Junio de 2013, mes de la Copa de Confederaciones, entró definitivamente en la historia de Brasil. Y no por la competición, sino por el inédito levante popular y juvenil que cambió completamente la agenda de debates del país. Como se dice en las calles, «se despertó el gigante».
El inmenso pueblo brasileño salió a las calles, expresando con toda fuerza su indignación, caracterizada por el descontento con el orden político, con su superestructura burocrática e inaccesible para la mayoría de la población. También se salió a las calles en defensa de mejores condiciones de vida, económicas y sociales. La gota de agua que colmó el vaso de la insatisfacción fue el aumento del pasaje del transporte público.
La batalla de las tarifas
El detonante de las protestas fue el aumento del pasaje de ómnibus, que llevó a las calles de las principales capitales a miles de jóvenes indignados con la política de los gobiernos de hacer que la población pague la cuenta de la inflación. Primero en Porto Alegre, después en Goiânia, la juventud, con sus actos radicalizados y masivos, derrotó el aumento de los pasajes. Cuando la ola llegó a San Pablo, el proceso se extendió por todo el país. Después de una serie de manifestaciones de miles de personas, el gobierno provincial, del PSDB (Partido de la Socialdemocracia Brasileña, de derecha) y la municipalidad, dirigida por el PT (Partido de los Trabajadores) ordenaron a la Policía Militar de San Pablo reprimir brutalmente a los manifestantes. El mundo vio las imágenes terribles de la intervención violenta de la policía, que transformó a la ciudad de San Pablo en un escenario de guerra civil el día 13 de junio. En todo el país se organizaron incontables actos en solidaridad con los paulistanos, nacionalizando la lucha contra el aumento de los pasajes.
El17 de junio se expresó la respuesta política de la juventud, de la clase trabajadora y de sectores de la clase media contra la truculencia de los gobiernos y de la policía. Las manifestaciones de 120 mil personas en San Pablo y más de 100 mil en Río de Janeiro, las dos principales capitales del país, confirmaron que en Brasil se vive un nuevo tiempo. Ese día salieron a las calles 500 mil personas de norte a sur del país. La fuerza de las calles se transformó en marea y forzó un cambio en la actitud de la policía en varias ciudades, como San Pablo. Dos días después, los intendentes y gobernadores de Río y San Pablo -y algunas otras ciudades- anunciaron la reducción del valor de los pasajes. ¡Una gran victoria de la población brasileña!
Pero después del anuncio de la rebaja en los pasajes, el día 20, Brasil se paralizó y más de 2 millones de personas salieron a las calles en todas las provincias del país. Desde las grandes metrópolis como Río de Janeiro (que reunió más de 1 millón), hasta ciudades pequeñas como Santarém, en Pará, el grito de rebeldía fue intenso. Las exigencias iban mucho más allá de las tarifas de transporte colectivo. Innumerables reivindicaciones democráticas y sociales tomaron las calles. También se realizaron grandes actos en la periferia de las ciudades principales, donde la población se sumó a la lucha contra el viejo orden político, pero también por mejoras en la salud, educación, saneamiento básico y en el transporte público.
La generación actual se convirtió en marea
Las manifestaciones de junio de 2013 entraron en la historia como las más grandes ocurridas en Brasil, sólo comparables a la lucha por las «Directas Ya» que terminó con la dictadura militar.
La fuerza de las protestas de junio obligó a los intendentes -que en principio mandaron a la policía a reprimir a los jóvenes- a parar los aumentos. Sin embargo, las victorias en la lucha contra el aumento de los pasajes que se obtuvieron en varias ciudades no cerraron el proceso de lucha. Las manifestaciones siguen firmes, son menores que las el día 20 pero mantienen el ímpetu y un expresivo sector de la juventud movilizado. Ahora las banderas son muchas, desde la lucha por servicios públicos esenciales como salud y educación, hasta el combate contra la corrupción, pasando por las banderas democráticas de los movimientos de mujeres y LGBTs. ¡Un verdadero movimiento democrático tomando las calles! Los gobernantes están a la defensiva, ahora es el momento de obtener más conquistas.
La contradicciones del apartidismo
Una característica notable de este levantamiento nacional es la indignación de las nuevas generaciones con la vieja política brasileña. Parte de la crisis política que se expresa en el rechazo de las organizaciones partidarias. La gente en general no ve ninguna diferencia entre las distintas siglas. La traición del Partido de los Trabajadores, consolidada con la llegada de Lula al poder en 2002, es una de las razones principales de la desconfianza a los partidos. La gente ya no confía en nadie. Muchos sectores de la masa terminan identificando a los partidos como el principal problema para la lucha política.
La derecha, que intenta disputar la dirección del movimiento, se aprovecha de este sentimiento anti-partido para confundir a las masas. La Rede Globo, la principal expresión mediática de las clases dominantes, alienta consignas y acciones en las manifestaciones en contra de los partidos políticos. Su objetivo es evitar la unión del movimiento de masas con los partidos de izquierda, como el PSOL. Ante este escenario, es necesario tener paciencia y esperar a la madurez política del movimiento de masas. La mayoría del pueblo no pudo aún hacer una experiencia con los partidos de izquierda revolucionaria y socialista. La izquierda consecuente es aun pequeña en el país. Al mismo tiempo, estos partidos, tienen que demostrar su utilidad para las masas, como hicieron los concejales del PSOL en Porto Alegre, al presentar una demanda judicial para reducción del precio del pasaje del colectivo. La victoria en los tribunales dio credibilidad al PSOL, que se postula como referencia política para sectores de masas.
El crecimiento de JUNTOS es una expresión de la nueva era en Brasil
Ante el rechazo de las viejas estructuras políticas y el protagonismo de la juventud en las recientes movilizaciones en todo el mundo, creemos que es necesario apostar a la organización autónoma de los jóvenes, por lo que somos optimistas con JUNTOS como movimiento independiente de los jóvenes. JUNTOS se ha destacado en muchas de estas luchas. Es un movimiento que está a la vanguardia en las movilizaciones de las grandes ciudades, como en São Paulo, la más grande del país y en otros lugares como Porto Alegre, Río de Janeiro, el Brasília, Belém y Santarém, donde la fuerza de nuestra juventud nos coloca como protagonistas de las principales manifestaciones.
JUNTOS ha trabajado para conectar las luchas de diferentes ciudades y reunir consignas y tareas para que se levante nacional-mente la juventud brasileña. Estamos ganando en cantidad y en la calidad política con este gran movimiento que surge en el país. Estamos expandiendo nuestro trabajo a muchas ciudades en todo el país. Y vamos a seguir batallando para que el movimiento de masas de la juventud avance en temas fundamentales para el país. Sin duda, Brasil ha cambiado y continuará cambiando con el pueblo y la juventud en las calles.
Nathalie Drumond e Ib Sales Tapajós
Nathalie Drumond e Ib Sales Tapajós son miembros de la dirección de JUNTOS en Río de Janeiro y Pará, respectivamente.
Alejandro Bodart viajó a Brasil
Desde San Pablo, en donde participó como panelista en un seminario sobre la situación brasilera y latinoamericana invitado por el PSOL (Partido Socialismo e Liberdade), el diputado y candidato a senador porteño Alejandro Bodart (Nueva Izquierda) afirmó: «La corrupción, un Mundial carísimo y la desinversión social en salud, educación y transporte durante años fueron el detonante de la bronca acumulada. Con la juventud a la vanguardia, los profundos cambios políticos que vive Brasil van a repercutir en todo el continente.»
Bodart agregó: «El gobierno sufrió un fuerte desgaste, la mayoría de sus anuncios son sólo promesas y se abrió una crisis al interior del PT, que puede marcar el fin del ciclo que inició Lula y siguió Dilma. Pese a los matices, hay muchas semejanzas con el modelo argentino y su posible perspectiva.»