Días atrás, en la ciudad de Juárez Celman, fue hallado el cuerpo sin vida de Silvina Córdoba, trabajadora de la salud pública y madre de 4 hijos. Fue asesinada a mazazos mientras dormía, por lo que no pudo usar el botón antipánico que tenía. Eso muestra lo relativo de esa media que dispuso de De La Sota, más aún porque se hizo aislada de otras.
El asesino, Carlos Molina, aún sigue prófugo y éste es su segundo femicidio. En 2007 mató a su anterior pareja a puñaladas, cuando decidió abandonarlo. Recién en 2012 fue condenado por homicidio bajo emoción violenta a apenas tres años de prisión condicional. Nunca fue preso.
El mismo juez que lo “condenó” antes dijo ahora que lo sucedido “es muy penoso” y que “desde la Justicia es muy difícil tener la certeza de que estos individuos no van a terminar repitiendo una conducta”. Una vez más, esta justicia patriarcal justifica a los femicidas bajo figuras mentirosas como emoción violenta o crimen pasional, como si esos asesinatos fueran cometidos por amor o exabrupto. Esa hipocresía alimenta desde el propio Estado la naturalización social de la violencia hacia las mujeres.
Desde Juntas y a la Izquierda acompañamos el reclamo de los familiares de Silvina y sus compañeras del Hospital Materno Neonatal por justicia. A la vez, exigimos que los femicidios sean condenados como lo que son: asesinatos de mujeres por el solo hecho de serlo. Y que se apliquen condenas efectivas para dar un mensaje claro a los violentos.
Vamos a seguir luchando para que se declare la emergencia en violencia de género y los gobiernos asignen el presupuesto necesario para abrir refugios, dar asistencia jurídica y psicológica a las mujeres víctimas, así como subsidios de reinserción laboral y habitacional para poder cortar con la dependencia económica que muchas de ellas padecen.