parte de estas luchas impulsando un programa que parta de las demandas fundamentales como la igualdad salarial, medidas para combatir la violencia de género, la lucha por los derechos sexuales y reproductivos y el aborto legal, e impulse la unidad de estas luchas con una perspectiva anticapitalista y socialista.

9. La lucha contra el peligro de la guerra imperialista.
Las condiciones de la crisis capitalista intensifican las tensiones entre los capitales y los Estados-nación de los que dependen. Esto siempre ha sido así en el trasfondo de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Ahora hay una tensión adicional en la competencia internacional entre capitales, entre China y EE.UU., al punto que ya se habla de nueva guerra fría entre estas dos superpotencias, donde ninguno de los bandos representa ventaja alguna para los trabajadores del mundo. La lucha entre las dos mayores economías del mundo, por supuesto, no se queda entre estos países; la guerra comercial liderada por EE.UU. encoge toda la economía mundial y agrava la competencia económica y geopolítica.

EE.UU., pese a que sigue siendo la principal potencia imperialista, se ha debilitado al extremo de que su rol hegemónico ha comenzado a estar cuestionado. Está claro que el capital estadounidense puede correr el riesgo de la guerra para no renunciar a sus privilegios en virtud de su dominio sobre el mundo. Aunque la amenaza de guerra todavía no toma la forma de una «guerra total» en nuestra era de armas nucleares, las guerras regionales continúan desarrollándose como en Siria, Yemen, Libia y Karabaj. La existencia de puntos de tensión crónica que pueden desencadenar guerras a gran escala en muchas partes del mundo muestra lo cerca que está el sistema imperialista de llevar a la humanidad al desastre.

Hegemonía revolucionaria

Es de gran importancia que los socialistas revolucionarios ganen la competencia contra las tendencias de izquierda pro-capitalistas y de todos aquellos que pregonan el posibilismo. Estos se transformarán en grilletes para el movimiento de masas en el período venidero cuando la lucha de clases se radicalice aún más. La historia de la lucha de clases es también la historia de esta disputa. Más recientemente, en la crisis histórica que vivió Grecia, la potencia más importante que salvó el sistema no fue otra que la eurocomunista Syriza y no podemos olvidar a los elementos centristas que justificaron su accionar. En España la fuerza que legitima al régimen nacido de la Constitución franquista del ’78 es la «nueva izquierda» de Podemos, ahora en el gobierno junto al PSOE. Quien salió en auxilio del reaccionario Piñera y el régimen pinochetista en la rebelión chilena fueron el Frente Amplio y el Partido Comunista. Sin la adaptación neoliberal del PT brasileño no habría ascendido al poder el reaccionario Bolsonaro. Los sostenedores del capitalismo en Nicaragua y Venezuela vienen siendo los gobiernos del Frente Sandinista y del PSUV. En Argentina, salvo el trotskismo, toda la izquierda frentepopulista se ha encolumnado detrás del burgués Partido Justicialista y su discurso populista y posibilista. Actores similares intervendrán para desempeñar papeles similares en el próximo período, cuando la lucha de clases se agudice. La LIS intensificará la lucha contra estas tendencias históricas que hicieron retroceder al movimiento de masas.

1. ¡No a la adaptación al reformismo! ¡Por una lucha de clases independiente! La perspectiva de la independencia de clase debe destacarse frente a las tendencias oportunistas que dirigen las acciones de las y los trabajadores y la juventud hacia los canales burgueses, como hemos visto recientemente en EE.UU. a través del imperialista Partido Demócrata y en Bolivia con el MAS.

2. ¡Contra todas las formas de opresión, y por la unidad de la clase trabajadora! Dentro de los movimientos de lucha contra la opresión de género, racista, nacional, luchamos por una perspectiva de clase, anticapitalista y socialista que destaque la relación entre todas las formas de opresión y la explotación capitalista. Rechazamos las políticas de identidad y el posmodernismo reaccionario, que dividen a la clase trabajadora y arrastran las luchas a callejones sin salida. El socialismo es la única fuerza que puede unir a todos los oprimidos y explotados bajo una misma bandera.

3. Se deben abandonar las disputas sectarias. La estrechez de miras tradicional, que no reconoce ninguna organización revolucionaria más que su propia organización, está estancada en un terreno nacional y gasta la mayor parte de su energía en conflictos viciosos con otras fuerzas revolucionarias, es una enfermedad grave en las filas de los socialistas revolucionarios. Es una necesidad urgente que los socialistas revolucionarios, que insisten en una política de independencia de clase, se unan tanto en la arena nacional como internacional y formen frentes y unidades de lucha para ganar a la clase trabajadora.

4. En las filas de los que se reclaman revolucionarios debe abandonarse el abstencionismo sectario, el impresionismo y toda actitud de asesor desde afuera de la lucha de clases real. Hay que terminar con los revolucionarios del teclado. La tarea principal de este período es formar cuadros que se formen interviniendo con energía en todos los aspectos de la lucha de clases y disputar las masas y su vanguardia para el socialismo utilizando todo el arsenal táctico y estratégico del marxismo revolucionario. También hay que luchar contra las tendencias centristas y reformistas que exigen o aconsejan a los burócratas de izquierda en lugar de construir una fuerza revolucionaria independiente.

La Liga Internacional Socialista llama a los trabajadores, a las mujeres, a la juventud y a los elementos de vanguardia que están hoy en la primera línea de las luchas que se desarrollan en todo el mundo a unirnos para enfrentar juntos la contrarrevolución económica y social que los defensores de este sistema capitalista-imperialista en descomposición intentarán descargar sobre todos nosotros para salvar las ganancias y privilegios de un puñado cada vez más pequeño de capitalistas. Y frente al futuro que se avecina, la LIS los invita a unir la lucha social a la lucha política y construir juntos partidos socialistas revolucionarios en todos los países y una organización internacional que pelee por un programa para destruir el capitalismo, ayudar a formar organismos de autoorganización de la clase obrera, el gobierno de las y los trabajadores y el socialismo en el mundo entero.

Resolución de apoyo a la lucha del pueblo saharaui

Desde hace varias semanas, en el paso fronterizo de El Guerguerat, estamos presenciando una nueva y violenta agresión colonialista del Reino de Marruecos hacia la República Árabe Saharaui Democrática.
Ejerciendo su legítimo derecho a defenderse el heroico pueblo saharaui, con la juventud al frente, ha respondido con todos los medios a su alcance a esta nueva y brutal agresión.
Desde la Liga Internacional Socialista nos solidarizamos con la justa lucha saharaui en defensa de su territorio y a ejercer el derecho a la autodeterminación, la independencia y la libertad.
Repudiamos este nuevo acto de colonialismo por parte de Marruecos, que cuenta con el apoyo explícito de Donald Trump, el imperialismo norteamericano e Israel, la complicidad de la Unión Europea y en particular de España y Francia además del cinismo de la ONU.
La Conferencia Internacional de la LIS exige el retiro de todas las tropas marroquíes que desde hace décadas mantienen bajo ocupación ilegal la mayor parte del territorio del Sahara Occidental, que le corresponde a la República Árabe Saharaui Democrática.
Sólo el pueblo saharaui, sin ninguna injerencia imperial ni colonial, tiene derecho a decidir su propio destino.

 

 

 


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