Los cambios en el gobierno: Tiempos de ajuste y entrega

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Los cambios en el gabinete del gobierno nacional confirman la profundidad de la derrota sufrida por el kirchnerismo en octubre. Hay un nuevo reparto de poder en el oficialismo, que favorece al PJ y sectores conservadores. Se retoma el discurso del diálogo con los empresarios, la deuda externa y el pacto social, que se intentó en el primer gobierno de CFK y estalló en el 2008. La oposición, aunque mezcle más elogios que críticas, termina apoyando la «gobernabilidad» y ninguno de sus referentes tiene un plan alternativo. Para pelear por una salida a favor del pueblo trabajador hace falta una alternativa política de toda la izquierda.

El regreso de Cristina vino acompañado por una serie de movimientos en el gobierno nacional. La imagen de la presidenta, ya sin atuendos de luto, distendida y con poca actividad se complementa con una altísima exposición de sus dos nuevos ministros-estrella: el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich y el Ministro de Economía Axel Kicillof.

Nuevo reparto de poder

Sería equivocado negar el peso de CFK en el gobierno y en el propio espacio kirchnerista. Pero igual de errado es no reconocer que junto con las designaciones hay un nuevo reparto de poder dentro del oficialismo. Capitanich y Kicillof han sido los representantes de la Rosada frente a la Cámara Argentina de la Construcción, acompañando a la presidenta en reuniones con empresarios alemanes. Ayer el jefe de Gabinete estuvo en el congreso reunido con los jefes de bloque del senado, el ministro de economía tuvo un papel destacadísimo en el acuerdo con Repsol.
Capitanich gobernaba la provincia del Chaco por segunda vez. El mismo cargo que ahora tiene lo asumió para los gobiernos de Rodríguez Saa y Duhalde. Tuvo funciones en su provincia bajo los gobiernos de Menem y De la Rúa. Y es un referente del PJ con reconocido perfil conservador y religioso. En sus recientes apariciones resaltó la política de diálogo con los sectores empresarios y con la oposición de derecha, yendo todos los meses al Congreso.
Kicillof saltó a la fama cuando se presentó el proyecto del oficialismo para quedarse con el 51% de las acciones de Repsol en YPF. Lejos de su militancia independiente en el movimiento estudiantil, actualmente es vocero del endeudamiento del país, pidiendo préstamos a organismos y bancos extranjeros. También defendió el nuevo acuerdo de precios por las naftas para asegurarle rentabilidad a las empresas.
El protagonismo de estos funcionarios no es una casualidad, sino la expresión de un nuevo reparto de poder dentro del kirchnerismo, donde crece el peso del PJ y los sectores conservadores.

Vuelve el ajuste clásico

Cuando la presidenta fue electa, allá por el 2007, asumió desplegando un discurso que modificaba algunos aspectos del que anteriormente desarrolló Néstor Kirchner, porque el comienzo de la crisis capitalista internacional estaba modificando el panorama. No se quería hablar de ajuste, sí de «normalización» para denominar las medidas que intentaban llevar la fisonomía del país a la que había antes del 2001. Se enterró el discurso de la transversalidad y se abrazó al PJ, se habló de un pacto social entre gobierno, empresas y trabajadores; se convocó a los líderes de la oposición para desarrollar políticas de consenso. En síntesis, políticas más previsibles para los grandes empresarios y banqueros, para la bolsa y los fondos buitres. Los efectos de la crisis internacional en 2008 golpearon al país y al kirchnerismo, cambiando completamente sus planes políticos. Ahora, tras el duro golpe recibido en las elecciones, el gobierno retoma aquellos planteos.
Quita de subsidios y aumento de tarifas; recortes en los presupuestos de salud, educación y ayuda social; prioridad al pago de la deuda externa; devaluación; techo salarial y acuerdo con los empresarios. Toda una batería de medidas cuyo centro es garantizar los niveles de ganancia y los intereses de las grandes corporaciones, descargando el peso de la crisis en las espaldas del pueblo trabajador.

La oposición: a la derecha y sin plan

Mientras estos cambios se ponen en marcha, la oposición ratifica su incapacidad.
Massa elogió a Capitanich; Macri reivindicó el acuerdo con Repsol, afirmando que «abre una puerta». También Binner, diciendo que «es favorable que haya un principio de acuerdo con España, que ha aportado mucho para la construcción de buenas relaciones con Argentina» y Ernesto Sanz (UCR) lo consideró «sensato». En cada intervención pública, los referentes más votados en octubre aparecen divididos, pero mayormente destinan los aplausos al giro del gobierno. A pocos días de las elecciones, son incapaces de imponer la agenda o mostrar alguna propuesta innovadora.
Más allá de cualquier valoración personal sobre estos dirigentes, la mayor limitación que tienen es que ninguno tiene un plan económico sustancialmente distinto al que vienen aplicando desde el kircherismo. Cuanto mucho se diferencian en tal o cual medida parcial, pero todos defienden la implementación de una política económica que garantice los negocios capitalistas en el país, las inversiones de multinacionales extranjeras, la «confianza del mercado». No se escuchará de boca de ninguno de ellos algún proyecto para tocar los intereses de los bancos, terratenientes y empresas; ni para terminar con los fondos buitres.

Hay otra salida

El año termina con la certeza de que los de abajo vamos a salir perjudicados tras estos movimientos «por arriba». Hay que prepararse para batallar por el salario y las condiciones de trabajo; reforzar la defensa del ambiente y los bienes comunes; luchar por la salud, la educación y todo lo público. Los trabajadores, los movimientos sociales, la juventud tenemos que debatir desde ahora mismo para lograr una pelea unificada frente al ajuste que se viene. Para eso será clave fortalecer la organización sindical, territorial, estudiantil, apoyando a los sectores combativos que existen en cada lugar. Hay que encarar un debate en la CTA para poner toda la estructura de la central al servicio de la movilización y la organización obrera y popular.
Junto a esto hay que ganar a miles para pelear por un modelo alternativo, que en lugar de defender las ganancias capitalistas desarrolle medidas y soluciones para los problemas estructurales y termine con la dependencia del país. Para avanzar en esta batalla es clave abrir el debate y avanzar en la construcción de una alternativa unitaria y amplia de toda la izquierda.
Por esta perspectiva trabaja el MST Nueva Izquierda. Invitamos a sumarse a nuestro partido a todas y todos los que compartan estas propuestas.

Ignacio Tedesco

CapitanichTIJERA


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