Cuando aflora la crisis económica el conflicto primordial que entrecruza a la sociedad sale a la luz: patrones por un lado, trabajadores por el otro. Se vislumbran claramente los intereses contrapuestos y toda la falsedad que tiñe los discursos en las épocas de «vacas gordas» se evapora como escarcha en el verano. Con las crisis se terminan las obras de teatro y la ficción solo queda en los libretos.
Los conflictos en la industria por suspensiones y despidos se profundizan. Los empresarios se encuentran con focos de resistencia a los ajustes que pretenden imponer. Comisiones internas combativas y democráticas están dándole de qué hablar a todos los actores políticos. Los empresarios, la burocracia sindical, el Gobierno y la oposición alzan la misma voz a gritos. El conflicto de Lear es una muestra cabal de lo antedicho. Y por razones de espacio nos vamos a concentrar en él.
El conflicto comenzó el 27 de mayo, cuando la compañía estadounidense suspendió a 330 trabajadores alegando una merma en la producción, cuestión que no demostraron y que a meses de iniciado el conflicto los mismos voceros de la empresa dicen lo contrario. Síntoma claro de que sus planes iniciales no pudieron ser concretados. El escenario cambió. La determinación de los trabajadores de no aceptar pasivamente el ajuste de la multinacional y la solidaridad que recibe de la izquierda, comisiones internas combativas, movimientos sociales y estudiantes tuvo como resultado desnudar el conflicto de clase: se conformó un amplio bloque de actores políticos en función del problema principal de la burguesía local e internacional: derrotar la resistencia obrera y su vinculación con la izquierda.
Ellos mismos lo explican con meridiana claridad en sus declaraciones:
La patronal de Lear, Marín (Directivo): «es muy penoso que la fábrica no funcione por un conflicto gremial; esto es lo que nos cuesta explicarles a nuestros jefes en EE.UU. y Brasil. Es una planta que tiene trabajo y que podría aumentar su producción, pero lamentablemente por estos conflictos no lo podemos hacer…»
El Gobierno Nacional, Capitanich: «Lear tiene la posibilidad de duplicar su producción y sus ventas» y «No puede, ningún partido político obstaculizar el desempeño de los trabajadores por cuestiones ideológicas, porque se convierten en idiotas útiles a favor de otros intereses»
La oposición, Scioli: «Reclaman la reincorporación de determinados trabajadores, no solamente no se ha logrado eso, sino que encima la fábrica puede cerrar…» y refiriéndose al mandato que tienen que tener los políticos según su visión cipaya «…esto es seduciendo al capital, no combatiendo al capital»
La burocracia sindical: la directiva del Smata en vez de defender a los despedidos pagó una solicitada en donde le reclaman a las autoridades y a la justicia que se garantice el derecho constitucional de trabajar (curiosamente derecho que solo les cabe a los que no fueron despedidos). Y su Sec. Gral, Ricardo Pignanelli, en una muestra repugnante de lo que son capaces declaró: «si el personal no puede entrar a la fábrica (rompehuelgas que no son de la fábrica) «…no me dejan otra herramienta que parar todo el gremio en defensa de la fuente laboral»
Como decía Lincoln «…no se puede engañar a todos todo el tiempo», y por más que se esfuercen en hacerlo, la realidad es que están encontrando su destino en el camino que eligen al intentar evitarlo.
César Latorre Delegado General Hospital Italiano. Coordinador de la Agrupación Bordó de Sanidad