Cuando arrecian la crisis y los rumores sobre posibles convulsiones sociales a fin de año, desde el gobierno siguen haciendo méritos para fogonear el creciente mal humor de los trabajadores y el pueblo.
Primero fue la encendida defensa de La Cámpora hacia Berni, el mediático represor vip, frente al cimbronazo político desatado a raíz del episodio del gendarme «carancho».
Luego vino el discurso de Máximo K. en el acto camporista de Argentinos Juniors. Pese a la fervorosa apelación a esa mística acuñada por su padre, se dedicó a criticar a los que «impiden» la re-re de su madre. En lugar de ello podría haber agradecido los buenos oficios del arco opositor, dirigencia cegetista incluida, para sostener la gobernabilidad.
Y ahora, como preludio de su visita al Vaticano, Cristina Kirchner pasó por Formosa para apuntalar al gobernador Gildo Insfrán, haciendo un panegírico de su figura y un balance de gestión absolutamente ficcional, obviando la crisis social provincial y su prontuario criminal de pueblos originarios.
Es evidente que ante los últimos estertores del discurso progresista, muchos están reflexionando y miles abandonando el fracasado proyecto K.
Guillermo Pacagnini