El país insiste en escaparse de cualquier editorial que se prepare con anticipación. Los hechos se presentan con una fuerza implacable, conmovedora, y patean un tablero al que ya le sobran marcas. Las imágenes del choque de trenes de ayer, trajeron a la cabeza de millones las que se vieron hace poco más de un año en Once. Un país entero comprobó, con nuevas ofrendas humanas, los alcances de la «revolución ferroviaria» que anunciaron ministros y replicaron cientos de minutos de propaganda oficial durante los partidos de fútbol y en todos los horarios.
La tristeza y el dolor, ahondadas por las justificaciones y acusaciones de los empresarios y funcionarios, terminaron por sacar de escena todo lo demás.
A los repetidos tropiezos del gobierno para implementar las elecciones al consejo de la Magistratura, a las escandalosas denuncias de corrupción, a las pobres expectativas electorales que el oficialismo tiene en los lugares más grandes del país, a todo eso, se sumó un nuevo cachetazo de la cruda realidad. Una realidad que no han podido tapar y los viene arrinconando.
Son las muestras de un deterioro que no se ha detenido y se expresa en todas las esferas. El congelamiento de precios y el «control militante» a la medida de cada empresario ya era una medida inservible. Pero la inexistencia de los productos en las góndolas terminó de sepultarla. Con el blanqueo se beneficiará a los grandes evasores y mafiosos, pero seguirán las restricciones a los pequeños ahorristas. Por su parte, la actividad industrial y la construcción, o sea, la economía real, siguen bajando los decibeles. Hay despidos, suspensiones y achiques en distintos sectores. En las provincias las cuentas no cierran por ningún lado y se van acumulando conflictos y contradicciones en cantidades astronómicas. Si no fuera por el precio de la soja, se viviría un clima más denso. Pero el «yuyito» no puede curar todos los males.
Donde sí hay datos nuevos es en el mapa de la oposición. Tantas presiones del sistema para que se reúnan dos bloques que retengan heridos y descontentos con el gobierno, al tiempo que intentan obstruir la irrupción de fuerzas transformadoras, tuvieron algo de eco. Los mejores alumnos del momento fueron Binner, Alfonsín, Stolbizer, Carrió y Solanas. Le ganaron al PJ disidente, el PRO y otros, que no lograron juntarse, mayormente por problemas de cartel. Aunque seguramente harán nuevos intentos porque el sistema lo necesita.
Así, en Capital y Buenos Aires se plasmaron acuerdos que airean a la UCR y hasta se piensan como variantes para gobernar en el futuro. Sus programas no pasan de planteos republicanistas y conservadores, que no ofrecen ninguna solución a los problemas estructurales que tiene el pueblo trabajador. Incluso le dan argumentos al kirchnerismo para intentar contener a los que se alejan, insistiendo con que ellos «son lo mejor que tenemos». Por eso, aunque les hagan fiesta en la prensa, no hay motivos para alegrarse.
Así las cosas, el gobierno, la derecha y las falsas opciones van a contramano de las transformaciones que, a esta altura, necesitamos como el aire. Ninguno de estos sectores quiere modificar las bases de este modelo de saqueo, contaminación y desigualdad. Por eso hay que prepararse para que siga el conflicto social y el proceso de organización gremial, juvenil y territorial en curso, como ya vimos en las elecciones docentes bonaerenses, en la sanidad, en sectores de la industria y el transporte. También se hará más grande el sector que busca salidas de fondo a los problemas y con quién pelear por ellas. Esto debe entenderse como una realidad mucho más profunda que trasciende lo electoral. Incluso, aunque los gobernantes de todos los signos y demás políticos del sistema tratarán de poner la basura bajo la alfombra hasta las elecciones, no deben descartarse cambios bruscos o hechos de importancia que contribuyan al aceleramiento de la situación.
En ese contexto, se ha lanzado la batalla político electoral. Quienes luchamos por otro modelo de país tenemos que aprovechar esta contienda para que se hagan más fuertes propuestas emancipadoras, que se jueguen a transformar la realidad. La posibilidad de trabajar en unidad con distintas organizaciones y espacios políticos es necesaria para lograr herramientas con un mayor despliegue y extensión. Durante meses, pese a visiones hegemonistas y prácticas que dividen, el MST ha venido trabajando por nuevas unidades, a lo largo del país. También conformamos la alianza Nueva Izquierda para presentar lista al Consejo de la Magistratura. Fruto de esta actividad y de las distintas realidades de los distritos, nuestro partido participa de diversas construcciones electorales. En Capital, con Alejandro Bodart como candidato a senador; en Buenos Aires con Vilma Ripoll como candidata a diputada y en todo el país con nuestros referentes, vamos a dar batalla por superar las Primarias en agosto. Y en octubre llevar al congreso, a las legislaturas y concejos deliberantes a quienes luchan coherentemente por los derechos de los trabajadores y el pueblo. Invitamos a sumarse a la campaña a todos los que compartan estas propuestas para que juntos demos batalla en todo el país.