En los últimos días el gobierno apretó el acelerador para hacer votar el Presupuesto 2014 antes de octubre. Es evidente que Cristina intenta concretarlo antes de perder la mayoría en el Congreso, lo que resulta prácticamente un hecho si se tienen en cuenta los resultados de agosto. Más allá de las críticas electoralistas, ninguno de los candidatos de los viejos partidos cuestiona la esencia del presupuesto: más ajuste y pago de la deuda.
Desde el punto de vista técnico el presupuesto resulta un mamarracho incomprensible, ya que las tres variables más importantes en las que se asienta son irreales: Contempla un crecimiento de la economía del 6,2% (cuando todos los indicadores macroeconómicos hablan de un estancamiento o a lo sumo un crecimiento menor al 3%), una inflación de sólo el 10,4% (que todos sabemos es más del doble) y un dólar a $6,33(recordemos que para el 2013 se previó un dólar a 5,30 y ya está en 5,75 sin terminar el año todavía). Y por si fuera poco prevé un saldo comercial externo positivo en más de U$S 10.000 millones. De conjunto el Presupuesto 2014 arroja en los papeles un superávit de $ 5.000 millones, cuando este año va a terminar con un rojo de más de $ 46.000 millones. Para llegar a este superávit se basa en un crecimiento del ingreso del 27% mientras que los gastos subirán sólo el 15%. De donde rápidamente se infiere que si la inflación es de por lo menos el 25% y los gastos sólo suben el 15% hay un ajuste encubierto.
Podríamos seguir dando números, en los que la mayoría no cree, pero más importante que esto es ver qué política se esconde detrás de los números. Reduciendo el presupuesto a lo más elemental, es decir de dónde saldrá la plata que se va a gastar y en que se destinará lo recaudado, podemos aproximarnos a la respuesta.
Digamos que el grueso de los ingresos previstos provienen de los aportes de la Seguridad Social (es decir ANSES) con el 29%, del IVA 19%, ganancias y exportaciones el 14% cada uno, mientras que los impuestos a los bienes suntuarios, transacciones, sólo el 1,4%. Es decir que la mayor parte la aportamos los trabajadores y jubilados mientras que los grandes aportan muy poco al ingreso público.
No menos claro es el destino que se le dará a los fondos donde sólo en intereses de pago de la deuda pública (9%) y las importaciones de energía (9,3%) , se llevan más que Educación (7,9%) y Salud (3,4%). Es decir que sólo en intereses de la deuda se gastará prácticamente el triple que en Salud. Y otro detalle no menor el presupuesto no contempla una pauta de aumento salarial para los estatales que se acerque a la inflación.
Pero la realidad es que no sólo desde la oposición desconfían de los números del presupuesto mandado al Congreso, en el propio gobierno tampoco se fían demasiado de lo presupuestado. Ejemplo de ello es que autorizan a endeudarse en más de $80.000 millones (otra vez la fuente de financiamiento es BCRA y la ANSES a los cuales también se les advierte que podrían no pagarle las obligaciones pendientes para el próximo año). Y si es necesario como siempre harán uso de los superpoderes para gastar sin dar explicaciones.
Desde el MST siempre hemos denunciado que el pago de la deuda es el agujero negro por donde se van los recursos. Hoy luego de 10 años de política de «desendeudamiento K» la realidad es que si sumamos la deuda con el club de París y el cupón PBI la deuda pública ha llegado a U$S 220.000 millones lo que sigue representando casi el 50% del PBI (al igual que en 2001). Esto sin contar con que los fondos buitres ganen el juicio y esto abra la puerta a que los demás acreedores reclamen el 100%, lo que llevaría la deuda a niveles muy superiores.
Por eso decimos que en realidad lo que de fondo refleja este presupuesto es la gran erogación para el pago de la deuda y la necesidad de un ajuste a los trabajadores para garantizar este pago. Pero como Cristina no sabe siquiera si va a lograrlo, es que está tratando de hacer buena letra, reabriendo el canje, garantizando pagos, etc., para ver si logra que los mercados internacionales vuelvan a prestarle plata, cosa más que dudosa y que de resultar sólo lograría que debiéramos más.
Gerardo Uceda