La disputa entre el gobierno y el grupo Clarín, otrora aliados, fue uno de los principales motores de la construcción discursiva del gobierno y el impulso a la ley de servicios de comunicación audiovisual.
Durante los últimos años, Nestor, Cristina y los principales personajes del gobierno, intentaron explicar todos los males y problemas del país por la existencia de dicho grupo y su permanente accionar “destitúyente”.
Con un enemigo como Clarín, era fácil ubicarse en el campo del progresismo, con una historia de relaciones con todos los gobiernos, incluidos los dictatoriales, este grupo se transformo en un verdadero emporio con cientos de medios gráficos, radiales, televisivos y web que abarca todo el país.
Apenas aprobada la ley de medios, fue la empresa comandada por Hector Magneto, la que mediante diversos recursos judiciales impidió la aplicación de 4 artículos de la misma. Sin embargo, ante el reciente fallo de la corte, presento un plan de adecuación a la ley que roza la vergüenza.
Socios, testaferros y continuidad de los negocios
El plan presentado por Clarin, consiste en dividir en seis la actual composición de la empresa, destinando una serie de licencias a cada nuevo grupo. Un aspecto hilarante del plan es cuando anuncian que “hemos decidido dividir la estructura actual del Grupo Clarín en seis unidades empresariales independientes, cuyas transferencias y titulares serán definidos a medida que avance el proceso de adecuación” al tiempo que dejan en claro sus intenciones de seguir recurriendo a otras instancias judiciales.
Para cualquier hijo de vecino es claro que esta “división” formal que pone al grupo “conforme a derecho”, esconde una continuidad de intereses y negociados. De la misma forma actúo el grupo Vila-Manzano, realizando una división ficticia entre los socios.
El AFCA y Sabatella, luego de algunas bravatas iniciales, acepto la presentación del plan de grupo y se tomaría hasta 120 días para analizarlo, con la posibilidad de que posteriormente a esto, se otorguen más días para “correcciones”.
La presentaron como la pelea del siglo y está terminando como un clásico aburrido, de esos en los que técnicos y jugadores calientan durante toda la semana y termina siendo un cero a cero aburrido donde, como siempre los trabajadores y el pueblo, miramos desde la tribuna.
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