«Necesito su ayuda», le dijo Cristina al Papa en agosto. Le pedía colaboración por la deuda y el complejo panorama financiero del país. Días después recibía una invitación manuscrita de Francisco para ir a Roma. A sólo 2 días de viajar a reunirse con el Papa, Cristina fue a Formosa a avalar al ‘eterno’ Gildo Insfrán. Luego de Roma irá a Nueva York para verse con empresarios y el magnate Soros y a participar del Consejo de Seguridad. Una agenda cargada de los poderes del mundo.
Cuando el gobierno agita posibles estallidos y el Observatorio de la Deuda Social de la UCA revela que el 42 % de los niños y adolescentes del conurbano es pobre y el 9,4 %, indigente; el Papa le tiende una mano a Cristina para ayudar a un fin de ciclo lo menos traumático posible.
Lejos está la Iglesia de plantear «rebeldías» o el no pago de la deuda. Ante el fallo de Griesa, los obispos argentinos llamaron a la «unidad de los dirigentes para negociar con responsabilidad», es decir, pagar. Como reconoció Karcher, encargado de protocolo del Vaticano, «al papa Francisco le preocupa la gobernabilidad y la sana democracia» que favorece a los de arriba.

F. T.