La escena política nacional está cargada y siempre hay lugar para sorpresas. Pero más allá de esa posibilidad constante, hay cuestiones que dominan y permiten explicar a las demás. En nuestro país lo que tiñe todos los movimientos es el golpe recibido por el gobierno nacional en las pasadas elecciones de agosto. Y cuando hablamos de movimientos, lo hacemos en varios sentidos. Estamos presenciando la adaptación de todos los actores al nuevo escenario que pintaron las primarias.
Desde la Rosada se lanzaron una serie de medidas económicas que se chocan de frente con el propio discurso presidencial.
En Neuquén, con palos, balas de goma (y también de plomo) para cuidar la legislatura provincial, se aprobó darle vía libre al vergonzoso acuerdo entre YPF y la petrolera norteamericana Chevron. El contrato tiene incluso cláusulas secretas que los diputados neuquinos no podían conocer y hasta obliga a nuestro país a pagar los costos de cualquier daño ambiental que pueda producir la multinacional extrajera. Voceros oficiales defendieron el acuerdo y justificaron los heridos y apaleados por “la unión entre la ultraizquierda y la ultraderecha” que amenazaba la paz de ese día. Una afirmación que podría haber hecho Corach bajo el menemismo.
En estos días, además, el senado daba media sanción al proyecto oficial para reabrir (por tercera vez) el canje de deuda con los fondos buitres. El tema lo tratarían hoy los diputados, con la intención de aprobarlo. O sea, seguimos pagando y nos hipotecamos hacia delante.
También vino el Plan Nacional de Seguridad. Se llenó el conurbano de gendarmes y prefectos, que tendrían que estar custodiando las fronteras y costas, pero ahora duermen tirados en distintos municipios para salir a patrullar la zona. Scioli, postulado para heredero de Cristina, dividió el Ministerio de Justicia y Seguridad y nombró a Granados, Intendente de Ezeiza y furibundo promotor de la mano dura, al frente de Seguridad. Después propusieron la baja de la edad de imputabilidad a 14 años. Ya antes se tomaron muchos de los cambios que proponía el “ingeniero” Blumberg. Los problemas no se solucionaron. Se insiste en la militarización sobre los sectores populares, pero las bandas del crimen organizado, verdadero responsable de la inseguridad, sigue cubierto por la impunidad reinante en el poder político, judicial y policial.
A pesar de quedar bien ubicada luego de las primarias, el papel de la oposición de derecha ha sido siempre un completo desastre. Unos apoyaron el canje con los buitres, otros el proyecto de ganancias que es completamente insuficiente. Volvieron a mostrar que tampoco tienen soluciones reales para los problemas estructurales del país. Por eso, aunque Massa, Macri, la UCR o Carrió puedan capitalizar el enorme retroceso del gobierno, de ninguna manera expresarán los anhelos de cambio que existen entre los trabajadores y el pueblo. Más temprano que tarde serán nuevas frustraciones.
Además de abrirle más grietas internas, los virajes del kircherismo van a profundizar el proceso de alejamiento de sectores que buscan un cambio y no apuestan a la derecha. Este movimiento está detrás de la importante votación a las listas de izquierda en agosto, pero también tiene expresiones entre los trabajadores, la juventud, los movimientos sociales, la intelectualidad. Por eso, la batalla por construir un amplio movimiento de toda la izquierda política y social, estará en el centro de la escena. Se puede construir una herramienta unitaria para las elecciones y también para las peleas cotidianas que dan los de abajo. Si sectores como el Frente de Izquierda y otros se abrieran a esa confluencia, nuestro partido estaría dispuesto a participar. Podríamos poner en pie una fuerza que pueda organizar a miles en todo el país, ganándole terreno a los viejos partidos y la burocracia sindical.
Las listas y candidatos del MST Nueva Izquierda, en todo el país van a estar al servicio de esta pelea y de la defensa de los derechos sociales, ambientales y de las mujeres. Te invitamos a organizarte con nosotros para dar esta batalla juntos.