En sucesivos artículos de esta sección abordamos distintos ángulos de la “cuestión ambiental”: la versión particular del extractivismo en Argentina; el debate sobre la necesidad del cambio social como salida a la crisis ecológica y otros. Hoy queremos discutir un aspecto estratégico para seguir contribuyendo al intercambio del campo socioambiental: ¿son posibles los cambios de fondo para erradicar las causas del desastre ambiental? ¿Cuáles son los prerrequisitos para avanzar en esa perspectiva? ¿Qué rol juega el partido revolucionario en esta tarea?
Hace pocos días se acaba de terminar Expoagro, la mayor muestra del agro-business del país organizada por Clarín y La Nación. Toda la burguesía y sus gerentes políticos se pasearon por allí y los “enemigos” de la 125 se reencuentran para coincidir en una orientación común para Argentina. Así en el orden local el debate ecológico tiene un punto nodal que es el modelo productivo capitalista en su versión extractivista para América Latina y Argentina: un continente proveedor de materias primas. A esta particularidad regional como fenómeno ambiental hay que sumar el proceso planetario del “cambio climático”. Ambos eventos son la resultante necesaria e inexorable del sistema capitalista. El cambio climático provocado por el aumento de la temperatura media de la Tierra y el efecto invernadero a partir de la acrecentada emisión de dióxido de carbono con la quema de combustibles de origen fósil. La matriz energética es la causa. El capital está lejos de plantearse cambiar esa ecuación y más bien se propone profundizarla con el nuevo mapa del gas shale extraíble con fracking. El extractivismo es la mercantilización de todos los bienes comunes expropiado por las corporaciones en los países semicoloniales como Argentina en el siglo XXI. Por lo tanto, la primera definición necesaria es que se necesita una extrategia anticapitalista o pos-capitalista para definir un proyecto social y político alternativo para salvar el planeta, la humanidad e independizar de las corporaciones países como Argentina.
Hace falta otro modelo productivo: movilización social y sujetos de cambio
Para derrotar al extractivismo hay que lograr una relación social de fuerzas a favor de prohibir agrotóxicos, megaminería, fracking y cementación urbana. En el orden regional e internacional cambiar la matriz energética hidrocarburífera por otra renovable y limpia. El programa es la expropiación de las petroleras, las corporaciones de la electricidad y una reorganización económico-energético-social planificada con participación democrática de las mayorías populares. La imposición de esa salida requiere dos condiciones: movilización social de masas, en primer lugar de los productores directos, es decir de los trabajadores del campo y la ciudad. Esto deriva una orientación: ganar a la clase obrera organizada para un programa de cambio que integre estas tareas ecosocialistas. Sin movilización de masas y sin clase obrera –no excluyente, pero si central y articuladora de otros sectores populares- no hay cambio de fondo posible ni salida positiva para las tareas nacionales de independencia nacional ni las regionales y continentales de construcción pos-capitalista.
¿Luchas socioambientales sin sujeto político y herramienta revolucionaria?
Lógicamente las luchas socioambientales están atravesadas por una serie de valoraciones ideológicas que son parte del imaginario colectivo instalado por el sistema y apoyado en elementos parciales de la realidad. Ahora bien, así como la lucha sindical tiene techo si no se eleva al plano político o las luchas de género o las estudiantiles en el mismo sentido, la lucha socioambiental también tiene un límite. Porque la explotación de la fuerza de trabajo en la fábrica, la doble opresión de las mujeres, la decadencia de la educación o la criminalización de la protesta son fenómenos provocados por el sistema que también mercantiliza la naturaleza. Hay un bloque social con intereses comunes en el pueblo. Ese bloque requiere una articulación en un programa de respuesta integral y sistémica. Es decir: un programa político. Es indudable que son instancias con autonomía –lo social y lo político- pero dialécticamente relacionadas. El movimiento ambiental no es lo mismo que un partido. Por eso, pretender imponerse desde arriba como hacen algunos grupos de izquierda es asfixiar el potencial movilizador y transformador de la lucha social. Pero contraponer el movimiento social como antítesis absoluta a la herramienta política -como hacen determinadas corrientes ideológicas- mata su vitalidad de cambio. Es fundamental que el movimiento social sea un gran frente unitario plural para la movilización contra las corporaciones capitalistas y la agresión ecológica de ese sistema. Sin embargo, es crucial que parte de su más lúcido activismo se organice políticamente para impulsar esa dialéctica revolucionaria entre movilización y partido. Si en Argentina luchas como la que se desarrolla contra Monsanto no avanzan en esta dinámica sus logros van a ser limitados y no duraderos. Para que se mantengan y profundicen hay que defenderlos desde el poder y para eso el poder tiene que pasar de las corporaciones a ese bloque de intereses articulado en torno a los trabajadores. Para esa estrategia integral y para garantizar una intervención social de lucha tan encarnizada como la plantearán las corporaciones, sus gobiernos y estados, hace falta una organización especial, profesional y diseñada para el cambio social. Esa construcción es la que desarrollamos con el MST en todo el país. Una herramienta de acción, pero deliberativa y democrática de abajo hacia arriba en el diseño de su política y orientación. A la vez centralizada para actuar sin ofrecer ventaja en la realidad de la lucha de clases frente a enemigos bien centralizados. En definitiva apoyar y unificar las luchas socioambientales son las primeras medidas. En simultáneo hace falta construir al interior de ese movimiento una corriente de ideas y acción con perspectiva de cambio social. De allí la propuesta de organizar una Red Ecosocialista en todo el país. Y claro, finalmente se trata de integrar esa militancia ecosocialista a una perspectiva general de revolución de la sociedad. Para eso es vital un partido revolucionario en Argentina y una corriente internacional que como lo hace el MST integra fuerzas anticapitalistas como el MES-PSOL de Brasil, Marea Socialista de Venezuela, MPGT de Perú, el MPU de Panamá y compañeros de Francia, Bielorrusia y otros países. Queremos aportar a la lucha socioambiental el cuerpo –como ya lo venimos haciendo- y a la vez una estrategia anticapitalista abierta al debate pero muy definida en sus contornos.
Mariano Rosa