El fallo del juez Ballestero lo certificó: la deuda es ilegítima y fraudulenta

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Ni un solo dólar de los que fueron abultando la deuda externa y pública se invirtió en mejoras para el el pueblo trabajador. Al revés: la contracara de los escandalosos créditos tomados por la dictadura fue endeudamiento ficticio de las empresas estatales para luego justificar su privatización durante los ’90 de Menem. Que, como Alfonsín antes y la Alianza luego, reconocieron una deuda ilegítima y fraudulenta.
Todas las investigaciones realizadas determinaron que la deuda es una monumental estafa. Pero la más clara es la resolución del juez federal Jorge Ballestero en la causa iniciada por el luchador Alejandro Olmos en 1982. En el fallo, del año 2000, se demuestra que esa deuda fue una estafa y que los préstamos de los usureros termimaron en fuga de capitales, autopréstamos de las grandes empresas y corrupción generalizada mediante la compra de armamento, entre otras tropelías.
No sólo dicho juez reconoció que la deuda era un gran fraude: también el derecho internacional público del propio mundo capitalista tiene establecida la doctrina de la llamada «deuda odiosa», según la cual no son exigibles las deudas que reúnan las siguientes características: a) que no haya sido contraída por representantes legítimos del pueblo; b) que las sumas prestadas no hayan sido utilizadas en beneficio de la población; c) que los acreedores hayan conocido, al momento de otorgar los préstamos, que contrataban con representantes ilegítimos del pueblo y que el destino de los fondos no era el bienestar del mismo. Todos estos requisitos se dan claramente en el caso de la deuda externa argentina. Por eso decimos que no debe pagarse. Nada importa que ahora Cristina K pretenda justificar su pago serial detrás del hecho que los gobiernos de Alfonsín, Menem y De la Rúa la convalidaron al no cuestionarla y pagarla. La deuda es uno de los resultados directos más nefastos del genocidio militar y por eso, como producto directo de ese crimen contra la humanidad, no puede más que ser repudiada tal como los genocidas. Y utilizar ese dinero para satisfacer la deuda interna con los trabajadores y el pueblo.

Guillermo Pacagnini

Fondos buitres

Se trata lisa y llanamente de especuladores, que compraron la deuda en default, a la décima parte de su valor, que era algo más de U$S 400 millones. Estos personeros no entraron en el canje como otros de sus colegas de la usura, precisamente para especular con juicios en tribunales internacionales (por ejemplo en EE.UU.), donde les dieron la razón y de esa manera cobrarla cuando el país se hubiera recuperado. Pagaron chirolas y ahora pretenden llevarse una ganancia de aproximadamente 1.600 % en dólares.

G. U.

En la pelea anti-deuda, el FIT ausente

La batalla contra la deuda externa y los fondos buitres incluye varios aspectos, que se expresan en distintas consignas y tareas: denunciar su carácter ilegítimo y fraudulento así como la política capituladora del gobierno K y la oposición burguesa, plantear la investigación y la necesidad de no pagar ni un peso, incluir algún planteo democrático para que el pueblo decida qué hacer y, obviamente, impulsar acciones de lucha. Dentro de este «combo», el eje es exigir el no pago e impulsar la movilización en las calles.
Los partidos miembros del FIT no han estado a la altura del desafío. En primer lugar, en cuanto a la política, en vez del no pago de la deuda el PTS se centró equivocadamente en la consigna de «consulta popular». Así lo expresó en las tapas de sus periódicos y en declaraciones públicas. El PO también amagó con poner el eje en un referéndum. Es decir, el FIT que siempre nos acusa de ser «democratizantes» derrapó en una línea claramente democratizante al priorizar el método del voto por sobre el contenido antiimperialista y anticapitalista del no pago.
En segundo lugar -y esta crítica le cabe al FIT en su conjunto empezando por su principal integrante, el Partido Obrero-, no hicieron ninguna acción de lucha. Teniendo varios diputados y fuerza convocante no llamaron a ninguna medida concreta para enfrentar la deuda externa y a los buitres. Ni una marcha, ni un acto, ni una acción, ni siquiera un escrache: directamente estuvieron ausentes. Es preciso que los militantes del FIT y todo el activismo obrero, juvenil y popular registren y reflexionen sobre estas falencias de quienes se ufanan de ser la única izquierda.

P. V.

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