Los socialistas del MST somos respetuosos de los sentimientos y las convicciones religiosas de todos aquellos que son creyentes, si bien es cierto que no las compartimos. Desde esa posición de respeto, y a la vez con total franqueza política, analizamos en esta nota el rol del nuevo Papa y también el de la Iglesia Católica mundial que hoy él encabeza.
Lógicamente, millones de argentinos se alegraron y emocionaron con la designación de Jorge Bergoglio como Papa. Es más que comprensible. Algunos porque son católicos, sean practicantes o no. Otros porque el ex cardenal es argentino y eso siempre tira fuerte. Otros quizás por puro cholulismo, nomás. O por todas esas razones juntas, o por lo que sea. Todos ellos tienen pleno derecho a festejar y sin duda buena parte miran a Francisco con expectativas.
Distinta es la actitud de buena parte de los gobernantes y la dirigencia política tradicional, que en un campeonato de oportunismo vergonzoso buscan colgarse de la sotana de Francisco como sea. Los laureles se los llevan el kirchnerismo en general y la presidenta en particular, que en un cerrar de ojos pasaron de no poder digerir la noticia a hacer fila para sacar pasaje a Roma…
El porqué de un cambio
Que el Vaticano y la Iglesia Católica Apostólica Romana vienen en declive no es ningún secreto. Pierden vocaciones al sacerdocio, pierden fieles y, lo que es más importante, pierden influencia social y política. No podía ser de otro modo después de tanto acumular riquezas, defender curas pedófilos, sostener posiciones reaccionarias y alejarse de las preocupaciones y las necesidades de los pueblos.
Es evidente que la Iglesia estaba necesitando -y preparando- un giro en su máxima y más visible conducción internacional. Le hacía falta un urgente reciclado, en busca de recuperar algo del prestigio y el espacio perdido. La llamativa jubilación anticipada de Ratzinger se produce en este marco. Y no por casualidad Bergoglio ya había quedado en segundo lugar en la anterior votación.
El por qué de Bergoglio
Nos parece que dos razones centrales se combinaron para que la elección de los 115 cardenales recayera en él. Una tiene que ver con la proveniencia geográfica, ya que hace nada menos que seis siglos que no eligen un Papa nacido fuera de Europa. Y la nacionalidad no es para nada ajena a lo que pasa políticamente en el mundo. Cuando en los años ’80 se gestaba la rebelión antistalinista en el Este Europeo, por ejemplo, surgió un Papa polaco y con él la Iglesia contribuyó a la restauración del capitalismo en esos países.
América Latina ha sido en los últimos años escenario de verdaderas revoluciones que tumbaron gobiernos y viejos regímenes políticos. Además, en este vibrante continente vive más del 40% de los católicos. El hecho de ser argentino, del “fin del mundo”, fue entonces un factor no menor a la hora de decidir una región de origen para el nuevo Papa, a través del cual la Iglesia sin duda buscará incidir en ella.
El otro factor son las características personales. Jesuita, o sea disciplinado. Conservador en las cuestiones esenciales, aunque no del ala más reaccionaria, o sea garantía de mantener los dogmas y con capacidad de conducir al conjunto. Con apertura hacia problemáticas sociales, por ejemplo contra la trata, la corrupción oficial y la pobreza, o sea el perfil que la Iglesia hoy busca. Y austero, el ingrediente final adecuado. Más papable que Bergoglio, nadie. El nombre elegido, sus primeros gestos y palabras confirman que la orientación de la cúpula católica es mostrar una Iglesia que se acerque a los pobres.
La Iglesia como institución
El MST es un partido que defiende la libertad de cultos, pero sostiene el ateísmo. No es nuestra intención discutir cuestiones de fe: lo que cuestionamos es la acción política e ideológica de la Iglesia. Porque Bergoglio, o Francisco, no conduce una institución cualquiera: desde su formación, la Iglesia ha jugado un papel de relevancia a lo largo de sus dos mil años de existencia.
Es que además de dirigir un Estado propio -el Vaticano-, esta organización vertical interviene en forma cotidiana en la vida social y política de numerosos países. El problema es que interviene tirando para atrás las ruedas de la historia.
Unos pocos ejemplos bastan para constatar que, más allá de sectores y momentos más contradictorios, la jerarquía católica siempre fue dogmática y anticientífica en cuanto a las ideas y reaccionaria en el plano político:
• Desde que Colón “descubrió” América en 1492, la Iglesia apoyó la explotación y el genocidio cometidos por los conquistadores. Espada y cruz fueron de la mano. Recién en 2007, o sea 515 años después, el Papa reconoció “los sufrimientos e injusticias infligidas a las poblaciones indígenas”.
• En 1616, la Iglesia condenó a prisión al científico Galileo Galilei por decir que la Tierra giraba alrededor del sol. Recién en 1992, es decir 376 años más tarde, el Papa admitió el error cometido con Galileo y pidió perdón.
• Recién a mediados del siglo XVI la Iglesia aceptó que las mujeres tenían alma: por 1550 años las consideró inferiores. En pleno siglo XXI, todavía rechaza la educación sexual, los anticonceptivos, el derecho al aborto, la diversidad sexual y el matrimonio igualitario1. También a su interior la Iglesia Católica le niega igualdad a la mujer.
Del siglo XV al XVIII, la Inquisición torturó y asesinó a miles de personas. Más tarde, el Vaticano respaldó al nazismo. Las cúpulas católicas -siempre con alguna excepción, claro está- han sido cómplices de cuanta intervención imperialista o dictadura militar asoló algún país.2
¿Qué cambios esperar?
Es muy probable que el liderazgo de Francisco traiga algunos cambios en el lenguaje y el estilo de la Iglesia Católica. Ya se ven. Pero ningún olmo da peras. Por eso creemos que no habrá modificaciones cualitativas en lo que ha sido su conducta histórica.
Lo esencial no es estar cerca de los pobres, sino para qué.
La Iglesia Católica y todas las religiones adormecen las luchas y las conciencias, predican la resignación y la conciliación con los enemigos de clase, con lo cual contribuyen a apuntalar al capitalismo, que es precisamente el sistema que al servicio de unos pocos poderosos fabrica más y más pobres.
Pablo Vasco
1. Según Bergoglio, “es un plan del Diablo”.
2. En el caso de la Argentina, Bergoglio mismo integró esa cúpula y está acusado por haber desprotegido a curas perseguidos, por más que ahora la ola mediática lo niegue.