Una pelea de fondo
El país atraviesa una grave crisis y los gobiernos y empresarios quieren que la paguemos los trabajadores. La burocracia es cómplice y le teme al ascenso. Además de luchar con fuerza para evitar despidos y suspensiones, hay otra salida que desde la izquierda se puede lograr
Mentiras patronales
En toda crisis económica, las patronales dicen que así no pueden seguir, que venden menos, se cayeron las ventas y que no pueden afrontar tan altos costos. Parten en ocasiones del hecho cierto de que se contraen los mercados y se reduce la demanda, con lo cual necesitan bajar la producción. Pero hay dos cosas centrales de las que no hablan: que vienen de acumular fabulosas ganancias en años previos. Cuando los números dan bien se quedan con toda la ganancia, cuando los números dan mal quieren pasarnos sus pérdidas. Lo otro que no dicen es que menos producción o menos venta no significan pérdida para ellos, sino menos margen de ganancia. Ellos despiden o suspenden para garantizarse ganar más. Así funciona el capitalismo y lejos de aceptarlo tenemos que derrotar ese mecanismo perverso en cada lucha concreta, obligarlos a retroceder ante cada intento de despido o suspensiones.
Gobiernos pro-patronales
Detrás de los discursos de CFK, Scioli o De La Sota se esconde el objetivo de mejorarles las cuentas a los empresarios y perjudicar a los trabajadores. Quieren convencernos que en las crisis no hay otra salida, nos llaman a que hagamos «un esfuerzo». Cuando igual nuestra lucha los preocupa, el verso es que el gobierno está por encima de las partes buscando una salida. No es así, los gobiernos simulan imparcialidad, pero son artífices del plan de ajuste. Para eso además utilizan al Ministerio de Trabajo e instancias provinciales y desde allí nos presionan. El caso Gestamp es ejemplificador: dictaron la conciliación obligatoria con todos adentro y ellos mismos la levantaron diciendo que se acabó el conflicto colectivo, cuando muchos siguen afuera.
Es evidente que en crisis así, los trabajadores enfrentamos a las patronales, a los gobiernos y tenemos el árbitro en contra en las instancias ministeriales. Previendo que cada lucha sea ejemplo de otra y que no se les descontrole la situación, rápidamente tratan de quebrarnos y poner orden. Y para eso cuentan con otro viejo amigo… la burocracia sindical siempre dispuesta a colaborar.
La burocracia, cómplice
Los viejos dirigentes sindicales, acostumbrados a negociar en tiempos de paz a cambio de privilegios para ellos y sus aparatos, cuando las crisis capitalistas florecen y los trabajadores salimos a la calle se ponen nerviosos. No les preocupa defender puestos de trabajo sino que las acciones de lucha desnuden su inacción y complicidad. Al calor de cada lucha se hacen nuevas experiencias, surgen las ganas de cambiar delegados, de elegir nuevos, de hacer asambleas, comisiones de lucha, de recibir apoyos y escuchar otras voces. Todo lo que hacemos en la lucha, es opuesto al método de la burocracia y sus patotas, que mientras ataca y persigue a los luchadores, negocia con las patronales más despidos de activistas. La dictadura patronal en cada fábrica no podría funcionar sin este aliado que se personifica en hombres enquistados por décadas en sus cargos. Derrotar y pasar por encima de los Pignanelli, Caló y otros burócratas de turno es una tarea clave, que empieza profundizando en cada empresa la organización concreta de los nuevos activistas y delegados, fortaleciendo una nueva dirección que le dispute a la burocracia. E impulsando en todo el país la exigencia a las centrales opositoras de un nuevo paro nacional de 36 hs con movilización, para frenar los despidos y suspensiones.
Los trabajadores y las corrientes de izquierda
En el contexto de luchas que crecen, si algo enoja al gobierno, los empresarios y la burocracia es el apoyo que diversas corrientes de izquierda le damos a estas peleas. Y más cuando ven que cada vez más trabajadores sienten como propias las propuestas de izquierda. Eso es parte del proceso político que hay en el país, de búsqueda de una salida por fuera de las viejas estructuras. Por eso es muy positivo que crezca el peso de la izquierda sindical y que se vayan recuperando sindicatos, seccionales, cuerpo de delegados y avancen coordinaciones zonales. Y llamamos a repudiar cualquier ataque contra las organizaciones de izquierda.
Por supuesto también al interior de la izquierda hay debates y distintas posiciones, y muchas veces el sectarismo genera innecesarias divisiones, como las fuerzas del FIT que convocan a dos plenarios sindicales distintos y cerrados a otros sectores de izquierda. Desde el MST creemos que hace falta otra forma de actuar en la izquierda: seguir apoyando unita-riamente cada lucha, ponernos a disposición de que ganen, como hacemos cada día con Alejandro Bodart, Vilma Ripoll y todos nuestros referentes. Defender un modelo sindical democrático y combativo, independiente de los gobiernos y los patrones, donde la base decida y haya pluralidad e integración de distintas opiniones. Y a la hora de coordinar y debatir en plenarios garantizar la mayor amplitud y evitar todo sectarismo; porque eso es clave para que las luchas triunfen y se fortalezca la pelea general en todo el movimiento obrero.
Ni despidos ni suspensiones; hay otra salida
Decíamos al inicio de este artículo, que es mentira que no quede otro camino que reducir personal. Desde el MST levantamos otra propuesta, que es posible y la única viable para defender los puestos de trabajo y el salario.
Primero, prohibir por ley los despidos y suspensiones para priorizar el empleo. A la vez, que cada empresa que no cumpla o que presente quiebra sea expropiada por el estado y puesta a funcionar bajo control de sus trabajadores. Así evitaríamos las amenazas de despidos y suspensiones y si las quieren llevar adelante, los trabajadores estaríamos amparados por ley.
Además se debe terminar con las mentiras patronales: exigimos la apertura de los libros contables de cada empresa. Que los trabajadores y gremios tengamos acceso a ver cuánto ganaron estos años, cuánto facturaron y dónde están esos millones, investigando sus movimientos financieros. Sería muy fácil darnos cuenta que tienen fortunas y que pretenden seguir teniéndolas a costa nuestra.
Por último, si hay menos venta y baja de la producción hay un mecanismo distinto para utilizar: el reparto de todas las horas de trabajo entre todo el personal sin reducción salarial. Así se evitarían los despidos y lograríamos que sean los grandes capitalistas y gobiernos quienes paguen el costo de la crisis.
Lógicamente, para lograr esta salida hace falta luchar con fuerza, organizarnos sindicalmente en cada empresa y coordinar nuestra lucha con otras. Y dar también la pelea política por cambiar de fondo este país por un proyecto anticapitalista y socialista. Todo esto es posible y es una pelea apasionante. A la cual invitamos a dar en común a todas y todos los trabajadores de cada empresa que hoy está luchando. Porque es una pelea difícil pero que vale la pena dar en todo el país.
Sergio García