MST - Movimiento Socialista de los Trabajadores Lunes 27 de Agosto, actualizado hace 4 hs.

Escuchas telefónicas y drones: Qué hay detrás de los nuevos escándalos de Obama

Tres semanas atrás estalló en Washington, una serie de escándalos que tocaron el corazón del gobierno de Obama, poniendo de forma cruda y abierta la crisis política que atraviesa desde hace ya varios años la administración americana. El detonante fue la salida a luz de las escuchas telefónicas sobre 20 periodistas de AP que desde hace más de un año tienen bajo control sus líneas telefónicas y medios de internet.

La aparición de este escándalo que remite al «Watergate de Nixon», y del cual el diario Guardian dijo «ninguno de nosotros había visto nada como esto”, provocó un movimiento de protesta de mucha importancia en el periodismo, organizaciones de derechos humanos y sociales que expresan el descontento de grandes sectores sociales en los EEUU. Volvieron a aparecer los métodos ajenos a toda norma democrática que, bajo el pretexto de la guerra contra el terror, están hiriendo de gravedad las libertades democráticas de la sociedad americana. Salió a luz nuevamente la utilización de los aviones no tripulados llamados drones (en ingles avispa) y con los cuales EEUU ha matado miles de ciudadanos de otros países violando abiertamente su soberanía, sin contar ninguna supervisión pública, judicial, o del Congreso. El caso es que desde que Bush declaró la “guerra al terrorismo” se paso de 50 drones y 50 órdenes de ataques a 7500 drones y 360 acciones con Obama. Se sumó también el asesinato de dos civiles sin ninguna prueba alegando que eran terroristas en Boston, y la ya conocida cárcel de Guantánamo donde continúan 166 presos a los que podríamos llamar “desparecidos con vida”, secuestrados y torturados violando los derechos humanos.
Hubo muchas voces de protesta; “abuso de poder”, “estas acciones sacuden la conciencia estadounidense y viola la libertad de crítica de la prensa protegidos por la Constitución de los EE.UU”, fueron expresiones vertidas por importantes organizaciones.
La gravedad de la crisis obligó a Obama a proclamar el jueves 23, que ponía “fin a la guerra al terror”. En su discurso llegó a decir que hubo medidas que “comprometieron nuestros valores por el uso de la tortura para interrogar a los enemigos, y detener a personas de manera contraria a la ley.” Pero su discurso -calificado de defensivo por la prensa-, no planteó ninguna medida sustancial; se controlarán pero continuarán los drones, se habla pero no se cierra Guantánamo y seguirán las restricciones democráticas para “la seguridad del estado”.
Es bueno comparar lo que pasa en los EEUU con Venezuela y Ecuador, donde sus gobiernos sufren una intensa campaña mundial, acusados de cercenamiento a derechos de prensa. Haciendo incluso abstracción de la diferencia entre estos países con un país imperialista y sus guerras, ni en Venezuela ni en Ecuador ningún periodista está sobre vigilancia y amenazado por métodos de escuchas y restricciones como en los EEUU. (Tampoco el “gordo” Lanata en Argentina)
Sucede que el régimen de los EEUU no puede revertir las restricciones a las libertades democráticas. Obama es el representante de una administración desgarrada por contradicciones internas. Como dice, en “World Socialist”, Joseph Kishore “El estado de guerra perpetua ha generado intensos conflictos entre las diferentes facciones de la clase dominante. Dentro y entre las diversas ramas de las fuerzas armadas, la CIA y el FBI, hay continuas luchas entre facciones”.
El resultado es que Estados Unidos está destruyendo las bases políticas sobre las que ha basado su dominio: la idea de la defensa de la democracia, del “sueño americano”. Hay una lógica irreversible; los sectores más poderosos de la burguesía y del complejo militar industrial no pueden abandonar el programa de la hegemonía global por coerción y Obama está atado a eso.
Por eso, la democracia sobre la base del dominio imperialista se hace cada vez más imposible. De ahí que la defensa de los derechos democráticos es, más que nunca, una cuestión anticapitalista.

 Pedro Fuentes

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