Después de mentirnos durante largos años en la cara con las cifras inventadas del INDEK trucho, de habernos tomado el pelo hace apenas unos pocos meses con el cuento de que se podía comer con $ 6 por día. En Enero de este año el gobierno público sus últimas cifras de pobreza e indigencia. Según esos números para una familia tipo la canasta que fija el límite de la pobreza (alimentos más servicios imprescindibles) era de $ 1.783 y la canasta de indigencia (solo alimentos) de $ 787.
Luego vino la devaluación, la corrida tremenda de los precios y decidieron no hacer más papelones. A partir de allí dejaron de medir la pobreza. Así es más fácil: para Cristina ¡los pobres no existen! o por lo menos no sabemos cuántos son. Y como es costumbre Capitanich tiene mil argumentos para defender… lo indefendible
Lo cierto es que las consultoras no oficialistas hablan de casi $ 5.000 para la canasta de pobreza y de más de un 30 % de argentinos pobres, y de $ 2.700 para la canasta de alimentos que fija el límite de la indigencia y de 5 millones de argentinos en esta situación.
Este tercio de la población sin derecho a lo más mínimo lo integran compañeros y familias de desocupados, trabajadores en negro, precarizados, y un sector de trabajadores en blanco de las escalas más bajas.
Para ellos, en su gran mayoría, no hay paritarias. Muchos tienen planes sociales y completan sus haberes con alguna changa. Son los más castigados por el ajuste de Cristina.
Los cooperativistas del programa “Argentina Trabaja” tienen congelados sus haberes ¡hace dos años! en $ 2.000. Los que cobran planes sociales para cooperativistas o para capacitación laboral reciben hace mucho tiempo y tienen congelados sus haberes en $ 1000 y $ 750 respectivamente.
La asignación por hijo ha perdido por completo la carrera con la inflación. Con $ 460 ($ 15 por día), no se puede criar a un hijo. Y cada vez, producto de la recesión, es más difícil conseguir una changa o trabajo eventual. Y ni hablar del derecho a la vivienda, a una salud digna, o de los pobres jubilados que ganan en su mayoría la mínima. Un panorama de terror.
Para dar respuesta a la desnutrición infantil y el hambre en pleno crecimiento hace falta un plan de emergencia que dé respuesta a los sectores más pobres de nuestra población. Un plan que tiene que arrancar por eliminar el IVA a todos los productos de la canasta básica, el congelamiento y vuelta atrás de los servicios públicos que han sufrido aumentos en los últimos meses (transporte, gas, luz, etc), el inmediato aumento de las partidas para los comedores populares y los comedores escolares, y el aumento y universalización de los planes sociales hasta cubrir el costo de la canasta familiar.
Cristina podrá negar la pobreza y preparar una ley anti piquete para amedrentar a los que luchan. Pero no va a parar con esto a miles y miles que están saliendo y van a salir a pelear cada vez con más fuerza a defender la dignidad de sus familias.
Gustavo Giménez