Loisi, actor y director: «Defender el teatro independiente de la lógica comercial»
Se cuenta que una noche de invierno de 1932, en la cocina de madera de Sara Aijemboim, se fundó el IFT (Idischer Folks Teater) a iniciativa de jóvenes obreros y artesanos que habían hecho teatro vocacional en instituciones judías de izquierda, con una postura combativa y pedagógica. Todos cuestionaban el teatro comercial y adherían a las estéticas más modernas que llegaban del teatro europeo, como el surrealismo, a las que consideraban el mejor vehículo para transmitir su mensaje ideológico. Desde entonces, una larga historia de progresismo y teatro independiente hizo del IFT un ícono de la cultura local. Ligado al PC, atravesó también los avatares de esa corriente política después de la caída del Muro. Hoy atraviesa una situación financiera crítica. Según su comisión directiva, existen grandes deudas y un déficit estructural insostenible. Lamentablemente, ante esa situación se eligió un camino errático: despedir trabajadores, cerrar el teatro, proyectar la construcción de cocheras en el subsuelo, dividir la sala 1 -con 600 butacas y escenario giratorio único- en salas más pequeñas e incluso construir oficinas arriba. Todo para «hacer del IFT un teatro sustentable comercialmente». Esa orientación, discutida puertas adentro por la directiva del teatro y que salió a luz por difusión de los actores, genera incertidumbre sobre el futuro de este patrimonio cultural y social enclavado en el barrio de Once. Hablamos con uno de los impulsores del movimiento en defensa del IFT y el teatro independiente, el actor y director Daniel Loisi.
¿Qué significado tiene el IFT para vos? ¿Por qué tu militancia para defenderlo así con esa energía?
Mirá, el IFT está como muy alojado en mi corazón de actor. Pensá que llevo cuarenta años en esta profesión y parte de mi formación actoral fue en la Escuela Integral de Teatro del IFT, con el gran Eduardo Pavelic. Y en la sala mayor, hoy cuestionada por la idea de hacer un estacionamiento, se proyectaba «el otro cine» como se le decía, el no comercial: Fellini, la Nouvelle Vague, el cine de izquierda israelí. Antes de entrar a cursar disfrutaba ese maravilloso espectáculo. Y después, como actor y director, hice muchas obras en este teatro: «Té de tías», «La Naranja Mecánica», «Los días de Julián Bisbal» de Cossa o «El Preceptor» de Brecht y tantas otras. Ahora mismo estaba haciendo el «Señor Galíndez», de Tato Pavlovsky.
¿Cómo está siendo la respuesta del ámbito actoral en torno a esta pelea?
La verdad es que todo fue muy bueno. Yo me enteré de lo que podía pasar cuando me informaron que el teatro se cerraba y que se entraba en un período de evaluación de proyectos porque así no iba más. Pedí explicaciones y no me las dieron, por eso alerté por las redes sociales y convocamos a una asamblea en la puerta del teatro. A partir de ahí fue todo muy rápido; la comisión directiva del IFT intentando confundir y actuando a la defensiva, y gente amiga del teatro apareciendo a bancar, como Cacho Bidonde y otros. Por supuesto, a full con mi compañera y también actriz Laura Manzaneda. Es muy reconfortante haber conocido gente como ustedes y todos los que empezamos a integrar este colectivo al que denominamos Movimiento en defensa del IFT y el teatro independiente. Con una mezcla de bronca y dolor, después, al aparecer gente con la camiseta puesta del teatro independiente, vi perspectivas para no abandonar «la lucha por esto que somos», como decía el gran maestro Onofre Lovero, que trabajó mucho en y por el IFT.
¿Por qué defender el IFT entonces? ¿Hay una salida para esta situación?
Porque hay que defender el teatro independiente de la lógica comercial. Acá ni las cocheras ni los despidos son el camino. Hay otras variantes si partimos de bancar lo que el IFT significa. Fuimos a la Legislatura y nos recibió Alejandro Bodart y otros diputados también. Y les planteamos que se declare patrimonio histórico, lo cual protege de reformas el edificio y habilita subsidios estatales. Tienen que intervenir el Estado porteño y el nacional. Pensar en convenios artísticos con el INCAA, con el teatro Cervantes, con el San Martín. Y claro, arrancar de reincorporar a los trabajadores despedidos. Hay variantes. Y de fondo, integrar a directores y artistas a una comisión que programe y relance el IFT con el perfil ideológico y político que siempre tuvo: contestatario, de izquierda y revolucionario. Por eso yo quise hacer «El Señor Galíndez» de Tato ahí, en el IFT.
¿Estamos frente al surgimiento de un movimiento por el teatro independiente?
Estoy convencido de eso. Hay que recuperar ese teatro y hay que defender ese rol contestatario para el IFT. No podemos permitir pasivamente que se pierda tanto patrimonio social. Por eso nos estamos organizando.
Entrevistó: Colectivo de Arte y Cultura del MST