Las movilizaciones del 2013 han demostrado que el proceso de reflujo del movimiento social, posterior al estallido del 2011, no alcanzó los niveles planteados por los fatalistas pronósticos que la historia de las últimas décadas nos ha enseñado a proyectar.
Pese a los reacomodos del discurso burgués en su afán de asimilar y neutralizar la demanda social, así como de sus maniobras políticas ejecutadas desde el Estado para desarticular las luchas emprendidas, el movimiento sostiene hoy, con nuevos ritmos, su proceso de maduración y fortalecimiento. Así se ha dejado ver con la reaparición de un movimiento estudiantil que volvió a copar las calles y ocupar liceos y universidades, logrando nuevos hitos de articulación y lucha conjunta con importantes organizaciones laboriosas, como fue la movilización nacional del 26 de junio, junto a los trabajadores y trabajadoras del cobre y los puertos del país, sectores estratégicos de la economía chilena. Así mismo se vio el jueves 11 de julio, ante un importante paro nacional convocado por la CUT y levantado por una amplia gama de organizaciones sociales y políticas en lucha, que se dispusieron a sobrepasar el programa concertacionista de la Central y profundizaron la instalación de las demandas por la renacionalización del cobre, la educación gratuita y la asamblea constituyente. Estos elementos nos sugieren que el nuevo momento del movimiento social se encuentra marcado por los caminos de la recomposición. Luego de décadas de una dispersión subordinante, afirmada por el desarrollo a ultranza del libre mercado y el despojo radical de las mayorías trabajadoras, nos encontramos en un momento de recomposición, tanto de la capacidad de articulación y lucha conjunta de vastos sectores de la población, como de la expansión de una nueva conciencia crítica de masas, fenómenos fecundos para la maduración y extensión de las posiciones anticapitalistas.
Las distintas formas que el malestar ha alcanzado en los diversos sectores de la población agobiados por el neoliberalismo, han avanzado hoy a converger en planteamientos políticos que resuenan una y otra vez en los espacios donde se desarrolla la lucha de masas. Han sido las calles las que han parido un programa político de cambios económicos y democráticos de avanzada, el que se pondrá a prueba sistemáticamente en las calles, así como también en la arena política y electoral. Comprendiendo aquello, la decisión de un importante sector de la militancia revolucionaria ha sido dar un salto político gravitante, incorporándose a la tarea electoral como elemento táctico, comprendiendo la oportunidad que puede significar para el avance y fortalecimiento del proceso. La experiencia igualitaria fue, pese a todas sus dificultades, uno de los esfuerzos motorizadores de dicha discusión y despliegue.
La expresión nítida de las demandas populares y ciudadanas, entroncadas en los planteamientos centrales de Asamblea Constituyente y Renacionalización del Cobre, junto al levantamiento rotundo de las demandas antineoliberales como el Fin del sistema de AFP (régimen privado de pensiones) y el término del negociado con la educación, la salud, la vivienda y toda la gama de derechos sociales fundamentales, deberán sintetizarse en un Programa de Gobierno a ser impulsado y defendido por los actores sociales en lucha. La transformación radical del Estado, su cambio de carácter del actual subsidiario a uno garante de derechos sociales, que ponga a disposición la riqueza común para el desarrollo de la autogestión y del control directo de las instituciones propias y autónomas de las comunidades; los cambios radicales a la estructura del trabajo: la sindicaliza-ción universal, un nuevo código o estatuto del trabajo, la negociación colectiva por rama de la producción, entre otras tantas, deberán ser las banderas comunes y mayoritarias en las contiendas venideras. Para todo ello, necesitamos unidad.
Este es el momento de las alianzas y la unidad, no del camino propio de un determinado sector. Dicho de otro modo, el verdadero camino propio es hoy, ante todo, el encuentro con los otros, el camino nuestro. El momento político exige sobrepasarnos a nosotros mismo y nuestros esfuerzos particulares de construcción de lucha social, poniendo cada cosa en su lugar, cada foco de construcción en un escenario global de disputa, compuesto por una gran diversidad de actores y propuestas, amplio en expresiones de lucha, cuál de todas más valiosa y necesaria.
Al paso del pueblo van también las organizaciones militantes, indispensable actor para la motorización de los proceso de lucha. El encuentro y las rearticulaciones están a la orden del día, y parte de nuestro trabajo será construir la posibilidad de proyectar nuevas, mayores y mejoradas articulaciones militantes, promoviendo la discusión y avanzando hacia posiciones unitarias, con firmeza estratégica y flexibilidad táctica, adoptando las mejores combinaciones de las formas y frentes de lucha que corresponderá desarrollar en un futuro gobierno neoliberal concertacionista.
Nuestras tareas presentes y futuras no serán sencillas, y nunca lo han sido. Podrán generarse encuentros y desencuentro, y de estos últimos hemos de sacar nuevas lecciones. En torno a ellas hemos de sostener y profundizar lo avanzado, redoblando nuestros esfuerzos por construir proyecto revolucionario, carácter que no se medirá sólo en torno a la potencia con la que resuenen las consignas estratégicas, sino a través de los efectos concretos que produzca en este momento histórico, tanto en lo que respecta al fortalecimiento de las organizaciones de masas donde se crea y recrea la clase trabajadora (con sus múltiples espacios de despliegue e identidades particulares), como por el daño efectivo que pueda generar a la gobernabilidad del capitalismo, sus centros económicos y de poder político y cultural. No hay frase altisonante o poética consigna estratégica que pueda reemplazar esta condición. Nos vemos en las calles.
Fernando Encina W Corriente Praxis – Chile