La Policía Metropolitana nació en 2008 con la ley que votaron juntos el PRO y los K. Hoy tiene unos 3.000 efectivos. Según su página web, es “una fuerza diferente”, “para la seguridad que el vecino necesita”, formada “en los valores humanos”, “para el cumplimiento estricto de la ley” y “el respeto de todos los derechos ciudadanos”. Dicen buscar que sus miembros “se destaquen por su capacidad de equilibrio y reflexión, la solidaridad y el respeto hacia el prójimo”…
Nada que ver. El primer jefe de la PM fue el Fino Palacios, procesado junto a Macri por formar una asociación ilícita para espiar. Tuvieron que echar a media cúpula por coimas en prostíbulos y otros delitos de corrupción. Casi 4 de cada 5 de sus actuales jefes vienen de la Federal de la dictadura. Y como las otras policías, es esencialmente represiva: lo vimos en el Parque Indoamericano -donde mató gente junto con la Federal-, el Parque Centenario, la Sala Alberdi y ahora el Borda.
Así no va. Lo que necesita la Ciudad es un cuerpo de seguridad comunitaria totalmente distinto, respetuoso de los derechos democráticos, para prevenir los delitos y no para reprimir los reclamos sociales, con jefes que no vengan de la dictadura, comisarios elegidos por el voto de los vecinos y carácter revocable, control social y de los organismos de derechos humanos, y policías con derecho a sindicalizarse. Esa sí sería una fuerza realmente nueva y diferente.